Ferrari tiene algo contra Verstappen
Leclerc vence en casa y Sainz salva el podio / El líder del Mundial, sexto
No hubo ayer una triste variación entre el orden de salida y el de meta entre los 10 primeros clasificados del GP de Mónaco. La tarde primaveral en la Costa Azul, de una fantasía inenarrable, bien merecía más, aunque eso nada importe a Charles Leclerc, que al fin ganó en casa, por delante de Oscar Piastri y Carlos Sainz. Dos veces doblaron los líderes a Fernando Alonso, undécimo bajo la bandera a cuadros. Y no hubo opción de disfrutar siquiera con Max Verstappen, que ve recortada su ventaja en el Mundial a 31 puntos.
A última hora del sábado, Sainz quiso estirar las piernas con un paseo en bicicleta. Mientras regresaba al paddock en dos ruedas, algunos tifosi le desearon suerte, porque el 1-2 de Ferrari no se antojaba tan lejano. La premisa era ayudar a Leclerc, pero Carlos quiso lanzarse de inicio a por Piastri. Acechó en Santa Devota, con la mala suerte de que el roce con la rueda del McLaren agujerearía su neumático delantero izquierdo. Una salida catastrófica allá donde se mirase. En el sector de Beau Rivage, Kevin Magnussen metió el morro, por donde no debía, a Sergio Pérez. Venía cediendo terreno el mexicano y lo pagó carísimo, pero aún pudo sentirse afortunado porque el impacto contra las barreras dejó su Red Bull reducido a chatarra.
A la entrada del túnel, el pique entre Pierre Gasly y Esteban Ocon hizo reventar la efímera paz de Alpine. Igual que el danés de Haas, el ex socio de Alonso se emperró buscando un espacio que sólo un lunático podía imaginar. Su vuelo, aun a velocidad reducida, aterrorizaría a niños y mayores. Los trabajos en las inmediaciones de Massenet se prolongaron durante tres cuartos de hora. Tiempo suficiente para que McLaren reparase los daños en el suelo y uno de los pontones de Piastri. Y para que Sainz empujase, a trompicones, su SF24 hasta el garaje. «Dime que arrancaré otra vez desde la tercera posición», imploró a Riccardo Adami, su ingeniero de pista. Por supuesto, recordaba el precedente del GP de Australia 2023, con aquel incidente ante su amigo Alonso.
Si hubo alguna buena noticia para el espectáculo debió adjudicarse a los comisarios, que ordenaron una resalida en parado. En el lado negativo, el inevitable cambio de ruedas, durante la bandera roja, de los supervivientes. Todos salvo el Williams de
Alonso, tras intentar ayudar a Stroll, terminó siendo doblado dos veces
Logan Sargeant. Con 77 vueltas por delante se reducía a cero cualquier posibilidad de emoción durante los pit-stops. «Decidle a Charles que haga más rápido la vuelta de formación», reclamó Sainz, un piloto disciplinado, pero no tonto. Todo marchaba de cine para Leclerc. Bastaba con superar la primera curva para que la victoria quedase a la mano. La incapaces de reconocer errores porque estaba prohibido para ellos dar concesiones o mostrar algún tipo de debilidad. Personajes obligados siempre a mostrar una fortaleza inquebrantable, a una confianza ciega en sí mismos y aparentar que no necesitaban a nadie para estar ahí, que se bastaban solos. Personajes solitarios.
Hoy la historia ha cambiado. Charles Leclerc es capaz de deleitar a todos con una conducción perfecta en las calles de Mónaco y al mismo tiempo mostrarse humano, cercano, vulnerable, sensible, emocional. Un piloto de cara sonriente, gesto dulce, forjado con la ayuda de preparadores y psicólogos para sacar todo su talento en los momentos fáciles, pero también en los difíciles. Capaz de fustigarse públicamente tras cometer un error y pedir perdón por ello. septuagésima edición del GP de Mónaco resultaría tan tediosa como de costumbre.
Desde el líder a Valtteri Bottas, farolillo rojo, los 15 pilotos en pista gestionaban las gomas, formando la tradicional fila india. Una sola vez amagó Piastri ante Leclerc, en el viraje de Portier. Restaban 59 giros y el único interés se centraba en las conversaciones de radio. Sainz reclamaba información sobre los neumáticos de su compañero. También en la penalización a Ocon, con dos puntos menos en el carnet y 10 segundos. Como ya había abandonado, ese tiempo se transformará en cinco posiciones en la parrilla de Montreal.
Alonso había aprovechado un despiste de Daniel Ricciardo para tomar la decimosegunda plaza, a la estela
Ni siquiera el talento de Max Verstappen pudo evitar que ocurriese lo que ya ha pasado más veces este año: que otro coche muestre más velocidad y fortaleza que el suyo. En 2024 ha cambiado la historia. El domino aplastante de Red Bull ya no existe. de Lance Stroll. Cuando se cumplía el ecuador de la prueba, el asturiano ya cedía 13 segundos, generando espacio para una parada gratis de su compañero. Por tanto, pronto sería engullido por la cabeza. El otrora momento crítico de los doblajes fue un simple trámite para Leclerc, beneficiado por la pasividad de Piastri.
Stroll aún dispuso de tiempo para otro pinchazo, echando abajo el trabajo colectivo. Quede constancia de que, tras más de dos horas, se registró un adelantamiento de Valtteri Bottas a Sargeant. Con todas las de la ley y en el viraje de Mirabeau. El telón a la cita con más charme del calendario llevó la rúbrica de Kylian Mbappé con el banderazo final. A seis días de la final de Champions, quien no se consuela es porque no quiere.
McLaren y Ferrari han conseguido arrebatarle tres triunfos en ocho carreras. Y lo que es aún más ilusionante, han hecho que Red Bull sea vulnerable y que ni siquiera el talento de Max pueda tapar las vías de agua en el casco del barco austriaco.
A falta de dos tercios de Mundial, el desenlace promete ser una hermosa batalla. Sólo 24 puntos separan a Ferrari de Red Bull, que ve cómo sus pilotos sufren con un monoplaza nervioso y difícil de conducir y cómo los rivales crecen con Leclerc, Lando Norris y Carlos Sainz acumulando ya más puntos que Sergio Pérez. A partir de aquí llegan tres circuitos muy diferentes: Canadá, Barcelona y Austria. Si no reacciona, que puede hacerlo, Red Bull podría llegar a su feudo muy presionado o incluso en desventaja. Moraleja: tenemos campeonato.
Leclerc es un piloto capaz de fustigarse públicamente tras cometer un error y pedir perdón por ello
Ahora, antes de Roland Garros, también llega después de derrotar en entrenamientos a rivales de la talla de Sebastian Korda, Stan Wawrinka, Daniil Medvedev y Holger Rune, por lo que ni él mismo deduce qué pasará. El trabajo de los últimos meses podría florecer, vencer a Zverev y abalanzarse sobre el torneo como hizo tantas veces. O podría caer pronto, hacerse daño y entender que sí, que ahora ya, que toca decir adiós.
Está inscrito para Wimbledon y ha prometido a Federer que estará en la Rod Laver Cup