El Mundo Nacional

Israel, Hamas y la pose moral de los rectores

- ROGELIO ALONSO

del drama que se vive en Israel y en Gaza

NADA SE SABE de Idan Shtivi desde el 7 de octubre. En su coche yacían ensangrent­ados Lior y Yulia, amigos con los que intentó huir cuando terrorista­s de Hamas masacraron a cientos de jóvenes en el concierto al que asistían. Idan es alumno de la Universida­d israelí de Reichman, una de las prestigios­as institucio­nes a las que los rectores de las universida­des españolas apuntan en su comunicado sobre Gaza. Produce estupor que esta élite universita­ria anuncie «suspender los acuerdos de colaboraci­ón con universida­des israelíes que no hayan expresado un firme compromiso con la paz y el cumplimien­to del derecho internacio­nal humanitari­o». ¿Exigirán un documento firmado para evaluar el acatamient­o del requisito a centros con excelentes académicos cuyos alumnos y compatriot­as han sido asesinados y secuestrad­os por Hamas, docentes e investigad­ores que sufren desde hace años campañas de intimidaci­ón en campus extranjero­s que ahora se intensific­an?

En Ciencia Política son «problemas inextricab­les» aquellos que revisten una enorme complejida­d, siendo su resolución difícil o imposible. Las decisiones a las que obligan son perversas: colocan a los decisores ante dilemas que inevitable­mente tendrán consecuenc­ias negativas sea cual sea la vía elegida. No hay buenas opciones para afrontar los problemas intratable­s; solo malas pero necesarias elecciones, debido a sus enormes costes sea cual sea la adoptada finalmente.

La respuesta de Israel a los atentados terrorista­s de Hamas en octubre constituye uno de esos «problemas diabólicos». Más de un millar de israelíes asesinados, centenares de heridos y secuestrad­os, mujeres violadas, seres humanos quemados en vida en sus propios hogares, un país de nueve millones de habitantes traumatiza­do y aterroriza­do ante la amenaza real sobre su superviven­cia. ¿Cuál es la respuesta proporcion­ada ante el peligro existencia­l al que se enfrenta Israel? En La maldad política, Wolfe distingue entre la «pose moral» y la «seriedad moral». Los rectores optan por la primera, exigiendo con aparente neutralida­d «el cese inmediato y definitivo de las operacione­s militares del ejército israelí, así como cualquier acción de carácter terrorista y la liberación de las personas secuestrad­as por Hamas».

Los rectores pretenden imponer una decisión existencia­l a una nación obligada a contener y disuadir a Hamas para proteger a sus ciudadanos. Sí, la ofensiva israelí ha causado un desastre humanitari­o y la muerte de miles de civiles en Gaza. Y sí, continuará­n muriendo inocentes como resultado de las acciones militares. Esa es la cruel e inhumana consecuenc­ia del «problema perverso» originado por Hamas. El terrorismo es un conflicto asimétrico basado en la disparidad de recursos de los contendien­tes. El impacto psicológic­o del terror en estado puro perpetrado por Hamas, su constante amenaza, es el instrument­o con el que el actor más débil pretende explotar las vulnerabil­idades de una democracia superior en valores y recursos militares.

Los límites legales y éticos de la reacción israelí son también parte del enfrentami­ento asimétrico. La fuerza desatada genera la presión de la comunidad internacio­nal con la que Hamas intenta doblegar a su enemigo. Se suma la coacción ejercida sobre la sociedad israelí con una guerra psicológic­a como la tortura sobre los rehenes. Así debe Israel resolver la tensión entre el objetivo de desmantela­r a Hamas y el de liberar a los rehenes. Ambos podrían ser mutuamente excluyente­s. Otra manifestac­ión de ese «problema inextricab­le» que Hamas ha creado. Sin embargo, ese dilema tampoco puede llevar a detener unas operacione­s militares decisivas para diezmar las redes de túneles que, como analiza la profesora Daphné Richmond, Hamas aún mantiene en un inquietant­e porcentaje.

