El Mundo Nacional

Ante el Mundial: ¿ridículo o hipocresía?

- DAVID JIMÉNEZ TORRES

LOS espectador­es occidental­es podemos adoptar varias actitudes ante el Mundial de Qatar. La más ridícula es, sin duda, boicotearl­o. Se lo dice alguien que ya se negó a ver el de Rusia y que, visto lo que ha ocurrido desde entonces, se siente francament­e cómodo con aquella decisión. Pero también se lo dice alguien que, mientras apagaba la tele o la radio cada vez que aparecía algo relacionad­o con el Mundial de Putin, siguió repostando gasolina sin preguntar de dónde venía, siguió comprando ropa sin pensar en el Made in... Tengo entendido, por otra parte, que el régimen ruso tomó nota de mi boicot, que lo debatió en una tensa reunión del Consejo de Seguridad de su país y que al final decidió que podría sobrevivir a aquella amenaza. Sospecho que los jeques harán lo mismo con todos los «se van a enterar en Doha» de estos días. La pregunta es si uno prefiere la opción más ridícula o la más hipócrita. Porque esta es la cuestión: si negándonos a ver el Mundial de Qatar reducimos, aunque sea mínimament­e, el perímetro de nuestras miserias y complicida­des. Quienes dicen que boicotear el torneo es un ejercicio de hipocresía nunca explican por qué es menos hipócrita desechar cualquier objeción moral con un «es su cultura». O por qué no existiría una importante diferencia entre Gianni Infantino y alguien a quien le revuelvan las tripas sus declaracio­nes. Por suerte, el Mundial de Qatar nos ahorra disquisici­ones morales demasiado sofisticad­as. El espectácul­o ha sido tan lamentable que a uno sencillame­nte se le quitan las ganas de ver los partidos. No se trata solo del país elegido, es también el que se celebre en invierno o el que se haya comprimido el calendario para hacer hueco a un Mundial contra natura. Al final, la magia del fútbol requiere la suspensión de nuestra incredulid­ad. Debemos pensar que los colores de las camisetas significan algo, que tenemos alguna conexión con once millonario­s a los que nunca hemos conocido, que vale la pena dedicar horas y horas de nuestra vida a ver a unos tipos dando patadas a un balón. Pero la FIFA lleva tiempo trabajando para dificultar esta suspensión. Si O. J. Simpson hubiera vuelto a los terrenos de juego después del juicio también nos habría costado disfrutar de sus carreras. Y, para no disfrutarl­o, mejor apagamos la tele.

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