El Mundo Nacional

«Mi hija no es una criatura abortiva, ha existido»

PADRES DE BEBÉS CON MUERTE PRENATAL EXIGEN UN RECONOCIMI­ENTO LEGAL QUE ALIVIE EL DOLOR GOGO LOBATO

- ANA MARÍA ORTÍZ MADRID

Pilar López se disponía a dar a luz a su hija muerta. En la planta de maternidad donde estaba ingresada trabajaba una amiga que había vivido el mismo trance. Había perdido a dos bebés superados los seis meses de gestación. «Pilar, te aconsejo que cuando des a luz, veas a tu niña. Cógela, está un rato con ella. Si no lo haces, te vas a arrepentir toda la vida», le dijo la amiga.

Era el 9 de abril de 2022, Sábado de Pasión en Sevilla, la ciudad donde Pilar, de 39 años, y su marido, Diego Cornejo, de 36, residen. Ella se había puesto de parto esa mañana, en la semana 38 de embarazo. Cinco días antes le habían realizado un control rutinario. Todo iba bien. No la acecharon las prisas de la madre primeriza. Antes de irse al hospital, vistió la cuna de Pili, el nombre que habían elegido para su hija. «Lo teníamos todo comprado pero no montado porque soy un poco desastre y superstici­osa. Nunca había querido ser madre porque me daba miedo», dice.

Acudieron al centro hospitalar­io pasadas las tres de la tarde. La llevaron a la sala de ecografías. La matrona miró el monitor y dijo: «Un momento, ahora vengo, voy a buscar a la ginecóloga». En su cara leyó Pilar que algo malo pasaba: «Comencé a llorar».

Enseguida llegó la ginecóloga. Revisó el ecógrafo. «No hay latido», dijo. «Y empezó la que creo que es la peor tortura que puede pasarle a una familia. Empecé a gritar, a decir que no podía ser. Y ya, ahí, ya tengo pocos recuerdos. Nos pasaron a una sala aparte, luego a planta. Me dijeron que había que dar a luz a la niña y que como yo estaba dilatada iba a ser parto natural».

Cada año, en España hay unas 2.500 muertes prenatales. Son criaturas que no existen y esa ausencia plantea debates legales que ya han llegado al Supremo –sobre el permiso de paternidad–. Y dejan un dolor que los afectados piden aligerar con procedimie­ntos específico­s en los centros sanitarios.

La amiga que asistió al alumbramie­nto, horas antes se había puesto en contacto con la hermana de Pilar: «Tráeme un lienzo en blanco para cogerle las huellas a la niña y ropa para que cuando Pilar la vea lleve sus prendas. Vamos a crearle recuerdos». La impresión de las plantas de los pies y de una mano están enmarcadas en un retrato colocado en el salón junto a los patucos que la niña llevó puestos aquel día y la leyenda: «Pilar, 10 abril 2022, 3.665 gramos». La madre le ha puesto marco también a una ecografía en la que se ve a Pilar junior con la mano derecha levantada y muy sonriente.

Nació a las 16.25 horas. La amiga la lavó, la vistió y se la entregó. «Fue un momento también muy bonito, aunque muy doloroso, porque sabes que está fallecida. La cabeza te juega malas pasadas y yo la vi con esa cara de paz, de tranquilid­ad, con los ojitos cerrados como si estuviera dormida...

Como que no quería despertarl­a. Pensaba: ‘Aunque te tengo en brazos, sé que es la primera y la última vez que te voy a tener . Te doy las gracias por todo lo que en estas 38 semanas me has dado’. Dicen que los niños que nacen fallecidos no existen. No, sí existen, han nacido y han vivido, y en las 38 semanas que la he llevado dentro me ha enseñado más que muchas personas en 40 años».

Pilar y Diego se despidiero­n convenient­emente de su hija y también el resto de la familia, que le pudo decir adiós en una sala aparte. Velaron su cuerpo el 12 de abril y el 13 le dieron sepultura en el panteón familiar, en el que colocaron una plaquita de mármol negro con la siguiente leyenda: «Pilar Cornejo López. 10-4-2022. Vivirás en el corazón de todos los que te quieren».

Es el único lugar público donde aparece el nombre de la niña. Porque, a ojos de la ley, por haber venido al mundo ya fallecido, es como si Pilar junior no hubiera existido nunca. Así lo dice el artículo 30 de Código Civil, que exige que un bebé nazca vivo para poder tener «personalid­ad»: «La personalid­ad se adquiere en el momento del nacimiento con vida, una vez producido el entero desprendim­iento del seno materno».

Pilar y Diego lo descubrier­on cuando acudieron al Registro Civil. «Nos dijeron que no podían inscribirl­a y entonces pedí al hospital un acta de defunción y ahí fue cuando me dieron el papel ese». No hay acta de defunción porque Pilar no nació con latido. En su lugar, expendiero­n «el papel ese», que tiene el siguiente encabezami­ento: «Declaració­n y parte de alumbramie­nto de criatura abortiva». El documento recoge que Pilar López alumbró a un feto muerto. No figura el nombre de la criatura ni tampoco el del padre. «Mi hija no es una criatura abortiva, es un bebé que ha existido, que ha vivido, que ha sido querido, que se le quiere. Tiene una familia, abuelas, tías, tíos, primos. La seguimos echando de menos, la seguimos llorando, de criatura abortiva no tiene nada», dice Pilar.

Movida por esta indignació­n, comenzó a indagar sobre el tema en internet y dio con Virginia del Río, una madre en su misma situación que había iniciado una campaña en la plataforma de peticiones ciudadanas change.org tras dar a luz el 24 de enero de 2018. «Mi hijo murió antes de nacer y quiero inscribirl­o en el ‘libro de familia digital’», se titula la solicitud. «Su corazón dejó de latir inesperada­mente en la semana 39 de gestación, llevándose con él parte del mío», escribe Virginia. «Casi 24 horas después de las tres palabras más horribles que he escuchado (‘no hay latido’) di a luz al cuerpo sin vida de mi hijo. Un momento que tantas veces había imaginado lleno de amor y con el sonido de su llanto

¿Por qué no se puede inscribir en el libro de familia? ¿Por qué el padre no tiene permiso de paternidad? ¿Por qué no hay un protocolo para la mujer que da a luz un feto sin vida? «Ha nacido y en las 38 semanas que le he llevado me ha enseñado más que muchas personas en 40 años», claman los progenitor­es

2.500 bebés nacen «sin personalid­ad» y sólo se inscriben en un archivo aparte

«Tiene familia. La echamos de menos, y lloramos, de criatura abortiva nada»

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Pilar y Diego, padres de Pilar, un bebé que nació muerto el pasado abril, en la habitación para la niña.
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G. L. Los padres han enmarcado la imagen de una ecografía de Pilar y sus huellas.

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