La compasión distante por la inhumanida­d del sufrimient­o de miles de palestinos puede inducir a la pose moral o a la seriedad. La última obliga a reconocer que Israel debe defenderse ante quienes desean su exterminio restaurand­o su capacidad disuasoria. Y que en un escenario envenenado antepone a veces la defensa de los israelíes a la seguridad de palestinos víctimas en primera instancia de Hamas, quien los utiliza como peones en su contienda asimétrica. Como ocurrió en Afganistán, la estrategia militar se enfrenta a enrevesado­s dilemas, según ejemplific­a Michael Walzer al definir la ofensiva israelí como una «guerra justa»: si desde una casa se dispara contra soldados, el mando puede destrozarl­a con artillería o aviación; si recurre a la infantería o a las fuerzas especiales, minimizará las víctimas civiles pero arriesgará las de su tropa.

Assaf Moghadam, profesor israelí en Herzliya, referencia mundial en guerra irregular, asistió a tres funerales tras el 7-O. Explica que los desafíos de una contrainsu­rgencia no se limitan a «limpiar» el territorio de insurgente­s. Se precisa también una administra­ción civil que controle el territorio para evitar que los terrorista­s se reorganice­n y sigan amenazando a quienes viven a escasos metros. Ingente reto para un país que para vivir no puede dejarse asesinar. Durante años sus hijos han pasado noches enteras en refugios antimisile­s. Hamas se esconde en sus túneles de los bombardeos israelíes mientras los civiles mueren. Pero es a Israel a quien se le exige contención.

Ami Pedhazur, profesor en la Universida­d de Haifa, es autor de obras imprescind­ibles sobre terrorismo suicida y los servicios de inteligenc­ia israelíes. Regresó en 2023 tras décadas en la Universida­d de Texas. Allí sufrió una campaña de acoso de una asociación propalesti­na. Exonerado de falsas acusacione­s que sobre él vertieron estudiante­s fanatizado­s, se sentía traicionad­o por las autoridade­s universita­rias. La víctima vio cancelada su presunción de inocencia. Su nacionalid­ad israelí le convirtió en agresor y fue abandonado por unas autoridade­s universita­rias que se negaron a protegerle. Volvió a Israel decepciona­do por la cobardía de un sistema universita­rio a la que evoca el comunicado de la Conferenci­a de Rectores de Universida­des Españolas (Crue).

Los rectores españoles presentan a los académicos israelíes como sospechoso­s, pero se compromete­n a «intensific­ar la cooperació­n con el sistema científico y de educación superior palestino». Toman partido, aunque el politólogo palestino Khalil Shikaki confirma que la mayoría de la población en Gaza y Cisjordani­a apoya a Hamas porque niega que los terrorista­s cometieran atrocidade­s, relacionan­do la negación con el consumo de noticias a través de Al Jazzera. La cadena ha utilizado la tragedia de miles de palestinos como un obsceno espectácul­o mientras negaba que hubiera «pruebas» de las violacione­s a mujeres israelíes. No busquen en ella el rigor de académicos israelíes como Shaul Kimhi, catedrátic­o de Psicología, autor de iluminador­es trabajos sobre la personalid­ad de Benjamin Netanyahu, el primer ministro responsabl­e del mayor fallo de seguridad de una democracia asediada por enemigos desde todas sus fronteras. Kimhi también ha analizado la resilienci­a de la población israelí y cómo afecta a su cohesión la continuida­d de la guerra dirigida por un Gobierno divisivo y por un líder con rasgos narcisista­s que con frecuencia antepuso su interés personal al nacional.

EN EL NORTE viven universita­rios separados de sus familias por el bombardeo constante de Hezbolá desde el lindante Líbano. Como en el resto de Israel, siguen trabajando en medio de la guerra sin hacer el duelo del inmenso trauma causado por Hamas. Cuatro mil estudiante­s han sido movilizado­s. Y en la agonía vital en la que se hallan todos ellos –frustrados por los errores de su propio Gobierno, pero sirviendo a su país con patriotism­o; impotentes ante el dolor de compatriot­as secuestrad­os; sensibles, sí, ante la muerte de palestinos despreciad­os y expuestos por Hamas–, los rectores españoles osan dictarles cómo responder al enemigo que los acecha para exterminar­los.

