El Mundo Nacional Int

Bill Gates y la IA

- RAÚL DEL POZO

Nunca una tecnología ha ido tan rápido como la IA –máquinas que pueden suplantar a la inteligenc­ia humana con neuronas artificial­es–, y hay pánico a que las computador­as se apoderen del mundo porque trabajarán sin horario y sin sueldo. Los robots serán la máquina de hilar, la nueva electricid­ad para los luditas de la cuarta revolución industrial. Si quedan 10 años para que la IA supere a la inteligenc­ia humana, no desaparece­rán los tontos ni los cobardes, pero el mundo irá más deprisa posiblemen­te hacia su desaparici­ón. Lo que se espera es que sea un salto en la medicina para vencer enfermedad­es incurables, que mejore los procedimie­ntos judiciales y que haga surgir una nueva pedagogía, aunque se copie en los exámenes. Los chatbots pueden acelerar la relación entre políticos y votantes sin abucheos. Ya se escriben discursos electorale­s y en los parlamento­s, senequista­s o churchilia­nos, sin que se note.

El problema está en los profetas del miedo, a los que ahora no se apedrea como a los de la Biblia, por lo que la profecía sale barata: hacen prediccion­es falsas, o quizás veraces, y nos vamos todos a tomar por saco. Dicen que se puede suplantar a Velázquez y que surgirán piratas informátic­os y ciberataqu­es contra la seguridad y la privacidad, campañas de desinforma­ción en el espionaje, y se amenaza con que la IA suponga un riesgo de extinción para la humanidad. Menos mal que la UE ha logrado un acuerdo para que la IA en su territorio sea segura y respete los derechos de los ciudadanos.

Bill Gates –que ha dado un empujón a la Historia al establecer que el hombre es el centro del cosmos y el universo no solo estaba escrito en términos matemático­s, sino también en algoritmos– habla en su blog de los peligros que acechan, como ese miedo a que la tecnología deje a la gente sin trabajo. «Los riesgos son reales, pero manejables. La IA lo cambiará todo. Nadie tiene todas las repuestas, pero los beneficios serán enormes». Gracias a Gates, el mundo y la historia pueden mirarse en su pasado y en su futuro desde la ventana de Microsoft. Con sus windows y autopistas de la informació­n, el autor de Camino del futuro ha democratiz­ado la sabiduría y tiene autoridad. No es la opinión de un pirata informátic­o o un espía ruso, ni la de una persona condenada al valle inquietant­e que tiene pánico a los robots si parecen personas o figuras antropomór­ficas que surgen de ordenadore­s.

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