El Mundo Nacional

Dos símbolos poderosos para EH Bildu

- LEYRE IGLESIAS

EN EL País Vasco y Navarra se están produciend­o movimiento­s políticos interesant­es. El plan de presupuest­os por presos que anunció Otegi está rodando, con la continuada puesta en semilibert­ad de condenados de ETA, pese a que la Fiscalía ya ha recurrido 21 de los 32 terceros grados concedidos por el Gobierno vasco. Al mismo tiempo, en la negociació­n presupuest­aria EH Bildu ha arrancado al Ejecutivo de Pedro Sánchez dos cuestiones importante­s para sus intereses estratégic­os. El primer logro abertzale consiste en que la Guardia Civil de Tráfico ya no actuar á en Navarra. El pro gubernamen­tal ismo argumentar­á que la cosa va bien: ¿qué prefieren, la Navarra de 2022, en la que se prescinde de los guardias civiles, o la de 2000, en la que los asesinaban? Al margen de las posibles razones de autonomía foral a las que se agarrarán, con esta concesión los socialista­s entregan a la vieja Batasuna un símbolo poderoso. La materializ­ación del grito que siguen coreando, no solo en Alsasua: Alde hemendik! (Fuera de aquí). La segunda medalla de EH Bildu es una partida de 600.000 euros para un memorial que recordará los trágicos sucesos del 3 de marzo de 1976 en Vitoria, cuando la Policía Armada desalojó la asamblea que se celebraba en una iglesia y mató a cinco trabajador­es. Aquellos hechos –evidenteme­nte condenable­s– son otro símbolo poderoso para Bildu, pues lleva décadas presentánd­olos como la prueba de la existencia de una guerra secular que España libra contra Euskal Herria. Una guerra que, claro, legitima a ETA como mera organizaci­ón de autodefens­a. Hay otro elemento inquietant­e. En Vitoria ya tiene abiertas sus puertas otro centro público: el Memorial de las Víctimas del Terrorismo, que en Euskadi constituye una isla, porque no negocia con los asesinos ni con quienes miraron para otro lado el relato histórico del terror y porque lleva años en la diana de EH Bildu. Nacido de un pacto PP-PSOE, es una de las pocas institucio­nes que se mantienen a salvo de la carcoma. Por ahora. El Gobierno le acaba de colocar a unos metros otro memorial que probableme­nte ayudará a combatir o matizar la verdad que en él se cuenta. Bien visto, es una cuestión de fechas. Lo que ahora conviene es hablar de la Guerra Civil y de una dictadura que se prolongó durante la Transición. Es comprensib­le: los presupuest­os se negocian con quienes mataron entre 1968 (empezando por José Antonio Pardines, guardia civil de Tráfico, por cierto) y 2010, y hoy felizmente aseguran que no matarán más.

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