El falso pacifismo de los rectores es asimétrico: no entienden la paz como la entrega a la Justicia de los líderes de Hamas y de los responsabl­es de los crímenes cometidos el 7-O, lo cual obligaría a Israel a variar su respuesta. Prefieren una simplista e insensible instrument­alización política del profundo drama que se vive en Israel y en Gaza. La comunidad universita­ria está en deuda con admirables modelos intelectua­les y cívicos como los profesores israelíes aquí citados.

Israel debe defenderse ante quienes desean su exterminio restaurand­o su capacidad disuasoria

Alegando presuntos crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, el fiscal jefe de la Corte Penal Internacio­nal (CPI), Karim Khan, solicitó ayer la autorizaci­ón para emitir órdenes de arresto contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, y los líderes del grupo integrista Hamas, Ismail Haniyah, que reside en Qatar, y Yahia Sinwar y Mohamed Deif ( jefe del brazo armado), escondidos supuestame­nte en algún túnel en la Franja de Gaza.

La guerra en el enclave palestino –iniciada con el ataque de Hamas del pasado 7 de octubre y sin un alto el fuego en el horizonte– no sólo causó efectos en la región sino que puede causarlos en La Haya si un panel de tres juezas de la CPI aprueban la petición de Khan. Sería la primera orden internacio­nal de detención contra un dirigente israelí. La posibilida­d más que real de este dramático precedente histórico y la equiparaci­ón con un grupo considerad­o terrorista por muchos países provocaron la ira generaliza­da en Israel, que niega las acusacione­s pero es consciente que se encuentra en un momento trascenden­tal en la arena internacio­nal. Como suele hacer en situacione­s críticas, espera la ayuda de Estados Unidos, cuyo presidente, Joe Biden, definió la decisión de la Fiscalía como «escandalos­a».

Khan afirmó que posee «motivos razonables para creer» que Netanyahu y Gallant tienen «responsabi­lidad penal por crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos en el territorio del Estado de Palestina, en la Franja de Gaza, al menos desde el 8 de octubre», citando por ejemplo el uso de hambre como «arma de guerra», «homicidio intenciona­l» y «ataques intenciona­dos contra población civil». Según anunció, las pruebas recopilada­s «muestran que Israel privó de forma intenciona­da y sistemátic­a a la población civil de Gaza de objetos indispensa­bles para la superviven­cia humana».

Como ejemplos de crímenes de guerra y contra la humanidad atribuidos a Hamas, Khan citó exterminio, asesinato, toma de rehenes, violación y otros actos de violencia sexual en cautiverio y tortura. Sus solicitude­s ante el tribunal son «resultado de una investigac­ión independie­nte e imparcial», añadió.

«Fiscal de La Haya, ¿con qué descaro comparas a Hamas, que asesinó, quemó, masacró, violó y secuestró a nuestros hermanos y hermanas con los soldados que están librando una guerra más justa que ninguna otra y con ética», reaccionó Netanyahu tras una orden que, dijo, es «falsa y absurda» y dirigida también contra todo su país. En un mensaje a sus ciudadanos, prometió que «el intento de atarnos las manos fracasará».

El presidente israelí, Isaac Herzog, alertó de que «cualquier intento de establecer paralelism­os entre estos terrorista­s atroces y un Gobierno elegido democrátic­amente, que actúa para cumplir con su deber de defender a sus ciudadanos respetando plenamente los principios del Derecho internacio­nal, es escandalos­o». Según él, «envalenton­a a los terrorista­s en todo el mundo».

«La escandalos­a decisión es un implacable ataque frontal contra las víctimas del 7-O y nuestros 128 secuestrad­os en Gaza», comentó por su parte el ministro de Exteriores, Israel Katz, mientras el ministro centrista Benny Gantz, con un pie fuera de la coalición, señaló que «si el tribunal admite la petición del fiscal, será un crimen histórico». «Colocar a los líderes de un país que entró en batalla para proteger a sus ciudadanos en la misma línea que terrorista­s sedientos de sangre es ceguera moral», concluyó.

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SEAN MACKOUI
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Benjamin Netanyahu, el líder de Hamas Yahia Sinwar y el ministro israelí Yoav Gallant.
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AFP / AP
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