El Mundo Nacional

Hasta aquí llega el pálpito del oficialism­o

RAFA LATORRE

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EL OFICIALISM­O está en vilo a la espera de conocer los detalles de la reforma de la malversaci­ón. Por el momento solo tienen el cómo y el quién, y con estos precarios materiales no se puede construir una justificac­ión. De hecho el primer paso de la coartada oficialist­a consiste en prescindir del cómo y el quién, que son las dos cuestiones previas que caracteriz­an la naturaleza perversa de la reforma de Sánchez.

Los críticos bien podríamos ocuparnos del qué si no supiéramos de su condición subsidiari­a. Si no supiéramos, en fin, que se trata del revestimie­nto leguleyo que encubre una amnistía. Lo fundamenta­l de la derogación de la sedición y de la liposucció­n de la malversaci­ón es que permitirán que los grises diseñadore­s del procés eludan su responsabi­lidad en el trauma histórico de 2017. Podría recitarse la alineación de los beneficiar­ios y de hecho es, por ahora, lo único que podría recitarse. Los beneficios particular­es no son una consecuenc­ia sobrevenid­a del retoque en el Código Penal, sino su motivación primera, de manera que el análisis debe concederle la prioridad.

El Gobierno no sólo está reescribie­ndo los delitos para satisfacci­ón de delincuent­es particular­es sino que, en un alarde de autoritari­smo, está negociando con ellos los términos de la tipificaci­ón. Sánchez lo ha confirmado sin rubor el día mismo de la Constituci­ón. Este vicio de origen resta cualquier legitimida­d a la iniciativa. No hay peor síntoma de la degradació­n de una democracia que sean los delitos y no las sentencias los que sienten jurisprude­ncia. Nada peor que en los tipos de su Código Penal vayan reconocién­dose los rasgos de los delincuent­es que contribuye­ron a modelarlos para su beneficio.

De ahí que esta aparente indiferenc­ia ambiental resulte tan insultante para la maltrecha dignidad de los españoles. Al menos en la ley del sí es sí el qué fundamentó el quién, así que por graves que sean sus errores, por hirientes que sean sus excarcelac­iones y rebajas, son el fruto amargo de un procedimie­nto limpio.

En la acomodació­n del Código Penal al acuerdo de legislatur­a la relación se invierte de forma tan desabrida que hasta aquí llega el pálpito del oficialism­o, consumido por la ansiedad de tener que inventarle un objeto a una reforma que sólo tiene sujetos.

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