LA PERIPECIA DE SIGLO Y MEDIO DEL CUADRO PERDIDO DE DEGAS QUE PODRÍA VALER 12 MILLONES
Arte. Mañana se presenta en Madrid una pintura del maestro impresionista francés a la que se le perdió la pista hace décadas y que esconde una historia por el trauma de la Guerra Civil
E(Madrid) n una carta que Edgar Degas (1834-1917) remite en 1887 al barítono y coleccionista JeanBaptiste Faure, le cuenta que un cierto Mr. B le ha comprado un cuadro por 3.000 francos. Según los expertos en la obra del pintor impresionista francés, todo parece indicar que el tal señor B fue el barcelonés Julián Bastinos que se había instalado por entonces en París en el taller de los Urrabieta en Montparnasse como acuarelista, dibujante y grabador.
Comenzaba así la extraordinaria peripecia de una pintura cuya reaparición, después de casi siglo y medio de viajes, cambios de manos, guerra e incautaciones, ha sacudido el mercado del arte.
Mañana, el Rotary Club presenta en el Ateneo de Madrid Elogio del maquillaje (Éloge du Maquillage), un pastel sobre cartón firmado por
Degas en el margen inferior derecho que ha sido autentificado por Michel Schulman, experto en la obra del artista y autor del más extenso y detallado catálogo de su obra en línea. En el trabajo de investigación previo han colaborado los doctores en historia del arte Álvaro Pascual y Judith Urbano, de las universidades de Valladolid y la Internacional de Catalunya, respectivamente.
Sometido a un exhaustivo análisis de pigmentos, fotografía infrarroja digital, estudio radiográfico y espectrometría de fluorescencia de rayos X, el análisis de la superficie pictórica confirmó que los materiales empleados en su ejecución son los propios utilizados por los impresionistas a finales del siglo XIX. La firma, por su parte, se exhibe bien integrada en origen.
En Elogio del maquillaje vemos a dos mujeres, una de ellas de perfil y otra en el plano central que está maquillándose con una típica polvera de fino polvo de arroz perfumado utilizado en la época para dar realce a la piel y aportar un fresco aroma. Un espejo en la parte superior derecha refleja a la protagonista.
Los últimos pasteles de este estilo que han salido al mercado con una estimación inicial de siete u ocho millones de euros aunque, una valoración más real, según los expertos, rondaría los 12.
La historia de este Degas «es toda una aventura», según explica Schulman a EL MUNDO. «Por un lado, nos devuelve a la vida a un personaje español fascinante como Julián Bastinos que al llegar a París se empapó de todo el arte y la literatura del momento. Por otro, nos permite adentrarnos en un período convulso de la Historia de España entre 1934 y 1940, cuando las confiscaciones de obras artísticas por los distintos regímenes políticos estuvieron a la orden del día».
Bastinos regresó a España con el cuadro y en 1904 se lo llevó a Egipto, donde falleció en 1918, tan solo un año después de la muerte del propio Degas. Una etiqueta aún adherida en la parte trasera del cartón apunta al enmarcador de lujo de Alejandría A. Marcovitch, de la populosa y comercial calle Mahmoud Pacha El Falaki.
El cuadro, devuelto a Barcelona por su hermano Antonio Bastinos, fue incautado junto con una valiosa colección de obras de arte en 1934, poco antes de la Guerra Civil Española (1936-1939). Una incautación que tuvo lugar bajo el amparo de la Ley de la Generalitat de Catalunya promulgada en julio de ese mismo año que buscaba la protección y conservación del Patrimonio Histórico Artístico Español.
Tras su incautación, la obra fue custodiada temporalmente en el Monasterio de Pedralbes, ubicado en la parte alta de Barcelona. Es muy probable que llegara allí desde los almacenes establecidos en Darnius, una localidad cercana a la frontera francesa, en previsión de un posible traslado al país vecino debido a los impredecibles acontecimientos de la contienda bélica.
Dos etiquetas más en la trasera de Éloge du Maquillaje atestiguan sus peripecias. Una de ellas registra su depósito en el Monasterio de Pedralbes, así como su posterior almacenaje en la Caja General de Depósitos. La otra, del Ministerio de Educación Nacional, incluye la leyenda «Recuperado del enemigo» con la fecha del día siguiente de la entrada de las tropas de Francisco Franco en Barcelona en enero de 1939.
En 1940 la familia Bastinos vendió el cuadro al empresario Joan Llonch Salas, presidente del Banco de Sabadell y célebre mecenas de la cultura que llegó a atesorar una vasta colección de más de 200 obras de arte y más de 20.000 volúmenes, además de una extensa colección de monedas antiguas y armas. Desde entonces, la obra permaneció en manos de la familia Llonch pasando por tres generaciones sin ser expuesta a lo largo de 82 años, décadas en las que fue olvidada. Hasta hoy. «Yo creo que la familia, sencillamente, no ha querido enseñarla durante todo este tiempo», apunta Michel Schulman.
Recuerda el experto en la obra del pintor que el redescubrimiento es especialmente notable porque, pese a la relación que Degas tuvo con España, son muy pocas las obras suyas que pueden verse en nuestro país: «Visitó España con 32 años. Primero hizo una cura en los Pirineos. Después decidió visitar a Madrid, como escribe en una carta a unos amigos a los que relata que visitó el Museo del Prado durante tres horas, de las 9 a las 12 de la mañana. No sabemos qué vio pero, desde mi punto de vista, debió extasiarse ante Velázquez, que le apasionaba. Ya me dirá, tres horas en el Prado no son nada. Por último visitó Andalucía, fue a los toros y llegó hasta Tanger, inspirado por Delacroix».
Degas fue un titán de la pintura de temible productividad. El catálogo de Schulman recoge nada menos que 1750 pinturas y pasteles con siete membretes principales: Bailarinas (36 %), Retratos (24 %), Bañistas (18 %), Paisajes (7 %), Escenas ecuestres (6 %), Mujeres en el trabajo (2 %), Música (2 %), y Otros (5 %). El pastel fue la técnica predilecta del impresionista, una fusión perfecta de color y línea que consistía en dibujar y perfilar los contornos audaces de su composición con carbón o tiza y luego construir la superficie con sucesivas capas de pastel que superponía con un fijador de su invención. Así, cada color brilla a través de otro sin enturbiarse.