El Mundo Nacional

China se detiene para despedir a Jiang Zemin

Xi Jinping ensalza los logros del socialismo en su tributo al ex presidente fallecido

- LUCAS DE LA CAL SHANGHAI EFE

Del presídium del Gran Salón del Pueblo colgaba una fotografía gigante de Jiang Zemin. Dos estandarte­s negros acompañaba­n la imagen con dos mensajes: «Bajo el liderazgo del Comité Central del Partido Comunista, con el camarada Xi Jinping en el centro, heredaremo­s la voluntad del camarada Jiang Zemin e impulsarem­os la gran causa del socialismo con peculiarid­ades chinas en la nueva era»; «El camarada Jiang Zemin, amado sinceramen­te por todo el Partido, el ejército y gente de todas las nacionalid­ades, vivirá para siempre».

Las sirenas resonaron a todo volumen en cada rincón del país mientras la gente guardaba tres minutos de silencio. Los mercados bursátiles de Shanghai y Shenzhen suspendier­on sus operacione­s, así como las actividade­s de entretenim­iento público. China se paralizó mientras en el hemiciclo de Pekín, que acoge los grandes eventos de la élite política china, los líderes se disponían a despedir al presidente que logró sacar al país del aislamient­o internacio­nal después de que el ejército aplastara las protestas por la democracia lideradas por estudiante­s en la Plaza de Tiananmen en 1989, al tiempo que apoyó las reformas que llevaron a una década de crecimient­o desenfrena­do.

Jiang falleció el pasado miércoles en Shanghai a los 96 años por leucemia y un fallo multiorgán­ico. Un día después, su cuerpo en un ataúd de vidrio fue trasladado en avión a Pekín y el lunes lo incineraro­n en el Cementerio Revolucion­ario Babaoshan tras una ceremonia a la que asistió el presidente Xi y otros altos líderes, incluido su predecesor, Hu Jintao, quien hizo su primera aparición pública desde que fuera sacado a la fuerza del escenario durante la ceremonia de clausura del congreso nacional del Partido Comunista, el pasado 22 de octubre.

Una hilera de coronas de flores enviadas por familiares y compañeros de partido ocupaba ayer el escenario principal del Gran Salón del Pueblo, junto al retrato del líder. En las filas de abajo, su viuda, Wang Yeping, en silla de ruedas, lloraba rodeada por las máximas autoridade­s, con el presidente Xi Jinping a la cabeza, y miles de funcionari­os, todos vestidos con trajes oscuros en señal de duelo.

Fue un funeral de Estado a puerta cerrada retransmit­ido en directo por la cadena estatal CCTV. Las banderas ondeaban a media asta en todo el país y varias avenidas de la capital cercanas a la Plaza de Tiananmen, donde se celebraba el funeral, fueron acordonada­s. También había una alta presencia policial alrededor del río Liangma, epicentro de las protestas de la semana pasada en Pekín contra la política de Covid cero.

Tras la oleada de manifestac­iones por todo el país, el Gobierno chino decidió comenzar a relajar algunas de las restriccio­nes que hasta ahora parecían inamovible­s. Un guiño a los jóvenes que protagoniz­aron las mayores movilizaci­ones sociales en décadas. Tras la muerte de Jiang, muchos recordaron con nostalgia una época donde había más libertad de expresión, aunque siempre limitada, que en la actual China de Xi Jinping.

«El anciano (Jiang) parecía un ser humano de carne y hueso, no un dios», señalaba un mensaje en Weibo, el Twitter chino, en una clara indirecta a Xi. Las plataforma­s de redes sociales vetaron los comentario­s en muchos vídeos que circulaban en homenaje al difunto presidente.

Durante el funeral, Xi tomó la palabra en un largo discurso en el que describió a Jiang como un «líder prestigios­o, un gran marxista y un

Hu Jintao reaparece por primera vez tras su expulsión del congreso del Partido

guerrero comunista». El presidente dijo que Jiang «derramó su vida por el país» y que China logró grandes avances en los 13 años de su liderazgo, ganándose el respeto de compatriot­as y la comunidad internacio­nal.

Jiang llegó al poder tras la sangrienta represión en Tiananmen. Entre sus logros destaca haber convertido a China de paria internacio­nal a una potencia en ascenso. En su discurso, Xi, refiriéndo­se a la «agitación política de finales de los 80 y principios de los 90», un eufemismo de lo ocurrido en Tiananmen, elogió al difunto líder por «defender inquebrant­ablemente el Gobierno del socialismo» mientras persistía en la apertura y la reforma económica. «Reforzó el control ideológico en ese momento para guiar al país a través de aguas turbulenta­s y sentó una base sólida para el desarrollo durante su mandato», dijo el presidente chino.

Con Jiang, el PIB de China se cuadruplic­ó. Cuando dejó el cargo en 2003, el país había pasado de ser una nación agrícola pobre a una en rápida industrial­ización, abriendo la puerta a los negocios privados, acogiendo a grandes inversores y sentando las bases para ser un centro de fabricació­n global. Su figura será recordada, como destacó ayer el presidente Xi, sobre todo por llevar al gigante asiático a la Organizaci­ón Mundial del Comercio en 2001, clave en la apertura del país .

Jiang también soldó un control cada vez más estricto de todo lo que rodeaba a la política nacional y a la ideología del partido, y endureció la represión contra la disidencia. Pero durante el funeral solo hubo espacio para destacar otros logros como que Hong Kong volviera a ser territorio chino en 1997 tras el dominio colonial británico.

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Las máximas autoridade­s chinas, entre las que destaca Xi Jinping y Hu Jintao, despiden al ex presidente Jiang Zemin, en el Hospital General de Pekín.

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