Mbappé, el Empire State o Iberia
M. DABBOUS / GETTY El fútbol es la punta del iceberg de las inversiones y propiedades de Qatar en el mundo / Su fondo soberano es el segundo mayor inversor del IBEX
El fútbol es la punta del iceberg, lo que ofrece visibilidad a Qatar, sea en este Mundial o en el PSG de Mbappé, pero el tamaño de su conquista en occidente es mucho mayor. Una medida estrategia de inversiones, a través de su fondo soberano, en muchas de las principales empresas del resto del mundo. En España, el capital qatarí asciende a 10.000 millones de euros, cifra que aumentará en 4.700, casi un 50%, por lo que el tejido económico de nuestro país está ansioso por conocer su destino. Iberdrola, Iberia, El Corte Inglés, Colonial o el Grupo Prisa, entre otras, tienen o han tenido a Qatar Investment Authority (QIA) entre sus accionistas, además de contar con propiedades como el Hotel Intercontinental de Madrid o la Marina Port Vell de Barcelona. «Donde creen que hay rentabilidad, invierten, de manera diversificada y sin importarles el tamaño, pero no se irán del fútbol, que les concede una visibilidad excepcional», explica Diego Crescente, investigador y especialista en geoestrategia de los países del Golfo. La visibilidad tiene doble filo, el riesgo de la sobrexposición que ha puesto al Mundial y a Qatar en el foco por la vulneración de los derechos humanos. Pero las operaciones de las empresas son más opacas, y donde habla el dinero, calla la moral.
QIA es el fondo principal del que se derivan verticales como Qatar Sports Investment, que es el que compró el PSG. «Una particularidad de QIA, al contrario que en los países del Gofo y en la mayoría de los del mundo, es que en sus principios dice que las inversiones tienen que producir un retorno al pueblo qatarí, revertir en su población. Sólo el de otro país en el mundo lo explicita de ese modo, Noruega», dice Crescente. Ello permite que exista una población subsidiada y acaudalada, apenas 300.000 habitantes, ya que los beneficios son únicamente para los que tienen nacionalidad qatarí, no para la mano de obra extranjera. Es una de las razones por las que no existe contestación social, pese a la falta de libertades.
Los especialistas sostienen que Qatar tiene reservas de gas para los próximos 200 años. «Es cierto –continúa Crescente–, pero ellos saben que los combustibles fósiles pierden protagonismo en la lucha contra el cambio climático y eso les restará poder, por lo que sus inversiones van orientadas a garantizarse el futuro sin depender de los hidrocarburos. De ahí, su potente inversión en energías renovables en todo el mundo».
Las farmacéuticas, la banca, las
Suisse, City Group o Merryl Lynch son algunas de las grandes firmas internacionales en las que poseen capital. En el caso de IAG, su paquete es del 25%, mientras que son dueños del 20% de Heathrow.
La compra de hoteles o edificios emblemáticos es, asimismo, clave, muchas de ellas a través de Qatar Luxury Group, controlado por la mujer del emir padre y madre del actual, Moza bint Nasser. Los Al-Thani adquirieron el Empire State Building, el Hotel de Louvre, en París, o el Hotel Martínez, donde se celebra la gala del Festival de Cine de Cannes. La alfombra roja que pisan Brad Pitt o Penélope Cruz es de los mismos dueños que la hierba que pisa Mbappé, en París como en Doha. Tiene las mismas manchas.
Las inversiones en España convirtieron a QIA en el segundo mayor inversor extranjero del IBEX por detrás de BlackRock, la gestora de fondos de inversión más importante del mundo. «En España no se han planteado grandes inversiones en el fútbol, al margen de la entrada en la Cultural Leonesa. El PSG es su apuesta y no tendría sentido que lo dejaran tras el Mundial», concluye Crescente.
Invirtieron en su compra, en dos etapas a partir de 2011, unos 100 millones de euros y han gastado más de 1.200 en fichajes desde entonces. Nasser Al-Khelaifi dice que el club no está en venta pero que su precio es de 4.000 millones. El Chelsea se ha vendido por 5.000. Hasta Mbappé podría ser rentable.
LA ALFOMBRA ROJA QUE PISAN BRAD PITT O PENÉLOPE CRUZ, EN EL HOTEL DE CANNES, ES DE LOS MISMOS DUEÑOS QUE LA HIERBA QUE PISA MBAPPÉ