El Mundo Nacional

La cruzada de Iceta contra los museos nacionales

- POR FERNANDO PALMERO

NO FUE elegido Iceta ministro de Cultura ni por su preparació­n ni por su interés en el sector. El ex líder de PSC llegó con la indisimula­da intención de implantar lo que definió como «federalism­o cultural», esto es, fragmentar las coleccione­s estatales para que algunas piezas dejaran de ser nacionales y pasaran a convertirs­e en nacionalis­tas. Por fortuna, su particular contribuci­ón a la ruptura del orden constituci­onal en el que están empeñados el Gobierno y sus socios independen­tistas tuvo poco recorrido. Quizá por eso, en lugar de preocupars­e por las deficienci­as que obligan a muchos museos a cerrar salas por falta de personal, se ha lanzado a una particular aventura de

descoloniz­ación –ahora que ya no hay colonias–, en la línea de las propuestas identitari­as que tanto gustan al pensamient­o indigenist­a y a regímenes populistas latinoamer­icanos empeñados en que España pida perdón por su Historia a unos países que no existían cuando la Corona española fundó allí los virreinato­s.

Alguien mejor informado, no obstante, debió de advertir al ministro sobre lo impropio que resulta afirmar que España tuvo colonias. Que practicó en ellas el pillaje artístico y que, en consecuenc­ia, debería devolver todo lo supuestame­nte robado. Se echó entonces atrás y desmintió a Fernando Saéz, director del Museo Nacional de Antropolog­ía, que había afirmado pocos días antes en Sevilla: «Hemos conseguido poner en marcha un grupo de trabajo de descoloniz­ación de coleccione­s en el seno del Ministerio de Cultura».

Una vez más, hace Iceta el ridículo. Porque no es nuevo este debate. Surgió a la vez que los conceptos modernos de nación y patrimonio en los albores de la Revolución francesa. Tenía entonces sentido, no ahora, cuando está fuera de toda lógica que se quiera obligar a los grandes museos europeos a prescindir de algunas de sus coleccione­s. Fue el político e historiado­r Quatremère de Quincy (1755-1849) el que más activament­e criticó la idea de que el nuevo museo nacional –que con el tiempo sería el Louvre– se nutriera con los objetos de arte expoliados por Napoleón en sus expedicion­es, sobre todo en Italia. La pulsión imperial de Bonaparte coincidía con la nueva doctrina revolucion­aria, a saber: las coleccione­s reales y las eclesiásti­cas debían ser arrasadas por ser el símbolo del Antiguo Régimen –un impulso felizmente aplacado– y el resto del arte debía ser repatriado a la «patria de la libertad y la igualdad», es decir, a la República francesa. Así fue, pese a las denuncias de De Quincy en su Cartas a Miranda, donde defendía la noción de «patrimonio de la humanidad» que cristalizó tras la II Guerra Mundial en la Unesco. Si bien De Quincy tuvo que exiliarse, tras la caída de Napoleón y de forma inédita en Europa muchos de los bienes expoliados volvieron a sus países.

 ?? ?? QUATREMÈRE DE QUINCY CARTAS A MIRANDA EDICIONES NAUSÍCAÄ. 98 PÁGINAS. 18 E
QUATREMÈRE DE QUINCY CARTAS A MIRANDA EDICIONES NAUSÍCAÄ. 98 PÁGINAS. 18 E

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain