“La justicia nos ha victimizado doblemente”
MADRID El recuerdo de Izaskun Acosta de ese día en el que todas las líneas quedaron pulverizadas. «Yo tenía 16 años y dentro de una sesión de fotos de las habituales, él fue más allá. Puso una cámara de vídeo, se quedó desnudo. Hay tocamientos, quiere que le toque a él que está excitado con una niña desnuda a la que conoce... No hubo penetración que yo recuerde. Pero mi memoria llega hasta un punto de la sesión, no hasta el final. Me autoconvencí de que había salido de allí molesta, pero sinceramente, no lo sé. Sólo sé que salí pensando: ‘no puedes contarle esto a nadie en absoluto’ y he estado 26 años con eso bloqueado en mi memoria». Izaskun Acosta es una de las personas que ha logrado meter en prisión a Kote Cabezudo, conocido fotógrafo donostiarra, bien relacionado con gente poderosa de la ciudad, que ha sido condenado en junio a 28 años de prisión después de 30 años de abusos sexuales y violaciones silenciadas.
Izaskun, una mujer valiente, es de todas sus víctimas la única que se enfrentó al depredador sexual cara a cara en el juicio, la única que ha salido con su nombre públicamente a señalarlo; también en el documental En el nombre de ellas de la productora Sr. Mono, que Disney+ estrenará el 23 de octubre y en el que otras víctimas —en el proceso se presentaron 22— aportan su testimonio. «Estoy segura de la necesidad que esta sociedad tiene de que se hable alto y claro del abuso», dice, después de haber superado décadas de secretos, de sentimiento de culpabilidad y de infierno íntimo y personal.
Izaskun se encontró con Cabezudo por casualidad. En un maldito día de playa. Él había puesto un anuncio en el periódico solicitando modelos para hacer fotos, una amiga de Izaskun respondió, se vieron todos en la playa, él les dio el contacto y la joven acabó en el estudio del fotógrafo de 42 años después de que sus padres firmasen un documento de consentimiento. «Empezó sutilmente a hacer fotos con ropa, pero siempre iba al escote. Después te decía que te quitaras el sujetador para que no hiciese marcas en el atuendo. Iba dándote confianza, presentándolo todo como algo artístico, natural, hasta que las fotos acabaron siendo sin ropa. Yo sabía que lo que estábamos haciendo no estaba del todo bien. Pero lo hubiera podido defender ante mis padres».
A sus 15 años, aceptó el trabajo, razonablemente bien pagado y por horas, «por la experiencia de aprender de un fotógrafo profesional y también para ir ganándome un dinerito» y, cuando ya llevaba un año, Cabezudo fue más allá. Aunque sea complicado de entender desde fuera, Izaskun dejó pasar un tiempo y luego regresó. «Eres una niña por muy madura que te sientas, piensas que lo puedes resolver y que el modo de resolverlo es decir ‘aquí no ha pasado nada’, tenía la necesidad de que nadie sospechara lo que había pasado». Ni se planteó que otras chicas estuvieran pasando por lo mismo, se sintió aislada frente a la reputación de un hombre conocido. Espació las visitas hasta que dejó de ir a los 18 .
Marchó a estudiar a Madrid y creyó haberlo dejado todo atrás. Tenía ciertos problemas con sus relaciones íntimas, secuelas, pero Izaskun los atribuyó a otro abuso que sufrió a los once años, por un desconocido, en el ascensor de su casa. Hasta que una amiga le mandó el vídeo viral que sobre Kote Cabezudo había realizado quien más tarde sería su abogado, Mario Díez, el 8 de marzo de 2018. «Fue entonces cuando me di cuenta de la magnitud de lo que este hombre había hecho», relata Izaskun.
Mario Díez llevaba desde 2013 peleando contra todo. Ese año, la denuncia interpuesta por una mujer fue por estafa. En 2015 se personaron las primeras víctimas de portografía infantil. Durante cinco años, todas las peticiones de prisión provisional sobre el fotógrafo cayeron en saco roto. Nadie realizó el más mínimo esfuerzo por retirar siquiera el material pornográfico que había difundido por las redes. En el documental, según cuenta Izakun, hay un momento en el que dos niñas de 13 años se lamen los genitales y la juez Ana Isabel Pèrez dice que no es abuso ni pornografía, mientras el abogado de Cabezudo lo atribuye a un gesto de amistad profunda». Todo eso fue lo que Díez denunció.
La situación se desbloquearía cuando la juez al frente de la instrucción fue apartada del caso. Pero antes de eso, Izaskun envió un correo al abogado para decirle que «yo fui una de las mujeres abusadas». Fue la primera vez que verbalizó lo que le había ocurrido. «Me derrumbé completamente. Y me di cuenta del daño que me había hecho guardándomelo. La agresión a los 11 años había sido dura pero fortuita y violenta, yo no me había expuesto. Kote me engañó y yo me sentí culpable porque no lo vi venir y no supe frenarlo. Entonces tampoco se tenía la conciencia, ni las leyes, ni la sociedad estaba sensibilizada. Había un campo libre para que una persona bien relacionada esté 30 años cometiendo abusos». Mario Díez le dio la importancia que merecía a un testimonio que demostraba que los abusos y las violaciones se retrotraían al año 1990. Sin embargo, para su desesperación, descubrió que su caso había prescrito. Todos los inconvenientes se convirtieron en revulsivos hasta querer dar la cara. Se creció, del mismo modo que se creció en el juicio. «Él no levantó la cabeza, no tuvo el valor de mirarme», recuerda.
Pese a la condena de 28 años de prisión que recayó sobre Kote Cabezudo en junio, Izaskun, no está satisfecha. Por cómo se han contabilizado las condenas, porque cree que Cabezudo sigue moviendo los hilos desde prisión y pretende salir en libertad con la información comprometedora sobre la gente influyente que acudía a sus fiestas y «colaboraba» en sus delitos —«Esto no ha hecho más que empezar», dice—. Pero sobre todo porque le parece necesario denunciar y reivindicar varias cosas. Denunciar «el abuso sufrido por parte de la Justicia que no nos ha tomado en serio, nos ha revictimizado». También que los políticos no han movido un dedo. Y reivindicar: «No podemos seguir tratando el abuso como un tabú y ocultarlo», insiste.
No teme al rechazo al exponerse con sus denuncias de este modo. «Si me juzgas, el problema lo tienes tú. Estoy muy segura de la necesidad que esta sociedad tiene de que se hable alto y claro del abuso. La gente que me quiere, me apoya incondicionalmente», sostiene. Y así acaba, Pergeñando el próximo alegato.
Izaskun tenía 16 años cuando fue abusada y es la única que se atrevió a encararse en el juicio con Kote Cabezudo. “Yo era una niña... y él conocía a toda la gente importante de Donosti”, dice. “Esto acaba de empezar”, advierte
Ahora se estrena un documental sobre el depredador condenado a 28 años
Hubo 20 denuncias contra el fotógrafo. Muchas más no se atrevieron a hacerlo