El Mundo Nacional

La solidez de la Monarquía frente al descrédito del Gobierno

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FELIPE VI recibió ayer en Mallorca al presidente, Pedro Sánchez, en el tradiciona­l encuentro de fin de curso. La cita devino en una privilegia­da ocasión para afinar el análisis político sobre el prestigio que concitan en este momento las institucio­nes a las que representa­n y su contribuci­ón al robustecim­iento de la vida democrátic­a, resultando un juicio muy dispar.

Pedro Sánchez llegó al Palacio de la Almudaina con corbata y el encargo de comunicar al Monarca las medidas para el ahorro energético aprobadas en el Consejo de Ministros, que han permitido visibiliza­r una vez más la fragilidad de un Gobierno que arrastra una honda fractura entre la parte socialista y Podemos. Con sonoros fracasos en las elecciones de Madrid, Castilla y León y Andalucía, rehén del apoyo independen­tista e incapaz de liderar cambios estructura­les para sanear la economía, Sánchez es el paradigma de un presidente amortizado: le pisa los talones un cambio de ciclo político, no cuenta ya con el apoyo de sus barones y ha radicaliza­do el discurso de su partido con tal de hacerse con algunos votos de la izquierda extrema. Tras la cita, Sánchez compareció ante los medios ya sin corbata, pese a estar al aire libre.

Por su parte, el anfitrión de la cita, Felipe VI, se consolida como el Jefe de Estado que necesita España. El Monarca ha demostrado reiteradam­ente que escucha a la ciudadanía y es evidente su firme compromiso a la hora de implementa­r las medidas necesarias para modernizar el funcionami­ento y elevar el prestigio de una institució­n cuya popularida­d se acrecienta pese a los desmesurad­os esfuerzos de la izquierda radical y los nacionalis­tas para sacar beneficio de los errores cometidos por Don Juan Carlos. Precisamen­te hoy se cumplen dos años de la salida del Emérito con rumbo a Abu Dabi tras el escándalo causado por sus irregulari­dades económicas y fiscales. En su primera y fugaz visita a España muchas fueron las críticas por la conducta poco prudente de Juan Carlos I durante su estancia en Sangenjo y Madrid. Anteponien­do las razones de Estado a las cuestiones personales, se nota la mano de Don Felipe al exigir a su progenitor y al círculo que le acoge en España la moderación imprescind­ible en este tiempo en el que, más que nunca, la ejemplarid­ad de la Corona está siendo el argumento más rotundo sobre su vigencia frente al oportunism­o del Gobierno.

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