El tándem tras el paraíso olfativo más especial de Las Salesas
Amigos a partir de un máster del IESE, emprendieron por pasión. «No vendemos, recomendamos»
Una vela fue la mecha de una historia de emprendimiento con la pasión como llama. Y eso que a estos dos amigos les dijeron que la idea no triunfaría en España porque era «quemar el dinero». Por aquel entonces, perfumar el hogar no se veía como parte del bienestar, sino un lujo innecesario. Ni se conocía qué era la aromaterapia. Pero hoy, Pedro Ros (Madrid, 16 de julio de 1964) y Guillermo Jiménez Madrid, 29 de julio de 1962) continúan teniendo su marca fetiche, la francesa diptyque, como la niña bonita de su colección y la que más alegrías proporciona al tándem.
«Nos conocimos en un máster del IESE Business School, y cada uno tenía su profesión», cuentan los socios. Ros estudió Derecho y transformó el negocio familiar de decoración enfocado en textil y Jiménez trabajó toda su vida en banca e inversión tras cursar Económicas. «No teníamos nada que ver, pero nueve años después decidimos empezar a distribuir diptyque por puro hobby, para divertirnos y hacer algo juntos, sin necesidad de ganar dinero. Y eso nos daba libertad, porque nuestros hijos no comían de esto», explica Jiménez.
¿Cómo dos españolitos firmaron un contrato con una reputada firma que surgió a principios de los años 60, en el número 34 del Boulevar Saint Germain? Ros explica que en una de sus reuniones por el textil, su cliente tenía prendido ese lujo que arde y se enamoró del aroma. «Nos eligieron los fundadores, a los que conocemos personalmente, porque no teníamos ni idea del negocio e íbamos a hacer todo como se nos dijera. Su enseñanza nos ha dado la filosofía por la que nos regimos, cuidando la marca como si fuese nuestra, y adaptamos a la cultura española las campañas». Así empezaron a llegar más firmas de autor, encontrándose con el problema de que tenían que explicarse muy bien, porque todas eran exclusivas y con una historia. «Tienen en común que no se encuentran en cualquier sitio y que no van a precio, porque tienen una gran calidad y son selectas». Ficharon a la mejor vendedora que conocían y abrieron una pequeña tienda multimarca en Zaragoza, circunstancial, porque era de allí. «Ella conocía todas nuestras firmas y las vendía de maravilla, pero aquello se quedó pequeño y, un año después, en 2016, decidimos abrir Abanuc en Madrid: un paraíso de las fragancias en la Plaza de las Salesas». Desde el local, de Marcial Pons, pedían respetar la librería de madera y el suelo. «Es perfecto para exponer productos de autocuidado con alma propia. Lo más sofisticado que hemos hecho es poner un telar original de diptyque». El nombre se le ocurrió a la mujer de Ros, porque le sonó bien Habacuc, que significa abrazar, y era un apóstol bíblico. Pero lo recordaron vagamente y lo registraron mal, reconocen entre risas. «Probablemente en 2025 abriremos más, ahora la principal es esta y tenemos la originaria de Zaragoza, en Marbella y Andorra». Su modelo sigue intacto. «Cuando llegamos a este barrio había un pub irlandés y un banco. Ahora se ha revitalizado y tenemos Los 33, que es el restaurante de moda, la librería Antonio Machado y un barrio muy fitness con Lamarca, KO y Síclo». Aseguran que les llegan clientes desde el extranjero con la dirección anotada. «Es un destino en sí misma». Un oasis en medio del bullicio capitalino.
El equipo experto quiere que se compre de forma consciente e informada. Con prescripción. «No vendemos, recomendamos. Queremos clientes para toda la vida, no una venta». Cuando la gente cruza la puerta no se encuentra con lo mismo de siempre. Es toda una experiencia probar perfumes y cosmética única. Abajo hay una cabina de tratamientos y también hacen talleres divulgativos. «No se hacen descuentos, los precios son idénticos en toda la UE y nuestra distribución es exclusiva». Sólo tienen 100 puntos de venta entre España, Portugal y Andorra. «Somos pequeños y queremos seguir siéndolo. Sabemos en qué está inspirada cada referencia de nuestras 17 marcas. Desde un problema de rosácea en la piel a un viaje a Turquía encerrado en un frasco».