El “sálvese quien pueda” de todos los hombres del presidente Zaplana
vio cómo a Felisa, su esposa, una señora que hace unos arroces exquisitos, la imputaban». Ahí se acabaron los días de vino y rosas y empezó la escapada para intentar zafarse de los ocho años de cárcel y los 20 millones de condena.
El otro rejonazo trapero contra Zaplana se lo ha infligido su jefe de gabinete. «El brazo ejecutor de Zaplana», dicen amigos suyos. Madrileño, había estado en Price Waterhouse antes de entrar en la Generalitat. Estudió en el mismo colegio que el presidente Sánchez y después sería presidente del Estudiantes, el club de baloncesto ligado al centro. Se quedó sin trabajo cuando Zaplana se fue de ministro. Esperó y poco después le mandó una carta bajo el original epígrafe de «Qué hay de lo mío», en el que le pedía un puesto que mantuviese su economía y su «estatus». Poco después estaba en el consejo de Aumar, las autopistas valencianas.
Según consta en las investigaciones, García compró propiedades y pagó parte de la boda de su hija con el dinero de las comisiones, y suyos son los correos en los que le pregunta si parte del traje para la ceremonia no puede pagarse con «billetitos». El todopoderoso jefe de Gabinete confirmó que, en su presencia, Cotino pidió las ITV y se las dieron, para lo que hubo que amañar el concurso. El juez —«¡¿Pero cómo?!», exclamó— le escuchaba ojiplático detallar cómo hicieron ingeniería «fina» para pasar los controles.
Igual que abrió los ojos como platos cuando Francisco Grau, asesor fiscal de Zaplana, profesor de Economía de la Universidad de Alicante, intentaba escapar de la acusación de «cerebro financiero de la trama». «El que ha armado todo este tinglado», según
Grau no ha traicionado a Zaplana pero se despachó ante el tribunal con frases rebosantes de soberbia como: «Yo creo que ya se lo he explicado, pero hoy estoy en forma desprendida y se lo voy a repetir». El mismo tribunal que ha de dirimir sobre si él ocultó el dinero de las comisiones —20 millones entre las ITV y las eólicas— en paraísos fiscales y creó sociedades para blanquearlo en un ático en Altea, un piso en Madrid o en un barco. Tanto se lió, soberbio, que metió en un lío a Zaplana. El día anterior, según los medios, le había advertido a «Podías haber omitido lo de los cinco millones de Andorra. Te recuerdo que mañana me toca a mí». Y éste le había respondido: «Tranquilo, vendré con chaleco antibalas». Un peliculón en busca de género.