«Si Putin logra algo de la guerra, lo hará otra vez»
Mantas Adomenas (Vilna, 1972) nació en la URSS y hoy considera a Moscú la gran amenaza para su país. Doctor en filosofía clásica por Cambridge, escribió la tesis Las fortunas fluctuantes de Heráclito en Platón, pero como viceministro de Exteriores de Lituania su misión es que no fluctúe la determinación occidental ante el ataque ruso a Ucrania.
Pregunta.– Lituania lleva años avisando de que Rusia es la gran amenaza de seguridad para Europa. ¿Se sienten al fin reivindicados en 2022?
Respuesta.– Sin duda nos sentimos unas Casandras: profetizando pero nunca escuchados. Vimos las señales incluso antes de la invasión de Georgia. Fue en 2007, cuando Putin dio su discurso en la Conferencia de Seguridad y habló de restablecer la Unión Soviética. Muchos líderes occidentales lo tomaron como la reacción de un adolescente enfadado que trata de llamar la atención diciendo cosas indignantes.
P.– Y entonces vino la invasión de Georgia.
Viceministro de Asuntos Exteriores de la República de Lituania
R.– Y pasó lo mismo. Se consideró amortizado el asunto, culpando en parte a [el presidente georgiano Mijail] Saakashvili. Fue un signo de ceguera.
P.– Con Ucrania sí hubo una reacción. ¿Por qué?
R.– 2014 fue el año que abrió los ojos con la anexión de Crimea y la ocupación del este de Ucrania. Desgraciadamente, nos sentimos reivindicados, preferiríamos que no fuese así. Los políticos occidentales han aprendido la lección y se han dado cuenta de que no se puede confiar en los regímenes autoritarios o pacificarlos a través del comercio: se van a convertir tarde o temprano en enemigos, aunque usen el pragmatismo durante un tiempo.
P.– Ahora todo el mundo está preocupado por Ucrania. ¿Qué le inquieta a usted?
R.– Ahora, la gran preocupación para mí es cómo acaba la guerra, porque habrá presión para volver al business as usual. No podemos actuar como si nada hubiese pasado a no ser que Rusia sufra un cambio profundo.
Si no, estarán preparando el siguiente episodio con invasión. Tal vez Kazajistán, tal vez los países bálticos…
P.– Había razones para pensar que los negocios abrirían el paso a la democracia, y viceversa. En los países bálticos funcionó.
R.– Esta guerra es resultado de una modernización incompleta de Rusia: ésta es la raíz del problema. Confiar en el capitalismo como único agente de cambio no funcionó. No hay razones por las cuales los cambios económicos tengan que traer cambios políticos. No pasó con China, es más totalitaria que nunca aunque tenga elementos del mercado libre. Y tampoco funcionó con Rusia. La diferencia es que en Lituania además de las reformas de mercado hubo reformas políticas, mientras que en Rusia se privatizaron los activos estatales y Occidente dijo: es suficiente.
P.– ¿Fuimos conformistas?
R.– Era lo más fácil, eran los noventa. Con Fukuyama, el fin de la historia, la democracia liberal moldeando el mundo. Pero no fue el caso.
P.– ¿Cuándo se torció todo en Rusia?
R.– En los últimos años de [el presidente ruso, Boris] Yeltsin. Los resultados de las elecciones de 1996 fueron fabricados. Y las tendencias autoritarias se reforzaron.
P.– Y hoy seguimos comerciando con China y viendo a ver qué pasa.
R.– Estamos repitiendo lo mismo. Pensando en el cambio a través del comercio, y no funciona. Es solo una manera de disimular nuestros intereses. El capitalismo puede coexistir con el autoritarismo, y no cambia mentalidades. Tuvimos una oportunidad en los noventa, y fallamos.
P.– En España la gente sintió el inicio de la guerra de febrero como un shock. ¿Cómo lo vivió tan cerca, por pasado y por geografía, de Ucrania?
R.– No puedo hablar como un típico lituano, porque teníamos la información [de los servicios de Inteligencia de Estados Unidos].
P.– Y fueron de los pocos países que la creyeron desde el principio.
R.– Confiamos en esas informaciones, sabíamos que no era retórica, ni unas maniobras como las de 2021, que acabaron con una cita de Biden y Putin en Ginebra: esta vez era de verdad. La cuestión era cuándo.
P.– ¿Qué lección debería sacar Europa?
R.– Es importante que este shock nos haga ver que con Rusia puede ocurrirle algo así a cualquiera. Hemos vuelto a esta locura de mediados del siglo XX. Putin en el Kremlin es
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