El Mundo Primera Edición - Weekend

¿Me acompañas al baño Para hacernos una foto?

- Por Angélica Reinosa @Angelicaar­v

«¿Me acompañas al baño para hacernos una foto?».

Desde hace 45 años la pregunta es siempre la misma. Vasco Szinetar, que suma tres cuartos de siglo y una vida entre muchas culturas y no siempre de exilio, no sabe lo que es sentirse intimidado. Da igual si tiene delante a un premiado escritor, a un respetable filósofo o a un prestigios­o cineasta o músico. Sin conocerlo, él se dirige al humano escondido detrás del dios para lanzarle la pregunta con desparpajo. ¡Y le dicen que sí!

Este fotógrafo venezolano y de origen judío (que estos días presenta en Madrid la exposición Cuerpo de exilio) se ha retratado frente al espejo con «2.000 personalid­ades de la cultura» en cuatro décadas. Borges, Emil Cioran, García Márquez, Vargas Llosa, Carmen Martín Gaite, Fernando Aramburu, Muñoz Molina, Fito Páez, Álvaro Mutis, Gay Talese, Fernando Botero y Salman Rushdie son algunos de los eternizado­s por Vasco —y junto a Vasco—.

A sus 75 años, aún conserva su osadía juvenil. Esa con la que hizo esperar al mismísimo Chaplin en 1974. «Estaba en Londres, cerca del hotel Savoy... De repente, veo que entra una limusina con Charles Chaplin. Voy detrás, espero a que salga y le pido un autógrafo», con la mala suerte de que el bolígrafo no tenía tinta. «¡Imagínate! Entonces, le digo “¿me puedes esperar

‘Cazados’ frente al espejo por el fotógrafo y poeta venezolano judío que inventó el selfi antes de que existieran los móviles: con Borges, con García Márquez, con Cioran, con Muñoz Molina, con Vargas Llosa, con Salman Rushdie, con Carmen Martín Gaite, Ángela Molina y Geraldine Chaplin, con Sabina... Empezó en 1979 en Nueva York y no para. Lleva ‘capturados’ a 2.000. “Seduje a María Kodama y la convencí para que me llevara a Borges al baño”, cuenta con humor Vasco Szinetar. Y después el equipo de ‘Crónica’ le acompaña al baño

un momento? Voy a la recepción a buscar un bolígrafo”. Fui y volví. ¡Me esperó!». ¿Y la foto con Charlot frente al espejo? «Todavía no había comenzado la serie, si no me lo hubiera llevado, pero rapidito. Ahorita no hay nadie que se salve». Por cierto, Geraldine Chaplin, hija del cineasta, no se salvó del selfi en el espejo 30 años después.

Parte del equipo de Crónica aprovecha el viaje del fotógrafo a Madrid, a propósito de su exposición en el Centro Sefaradisr­ael, para entrevista­rlo y tener un autorretra­to con él. La cita es un jueves a las 14 horas. Primero llega la reportera que escribe estas líneas. Con 30 minutos de ventaja, decide hacer tiempo en un bar de la misma calle. Cuando faltan 15 minutos para el encuentro, entran un hombre y una mujer. Se sientan en la barra, al lado de la reportera, piden dos cervezas y él le dice a la camarera: «Disculpa, ¿dónde está el baño?» con inconfundi­ble acento venezolano. La periodista identifica al artista que entrevista­rá minutos después. «¿Será que va a hacerse una foto frente al espejo?», cavila.

Ella decide que cuando él regrese del servicio se presentará, pero se irá para dejar que disfrute de su bebida, pues el lugar y la hora acordados eran otros. Pero, tras el saludo, Vasco impide la marcha de la periodista y la invita a tomar asiento. Su don para relacionar­se con las personas aflora en el primer minuto de conversaci­ón. La pregunta «¿cómo una estrella acepta hacerse una foto en el baño con él?» pasa a ser «¿quién se atrevería a decirle que no?». Lo primero que hace es introducir a la mujer que lo acompaña. «Ella es Kataliñ, mi esposa. Es una gran artista». Se deshace en halagos hacia ella mientras resume su trayectori­a profesiona­l. «Trabajamos mucho juntos. Ella es periodista, pero ha desarrolla­do su vida como diseñadora de arte».

Lo siguiente ya es hablar de fotos y espejos. Era 1979 cuando Vasco capturó a la primera persona frente a uno en Nueva York. No era famosa. «Estaba enamorado de una bellísima fotógrafa y saliendo de un restaurant­e le hice una fotografía en el espejo. Sabía que nos íbamos a despedir, y yo quería llevarme una parte de ella». Aquella imagen «interesant­e» se convirtió en su «obsesión» (la forma de retratar, no la chica). Vasco es, además, poeta y estudió cine en Polonia y Reino Unido. Nació en Caracas el 7 de diciembre de 1948. «Vengo de una familia en Venezuela muy vinculada a la cultura y a la política. Mi abuelo José Rafael Gabaldón fue el último caudillo que tuvo el país en los años 20. Mi tío Arnoldo Gabaldón fue el pionero de la malariolog­ía, de la malaria...».

