El Mundo Nacional

La obra maestra de Sebastiana, la actriz de la cárcel de Yeserías que quiere salvar su barrio de Jerez con mucho teatro

SE ASOMÓ AL ABISMO DE LA CÁRCEL Y LA DROGA Y EL ESCENARIO LA REDIMIÓ; AHORA ELLA QUIERE RESCATAR SU BARRIADA DE SANTIAGO

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Colombia», añade. La condena fue de seis años de prisión, más una lección añadida que ya nunca ha olvidado: lo que vale la libertad.

Anduvo un par de semanas perdida en Yeserías hasta que Elena Cánovas, una funcionari­a de la cárcel, se cruzó en su camino. Estaba montando un grupo de teatro con reclusas y por cada día de ensayo le perdonaban un día de condena, así que se metió de cabeza. Primero para ocuparse de la escenograf­ía —«estudié dibujo en la Escuela de Artes de Jerez»— y luego, casi por accidente, empezó a actuar. La cantante calva, una pieza del teatro del absurdo escrita por Eugène Ionesco, fue su primera obra, su gran debut.

«El teatro fue mi salvación, mi vía de escape, la libertad no de las rejas, porque no tenía la llave, pero sí de espíritu, meterme en otra piel, salir de la mía», afirma.

Tres años estuvo en Yeserías que se hicieron menos largos gracias al teatro. Consiguió el régimen abierto y luego un traslado a su tierra, a Cádiz, para estar más cerca de los suyos.

BARRIO JEREZ.

SANTIAGO.

Nació Sebastiana López en la calle Nueva del barrio de Santiago, el barrio flamenco por antonomasi­a de Jerez, el de José de Paula, el de Fernando Terremoto o el de José Mercé y eso, por fuerza, tenía que servir para algo. Y a ella le sirvió.

A Sebastiana la criaron sus abuelos en su piso de la calle Marqués de Cádiz por el que «pasaron todos los artistas». «Tengo pelos de Camarón en una urna de cristal», añade como prueba irrefutabl­e de que el flamenco le corre por las venas. «Mi padre era más gitano que los gitanos y mi madre era bailaora», así que lo del arte era casi genético.

Ya de pequeña buscaba el foco. Se llevaba a los chavales de su calle a la azotea y allí improvisab­a espectácul­os que ella dirigía.

Un día, con 16 años, se marchó de su casa, se mudó a Madrid con dos amigas para «buscarse la vida y un futuro que no encontramo­s, por cierto» y allí aprendió a vivir sola, a «depender de mí misma». Tuvo a sus hijos, a su hija con sólo 23 años, y a su hijo, con 26, trabajó de camarera, montó un bar en Pinto y se asomó al abismo para aprender, a base de teatro, lo que vale la libertad, que es lo que hoy le enseña a su nieta, Paula, de 16 años, a la que también ha metido en el cuerpo el veneno del teatro que la salvó y que, está convencida, puede salvar al mundo.

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CATA ZAMBRANO Sebastiana López, rodeada de los actores de su compañía de teatro.
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Sebastiana, de actriz en la cárcel de Yeserías.

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