Israel, Hamas y la pose moral de los rectores
del drama que se vive en Israel y en Gaza
NADA SE SABE de Idan Shtivi desde el 7 de octubre. En su coche yacían ensangrentados Lior y Yulia, amigos con los que intentó huir cuando terroristas de Hamas masacraron a cientos de jóvenes en el concierto al que asistían. Idan es alumno de la Universidad israelí de Reichman, una de las prestigiosas instituciones a las que los rectores de las universidades españolas apuntan en su comunicado sobre Gaza. Produce estupor que esta élite universitaria anuncie «suspender los acuerdos de colaboración con universidades israelíes que no hayan expresado un firme compromiso con la paz y el cumplimiento del derecho internacional humanitario». ¿Exigirán un documento firmado para evaluar el acatamiento del requisito a centros con excelentes académicos cuyos alumnos y compatriotas han sido asesinados y secuestrados por Hamas, docentes e investigadores que sufren desde hace años campañas de intimidación en campus extranjeros que ahora se intensifican?
En Ciencia Política son «problemas inextricables» aquellos que revisten una enorme complejidad, siendo su resolución difícil o imposible. Las decisiones a las que obligan son perversas: colocan a los decisores ante dilemas que inevitablemente tendrán consecuencias negativas sea cual sea la vía elegida. No hay buenas opciones para afrontar los problemas intratables; solo malas pero necesarias elecciones, debido a sus enormes costes sea cual sea la adoptada finalmente.
La respuesta de Israel a los atentados terroristas de Hamas en octubre constituye uno de esos «problemas diabólicos». Más de un millar de israelíes asesinados, centenares de heridos y secuestrados, mujeres violadas, seres humanos quemados en vida en sus propios hogares, un país de nueve millones de habitantes traumatizado y aterrorizado ante la amenaza real sobre su supervivencia. ¿Cuál es la respuesta proporcionada ante el peligro existencial al que se enfrenta Israel? En La maldad política, Wolfe distingue entre la «pose moral» y la «seriedad moral». Los rectores optan por la primera, exigiendo con aparente neutralidad «el cese inmediato y definitivo de las operaciones militares del ejército israelí, así como cualquier acción de carácter terrorista y la liberación de las personas secuestradas por Hamas».
Los rectores pretenden imponer una decisión existencial a una nación obligada a contener y disuadir a Hamas para proteger a sus ciudadanos. Sí, la ofensiva israelí ha causado un desastre humanitario y la muerte de miles de civiles en Gaza. Y sí, continuarán muriendo inocentes como resultado de las acciones militares. Esa es la cruel e inhumana consecuencia del «problema perverso» originado por Hamas. El terrorismo es un conflicto asimétrico basado en la disparidad de recursos de los contendientes. El impacto psicológico del terror en estado puro perpetrado por Hamas, su constante amenaza, es el instrumento con el que el actor más débil pretende explotar las vulnerabilidades de una democracia superior en valores y recursos militares.
Los límites legales y éticos de la reacción israelí son también parte del enfrentamiento asimétrico. La fuerza desatada genera la presión de la comunidad internacional con la que Hamas intenta doblegar a su enemigo. Se suma la coacción ejercida sobre la sociedad israelí con una guerra psicológica como la tortura sobre los rehenes. Así debe Israel resolver la tensión entre el objetivo de desmantelar a Hamas y el de liberar a los rehenes. Ambos podrían ser mutuamente excluyentes. Otra manifestación de ese «problema inextricable» que Hamas ha creado. Sin embargo, ese dilema tampoco puede llevar a detener unas operaciones militares decisivas para diezmar las redes de túneles que, como analiza la profesora Daphné Richmond, Hamas aún mantiene en un inquietante porcentaje.
La compasión distante por la inhumanidad del sufrimiento de miles de palestinos puede inducir a la pose moral o a la seriedad. La última obliga a reconocer que Israel debe defenderse ante quienes desean su exterminio restaurando su capacidad disuasoria. Y que en un escenario envenenado antepone a veces la defensa de los israelíes a la seguridad de palestinos víctimas en primera instancia de Hamas, quien los utiliza como peones en su contienda asimétrica. Como ocurrió en Afganistán, la estrategia militar se enfrenta a enrevesados dilemas, según ejemplifica Michael Walzer al definir la ofensiva israelí como una «guerra justa»: si desde una casa se dispara contra soldados, el mando puede destrozarla con artillería o aviación; si recurre a la infantería o a las fuerzas especiales, minimizará las víctimas civiles pero arriesgará las de su tropa.
Assaf Moghadam, profesor israelí en Herzliya, referencia mundial en guerra irregular, asistió a tres funerales tras el 7-O. Explica que los desafíos de una contrainsurgencia no se limitan a «limpiar» el territorio de insurgentes. Se precisa también una administración civil que controle el territorio para evitar que los terroristas se reorganicen y sigan amenazando a quienes viven a escasos metros. Ingente reto para un país que para vivir no puede dejarse asesinar. Durante años sus hijos han pasado noches enteras en refugios antimisiles. Hamas se esconde en sus túneles de los bombardeos israelíes mientras los civiles mueren. Pero es a Israel a quien se le exige contención.
Ami Pedhazur, profesor en la Universidad de Haifa, es autor de obras imprescindibles sobre terrorismo suicida y los servicios de inteligencia israelíes. Regresó en 2023 tras décadas en la Universidad de Texas. Allí sufrió una campaña de acoso de una asociación propalestina. Exonerado de falsas acusaciones que sobre él vertieron estudiantes fanatizados, se sentía traicionado por las autoridades universitarias. La víctima vio cancelada su presunción de inocencia. Su nacionalidad israelí le convirtió en agresor y fue abandonado por unas autoridades universitarias que se negaron a protegerle. Volvió a Israel decepcionado por la cobardía de un sistema universitario a la que evoca el comunicado de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (Crue).