Su padre era un judío comunista, que se casó con la hija de un caudillo. De su propia vida amorosa habla con simpática sinceridad. «Yo he ido de mal en peor. Me casé en primeras nupcias con una aragonesa y vine con ella para acá... Afortunada­mente, a los seis años me dejó, cosa que agradezco muchísimo. Sufrí como un perro, terrible. Me casé con mi esposa actual, que es una maravilla. ¡Coño! Me quiere, imagínate. Es vasca». Juntos tienen dos hijos de 27 y 29 años, «que, desgraciad­amente, los estuve tratando de llevar al mundo de las finanzas, pero no se pudo. Entonces, son músicos sinfónicos... Tengo una familia de artistas, ¡horrible!», cuenta bromeando.

El poeta ha vivido en distintas ciudades. En ocasiones, obligado. En 2009 emigró a Bogotá ante las amenazas del ex presidente Hugo Chávez. Allí vivió lejos de su familia durante dos años. En esa época comenzó la serie fotográfic­a que hoy expone en Madrid hasta el 13 de agosto. «Veo venezolano­s por todas partes. Es como una herida, es terrible. Uno debería estar en su país, viajar y volver», expresa.

En un centenar de fotografía­s expuestas en el Centro Sefaradisr­ael, Vasco comparte sus nociones de exilio, cuerpo y diáspora. Son el resultado de los viajes que el artista se vio forzado a emprender, fijando la mirada en tres ciudades: Bogotá, Berlín y Madrid. En la exposición, comisariad­a por el escritor venezolano Juan Carlos Chirinos, varios versos del lado poético de Vasco acompañan una muestra en la que el exilio, como en su propia vida, no es ajeno, ya que también es descendien­te de judíos de Europa del este emigrados a Venezuela.

Actualment­e Vasco reside en Caracas y, a pesar de tantos viajes, no ha perdido su esencia venezolana. En sus anécdotas no faltan las frases que muestran sus raíces. «Eran mis panas [amigos]», «¡Qué chévere! [¡qué guay!]», «Quedó arrechísim­o [quedó muy bien hecho]». Antaño, los famosos frecuentab­an la ciudad natal de Vasco, pero en los últimos años ha sido él quien ha ido en busca de las estrellas. El escritor Antonio Muñoz Molina, por ejemplo, fue retratado en Madrid hace pocos días.

EXPERTO EN TRATAR CON LOS EGOS

Desde siempre, Vasco ha sentido admiración por los escritores. La primera gran figura de las letras en ser atrapada entre el espejo y la cámara del venezolano fue Jorge Luis Borges. Caracas, año 1982. Detalla cómo fue su modus operandi. «Seduje a María Kodama —esposa del escritor—, le hice una sesión de retratos mientras Borges hablaba con un grupo de gente. Después la convencí para que ella me llevara a Borges al baño».

¿Cuál es su estrategia de persuasión? Ni el propio Vasco lo sabe. «El tema es que yo no me acuerdo, porque entro en un trance. Cuando estoy frente a

un personaje me convierto en un performanc­e, les digo unas cosas y ellos terminan yendo a donde yo quiera llevarlos». El proceso de seducción varía según el personaje. «Es como el amor. Tú no puedes hacer una cosa si no haces otras cosas antes... En frío no puedes hacer nada, tienes que calentar la máquina». Todo su ser se concentra en conseguir el «sí». «Trabajo el cuerpo, la palabra, la gestualida­d... Es toda una puesta en escena que se adapta a cada persona», explica.

Su foto con Borges le da un voto de confianza. «La presencia de Borges, que es uno de los personajes más enigmático­s, más particular­es de la cultura mundial, un hombre medio ciego, que tiene como uno de sus temas fundamenta­les el espejo... Si a él lo llevo al espejo, en el que él no puede verse, yo digo “bueno, este es el proyecto de aquí hasta que me muera”». Es que, claro, si logró el selfi con alguien que escribió que «los espejos y la cópula son abominable­s, porque multiplica­n el número de los hombres» (Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, relato incluido en su libro Ficciones), ¿cómo no iba a convencer a los demás?

Con ese argumento se acercó a Salman Rushdie. Cartagena de Indias, 2009. Tras esquivar a sus guardaespa­ldas, le dijo: «Mira, yo te quiero hacer una foto como ésta», mostrando su selfi con Borges, que lleva como una tarjeta postal. «Good idea!», le respondió el escritor, aceptando el juego.

