Mírala, mírala: entre alergia y alegría
La defensa de la igualdad y el rechazo a Sánchez llevaron a la concurrencia hasta Alcalá
La alergia fue invento de algún nacionalista periférico celoso del estallido de la primavera madrileña. En Madrid, por mayo, el sol se apiada de la palidez de los turistas y verdean las copas del Retiro, cuajan los jazmines en la tapia del Botánico y las terrazas prometen a la vez la primera y la penúltima. En Madrid, por primavera, con suerte el Real ha llegado a otra final de la Copa de Europa y la derecha de camisa por dentro convoca una manifa contra Pedro Sánchez. ¿Qué más se puede pedir? Solo la alergia puede arruinar un plan de domingo tan completo, mientras dormita la juventud sin futuro y con resaca, las piscinas no han abierto todavía y hay excusa para cumplir en misa de ocho.
Pero la alergia no es otro bulo nacionalista sino una reacción del sistema inmune contra una agresión externa, en este caso llamada amnistía. Una transacción corrupta por la que un político salva de los jueces a otros políticos para salvarse él mismo, pese a haber prometido lo contrario. Lo repetimos otra vez para renovar la alergia de cuantos creemos en la igualdad ante la ley, incluidos todos los socialistas –de Sánchez a Illa– que dejaron súbitamente de estornudar y moquear y toser ante la propuesta de amnistía la noche misma del 23 de julio.
Autobuses procesionarios aparcados en hilera a lo largo de la calle Alfonso XII auguraban una participación notable. Pero el mes de los exámenes es junio. Si el músculo territorial del primer partido de España se tensa en esta campaña y moviliza a los votantes de pueblo y de ciudad, la descomposición de la CoPro (Coalición Progresista) se acelerará y dejará la legislatura vista para sentencia. Dado que perdió la calle hace tiempo, Pedro moviliza al CIS, a la Fiscalía, al TC y a TVE. Veremos quién gana y por cuánto.
Para amenizar la espera hasta la hora de los oradores, Carlos Moreno, El Pulpo, regaba cada tanto los ánimos de la concurrencia con las dos emociones que la habían traído hasta allí: una positiva (la defensa de la igualdad) y una negativa (el rechazo a Sánchez). O sea, la alegría y la alergia, si me permiten el anagrama. Que la derecha se está quedando la bandera del buen rollo frente a la izquierda Rottenmeier es algo que denunció con amargo tino Rufián el pasado miércoles en el Congreso. A esa institutriz charocrática y woke que está todo el santo día levantándote el dedito por tu forma de comer, de conducir y de ligar, el Madrid terracero y faldicorto opone una alternativa crecientemente irresistible. Es mérito de Ayuso haber cargado políticamente esa alegría de alergia antisanchista. Y ambas emociones maridan armoniosamente en un domingo de mayo santificado por la demanda de igualdad constitucional.
La izquierda Rottenmeier se consolará encuadrando en el cayetanismo más tópico a las decenas de miles de manifestantes congregadas en las inmediaciones de la Puerta de Alcalá. Pero allí había vejetes con visera y chavalería en camiseta, embarazadas con otros dos niños de la mano y solterones de Ray-Ban, rojigualdas y senyeras y una altísima ikurriña (sería de Bilbao), oyentes de Federico y latinos de María Corina Machado, que por cierto participó por vídeo para compartir lucha y festejar «la gran nación hispánica». Si el PSOE reunió apenas a 12.000 personas en el aquelarre propiciatorio de Ferraz, con clima de funeral y el muerto de parranda, el PP batió esa marca con creces. La quinta convocatoria contra la amnistía desde septiembre exhibía un inequívoco sello partidista. Convocaba Génova para beneficio de la candidata Dolors Montserrat (de azul Europa), que no necesitó hablar. Hablaron por ella Almeida, Savater, Ayuso (de rojo pasión) y sobre todo Feijóo, porque la clave plebiscitaria de estas elecciones europeas está ya clamorosamente instalada. Sánchez fue el primero en otorgar esa trascendencia cuando diseñó el numerito de la carta y cuando monopoliza ahora la campaña galleando con Milei y Netanyahu. No sabe no ser el prota.
Almeida subió al atril, alzó la vista y divisó la fuente de Cibeles, aunque aseguró que la vista le llegaba hasta Neptuno. Llamó a «dar carpetazo a la sanchosfera» y recordó una verdad sepultada bajo la propaganda oficialista: Sánchez ha perdido tres de las cinco elecciones a las que se ha presentado personalmente. Es un perdedor que solo puede gobernar vendiéndose a los enemigos de la unidad de España.
Luego habló Savater, estrella invitada. Empezó casi disculpándose por haber apoyado a partidos distintos, pero es que en una partitocracia a menudo la única manera de conservar la coherencia de los principios es el transfuguismo. «No se puede defender la unidad de Europa si no se defiende la unidad de España», sentenció con la lógica mineral y corajuda de siempre.
Cuando fue anunciada Ayuso las gargantas atronaron. Este cronista había descartado acreditarse en la zona de prensa para mezclarse con el personal y tomar nota de sus reacciones, porque al color y al calor de la crónica no se llega por la vista sino por el oído. A mi lado una señora aplaudía fuera de sí, ritualmente, prolongando la palmada en el silencio de unción con que la plaza recibe la palabra de su presidenta. Otro caballero emitía un quejío hondo al oírla, la mirada en el suelo, sus adentros ayusistas aflorando con amor de gitano del Albaicín sin dejar de ser un señor del barrio de Salamanca. Da igual lo que diga Isabel, si está peor o mejor: es una Taylor Swift de Sotillo de la Adrada. Defiende la libertad, renace en las hogueras del enemigo, la quieren los de arriba y los de abajo. Y le gusta la fruta.
Cerró Feijóo, que ya disfruta del género mitinero tanto como del parlamentario. Por ambas vías ha aprendido a canalizar el discurso del hartazgo. «¡España no tiene amo!», gritó. Ha subido el tono patriótico, comunica mejor cuando se calienta. La pregunta, en este mayo encendido, es cuántos comparten su temperatura emocional. La respuesta, el 9 de junio. que fletó el partido desde diferentes puntos de España. Luis y Marcos también viajaron. «Salimos de Málaga de madrugada y hemos llegado a las 7 de la mañana a Madrid», indican estos veinteañeros. «No nos lo podíamos perder por nada del mundo», «la gente joven somos el futuro y tenemos que estar aquí». Y no sólo la juventud, «es importante que España se muestre unida», manifestaba una pareja que interrumpió las fiestas del caracol (L’Aplec del Caragol) que tiene lugar estos días en Lérida «para acudir a la llamada de Feijóo».
A sus 80 años, Antonio no ha faltado a ninguna de las protestas convocadas por el PP este año: ni la que tuvo lugar en la plaza de Felipe II, ni la de la Puerta el Sol, ni la del Templo de Debod, ni siquiera la de la plaza de España. Para él es importante porque «la situación actual es crítica e indigna, no podemos quedarnos en casa viendo cómo se cargan nuestro país».