El frío dispara las deserciones rusas
Moscú monta una red de prisiones en sótanos para obligar a los reclutas a volver al frente
Durante semanas hemos visto, en vídeos grabados por ellos mismos, a reclutas civiles rusos quejándose por el equipo entregado por su ejército, con cascos de la Segunda Guerra Mundial, chalecos antibalas chinos que no aguantan ni un perdigón y viejos fusiles de cerrojo Mosin Nagant que parecen salidos del acorazado Potemkin. Además, fueron acuartelados en lugares infames e insalubres para recibir escaso o nulo entrenamiento durante dos semanas. Algunos llegaron a revelarse contra sus oficiales por haber disparado tan solo un peine de balas contra una diana. Después de eso, muchos fueron abandonados en posiciones defensivas en el frente, sin ropa de abrigo, sin comida y sin órdenes. Hablar de carne de cañón es quedarse corto.
El maltrato al soldado tiene consecuencias: los informes de deserciones se multiplican, especialmente en el frente norte, donde el frío ha llegado con más fuerza. Algunos se entregan a los ucranianos casi sin luchar y otros son detenidos por sus propios compañeros al abandonar sus posiciones. Es el caso de unos 30 supervivientes del regimiento 359, que en otro vídeo denuncian con la cara tapada cómo fueron abandonados por sus mandos en la orilla izquierda del río Dnipro (Dnieper, en ruso) con órdenes de repeler un ataque de las baterías de artillería ucranianas armados sólo con AK47. Con ataques de precisión guiados por un dron, fueron triturados por los ucranianos, que hicieron muchas víctimas.
En la ciudad ocupada de Zaitsevo, región de Lugansk fronteriza con Rusia, hasta 300 prisioneros han sido encerrados en los sótanos de la casa de la cultura, según denuncia el colectivo independiente Astra. Están presos por «negarse a volver al frente», según asegura la esposa de uno de ellos, que explica que cada día «crece el número de detenidos». Las condiciones de cautiverio son terribles. Reparten una ración de comida por cada cinco o seis reclutas. Otros medios independientes rusos, como Meduza, llevan semanas denunciando que el Ejército ruso está castigando con mucha dureza a los soldados que se niegan a luchar, con torturas y privación de alimentos hasta que accedan a volver al frente.
Una de las unidades detenidas fue desplegada en la línea defensiva entre Svatove y Kremina, en plena ofensiva ucraniana. El 20 de octubre se les asignó una posición y fueron bombardeados por las tropas ucranianas día y noche, con temperaturas bajo cero, pero sin recibir comida, municiones o tener comunicación con sus oficiales.
El 28 de octubre abandonaron sus trincheras a pie y llegaron, tras un día entero de marcha, a Starobilsk, en la frontera con Rusia, con 60 kilómetros de esfuerzo en sus piernas. Allí fueron detenidos y conducidos a su presidio, donde coincidieron con otros grupos llegados de Kolomyichykha. Según denuncian muchas mujeres de militares rusos, hay otras prisiones improvisadas llenas de reclutas detenidos en sótanos de otras localidades como Staromlynivka, Rubizhne, Kremina, Dokuchaevsk o Perevalsk, una red de prisiones que se extiende por los territorios ocupados de Lugansk y Donetsk.
Hacinados en el suelo y usando un cubo para hacer sus necesidades, estos reclutas no saben cuánto tiempo estarán allí porque el objetivo de los oficiales es obligarles a combatir cueste lo que cueste. La desmotivación de esta tropa explica en parte las derrotas militares del ejército ruso, tanto en el caso de los militares profesionales como de los reclutas.