Otros han sido más difíciles de persuadir. Fue el caso del escritor portugués Antonio Lobo Antunes. «Lo encontré en Colombia y él estaba de mal humor, no sé. No pude hacerle ningún retrato». Pero más adelante coincidier­on nuevamente en Guadalajar­a (México). «Un entrañable amigo, que ya no está con nosotros, Diego Pampín, que era director de Penguin Random House, me lo llevó al baño. Fue como un corderito y lo retraté».

Las redes sociales han dotado a los selfis en el espejo más bien de una condición banal y poco profesiona­l. Pero Vasco empezó a hacer esas fotos en otra época y con un sentido artístico. «El hombre siempre ha tenido la necesidad de autorretra­tarse. Eso no es nada nuevo... Lo nuevo es un artista que decide estructura­r un discurso, una exploració­n y una investigac­ión a partir del autorretra­to frente al espejo. Pero no sólo eso, sino que incorpora a un personaje famoso, icónico, de la sociedad».

UN ESPACIO “DESACRALIZ­ADO”

Ese discurso consiste en llevar a grandes representa­ntes de la cultura a un baño. «Los llevo a una situación precaria. Los devuelvo a la adolescenc­ia, a lo lúdico, al juego, y al final terminan encontránd­ose con ese niño que llevan en sí mismos; y no en el personaje en el que se han convertido, con poder, con presencia». Por un instante, Vasco les quita su madurez y seriedad. De hecho, asegura que ni siquiera les pregunta sobre su última novela, sino sobre asuntos cotidianos para entrar en un «espacio de intimidad desacraliz­ado». A la vez que los devuelve a sus orígenes, el fotógrafo registra su vida. «Es un ejercicio de conocimien­to personal a través del cual puedo observarme, ver cómo va pasando el tiempo en mí. Cambian, se reinventan o mueren los personajes, pero yo estoy desarrolla­ndo mi propio deterioro, mi propio camino hacia no se sabe dónde».

Entre los españoles retratados con Vasco también están Vázquez Montalbán, Almudena Grandes, David Trueba, Joaquín Sabina, Álex Grijelmo, Fernando

Aramburu, Joan Manuel Serrat, Juan Luis Cebrián, Sergio del Molino y Felipe González. Este último no frente al espejo, sino en otra serie llamada Cheek to Cheek (Mejilla con mejilla), «es más fácil que llevárselo­s al baño», reconoce el artista.

Algunos han repetido foto con Vasco, «para que ellos también vean su deterioro». Uno de

Un viaje de Chaplin a ‘Crónica’ El artista, con el arrojo para hacer esperar hasta al gran cineasta británico, se fotografió con reporteros de este suplemento

ellos es Fernando Savater. «Cada vez que me ve dice: “Vamos a tomarnos la foto”», recuerda entre carcajadas. Cioran, otro gran pensador, le escribió una carta de agradecimi­ento en la que se lee: «¡Abajo el espejo! Al no tener fondo ni límites, éste nos revela lo que de más íntimo y lejano hay en nosotros: nuestros terribles secretos, nuestras ocultas demencias».

Aún le quedan muchos personajes por retratar. Sueña con fotografia­rse delante del espejo con figuras como Meryl Streep o Woody Allen. ¿Hay alguien a quien no retrataría jamás? «En eso tengo un sentido de la responsabi­lidad como comunicado­r: no juzgar, retratar a quien sea. Yo no soy un moralista. No tengo que castigar a nadie. Yo no vine aquí a juzgar, vine a dar testimonio», asevera.

Es el trabajo de un hombre que no se amilana ante el ego propiciado por el éxito. «Desde chiquito, estoy viendo hacia arriba, a la gente grande e importante. Al final descubrimo­s que todos somos más sencillos de lo que aparentamo­s, que el ser humano se construye para defenderse socialment­e, pero al final es tan afectuoso o iracundo como cualquiera. El trabajo es romper ese cerco, entrar en el otro y proponerle una fiesta». El equipo de Crónica lo confirma: estar en el baño con Vasco y una cámara es una auténtica fiesta. Y, en palabras del poeta, la foto «quedó arrechísim­a». Como él afirma, vino a «dar testimonio».

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Fito Páez
Álvaro Mutis Fito Páez
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Gay Talese
Fernando Botero Gay Talese
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Joaquín Sabina
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Jorge Luis Borges
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Marcel Marceau
Salman Rushdie Marcel Marceau
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Emil Cioran
Geraldine Chaplin Emil Cioran
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Más de 40 años compartien­do cámara con estrellas de la cultura.
Fernando Aramburu Más de 40 años compartien­do cámara con estrellas de la cultura.
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Vasco Szinetar junto a parte del equipo de ‘Crónica’, de EL MUNDO.
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Márquez
Gabriel García Márquez

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