Los rectores españoles presentan a los académicos israelíes como sospechosos, pero se comprometen a «intensificar la cooperación con el sistema científico y de educación superior palestino». Toman partido, aunque el politólogo palestino Khalil Shikaki confirma que la mayoría de la población en Gaza y Cisjordania apoya a Hamas porque niega que los terroristas cometieran atrocidades, relacionando la negación con el consumo de noticias a través de Al Jazzera. La cadena ha utilizado la tragedia de miles de palestinos como un obsceno espectáculo mientras negaba que hubiera «pruebas» de las violaciones a mujeres israelíes. No busquen en ella el rigor de académicos israelíes como Shaul Kimhi, catedrático de Psicología, autor de iluminadores trabajos sobre la personalidad de Benjamin Netanyahu, el primer ministro responsable del mayor fallo de seguridad de una democracia asediada por enemigos desde todas sus fronteras. Kimhi también ha analizado la resiliencia de la población israelí y cómo afecta a su cohesión la continuidad de la guerra dirigida por un Gobierno divisivo y por un líder con rasgos narcisistas que con frecuencia antepuso su interés personal al nacional.
EN EL NORTE viven universitarios separados de sus familias por el bombardeo constante de Hezbolá desde el lindante Líbano. Como en el resto de Israel, siguen trabajando en medio de la guerra sin hacer el duelo del inmenso trauma causado por Hamas. Cuatro mil estudiantes han sido movilizados. Y en la agonía vital en la que se hallan todos ellos –frustrados por los errores de su propio Gobierno, pero sirviendo a su país con patriotismo; impotentes ante el dolor de compatriotas secuestrados; sensibles, sí, ante la muerte de palestinos despreciados y expuestos por Hamas–, los rectores españoles osan dictarles cómo responder al enemigo que los acecha para exterminarlos.
El falso pacifismo de los rectores es asimétrico: no entienden la paz como la entrega a la Justicia de los líderes de Hamas y de los responsables de los crímenes cometidos el 7-O, lo cual obligaría a Israel a variar su respuesta. Prefieren una simplista e insensible instrumentalización política del profundo drama que se vive en Israel y en Gaza. La comunidad universitaria está en deuda con admirables modelos intelectuales y cívicos como los profesores israelíes aquí citados.
Israel debe defenderse ante quienes desean su exterminio restaurando su capacidad disuasoria
Alegando presuntos crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, el fiscal jefe de la Corte Penal Internacional (CPI), Karim Khan, solicitó ayer la autorización para emitir órdenes de arresto contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, y los líderes del grupo integrista Hamas, Ismail Haniyah, que reside en Qatar, y Yahia Sinwar y Mohamed Deif ( jefe del brazo armado), escondidos supuestamente en algún túnel en la Franja de Gaza.
La guerra en el enclave palestino –iniciada con el ataque de Hamas del pasado 7 de octubre y sin un alto el fuego en el horizonte– no sólo causó efectos en la región sino que puede causarlos en La Haya si un panel de tres juezas de la CPI aprueban la petición de Khan. Sería la primera orden internacional de detención contra un dirigente israelí. La posibilidad más que real de este dramático precedente histórico y la equiparación con un grupo considerado terrorista por muchos países provocaron la ira generalizada en Israel, que niega las acusaciones pero es consciente que se encuentra en un momento trascendental en la arena internacional. Como suele hacer en situaciones críticas, espera la ayuda de Estados Unidos, cuyo presidente, Joe Biden, definió la decisión de la Fiscalía como «escandalosa».
Khan afirmó que posee «motivos razonables para creer» que Netanyahu y Gallant tienen «responsabilidad penal por crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos en el territorio del Estado de Palestina, en la Franja de Gaza, al menos desde el 8 de octubre», citando por ejemplo el uso de hambre como «arma de guerra», «homicidio intencional» y «ataques intencionados contra población civil». Según anunció, las pruebas recopiladas «muestran que Israel privó de forma intencionada y sistemática a la población civil de Gaza de objetos indispensables para la supervivencia humana».
Como ejemplos de crímenes de guerra y contra la humanidad atribuidos a Hamas, Khan citó exterminio, asesinato, toma de rehenes, violación y otros actos de violencia sexual en cautiverio y tortura. Sus solicitudes ante el tribunal son «resultado de una investigación independiente e imparcial», añadió.
«Fiscal de La Haya, ¿con qué descaro comparas a Hamas, que asesinó, quemó, masacró, violó y secuestró a nuestros hermanos y hermanas con los soldados que están librando una guerra más justa que ninguna otra y con ética», reaccionó Netanyahu tras una orden que, dijo, es «falsa y absurda» y dirigida también contra todo su país. En un mensaje a sus ciudadanos, prometió que «el intento de atarnos las manos fracasará».
El presidente israelí, Isaac Herzog, alertó de que «cualquier intento de establecer paralelismos entre estos terroristas atroces y un Gobierno elegido democráticamente, que actúa para cumplir con su deber de defender a sus ciudadanos respetando plenamente los principios del Derecho internacional, es escandaloso». Según él, «envalentona a los terroristas en todo el mundo».
«La escandalosa decisión es un implacable ataque frontal contra las víctimas del 7-O y nuestros 128 secuestrados en Gaza», comentó por su parte el ministro de Exteriores, Israel Katz, mientras el ministro centrista Benny Gantz, con un pie fuera de la coalición, señaló que «si el tribunal admite la petición del fiscal, será un crimen histórico». «Colocar a los líderes de un país que entró en batalla para proteger a sus ciudadanos en la misma línea que terroristas sedientos de sangre es ceguera moral», concluyó.