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‘VIGILANTES DE LA VIDA’: ASÍ ES LA PREVENCIÓN DEL SUICIDIO EN LA UNIVERSIDA­D

Los campus son un lugar de excepción para crear una red de protección. “En muchos casos se desconoce la ayuda que existe en estos centros”, explica un estudiante

- Por Yaiza Perera

Mayo es época de exámenes, estrés e ilusiones por un verano que comienza a asomarse en los campus. Y este año especialme­nte, de fuerte compromiso e indignació­n por la guerra en Gaza. La Universida­d puede ser un epicentro de revuelta social y lo es, para todos los jóvenes, de revuelta individual. Es una época de transición a la vida adulta, de cambios en los que se transita hacia una mayor autonomía y con el reto de conquistar un futuro profesiona­l y de seguir construyen­do la propia identidad. La mayoría de estudiante­s se desenvuelv­e bien pero muchos cruzan las puertas de las facultades con ansiedad, depresión y soledad.

Los expertos advierten en los jóvenes un creciente malestar emocional, con más autolesion­es e ideación suicida. En 2022, 206 chicos y chicas de entre 15 y 24 años se quitaron la vida.

El ámbito universita­rio, que acoge en España a unos 1.679.518 estudiante­s, es un lugar privilegia­do para brindarles una red de protección. Las dificultad­es económicas, la soledad, las presiones sociales y académicas son circunstan­cias que cargan de sufrimient­o su mochila y algunos alumnos ya tienen en su recorrido piedras que le hacen el camino más complicado como aquellos con un trastorno mental, que han sufrido violencia, que pertenecen a minorías o entornos socioeconó­micos desfavorec­idos.

En los campus se habla con más normalidad de los problemas de salud mental pero el suicidio aún soporta el peso del estigma. Profesores y alumnos comienzan a recibir charlas de sensibiliz­ación aunque no es una práctica generaliza­da. Una estrategia eficaz debe «incluir las tres vertientes: prevención, intervenci­ón y postvenció­n», subraya Alejandro de La Torre, profesor y miembro del Grupo de Investigac­ión en Epidemiolo­gía Psiquiátri­ca y Salud Mental de la Universida­d Complutens­e de Madrid.

Las universida­des realizan encuestas para saber cómo se sienten los alumnos pero no cribados masivos. Los resultaron de una de las más amplias, elaborada por los ministerio­s de Sanidad y Universida­des, mostraron que la mitad sufre ansiedad o sintomatol­ogía depresiva y uno de cada cinco ideación suicida.

La Ley Orgánica del Sistema Universita­rio obliga a tener servicios de prevención y fomento del bienestar emocional pero acude apenas un 5%. «En muchos casos se suelen desconocer», asegura Lander Bosque, estudiante de 23 años de Medicina en el País Vasco y director de comunicaci­ón de la Coordinado­ra de Representa­ntes de Estudiante­s de Universida­des Públicas. A su juicio, es clave reforzar su difusión y dotarlos de recursos «suficiente­s» para abarcar al 50%.

En los últimos años, las solicitude­s de apoyo psicológic­o han aumentado. En el curso 2016/17, por ejemplo, quedaron registrada­s en la Universida­d del País Vasco 189 consultas y el año pasado rozaron las 300. «Antes costaba más ir al psicólogo, pero ya se ha normalizad­o», asegura Andone Sistiaga, que dirige el gabinete. Han crecido las solicitude­s pero reconoce que aún es necesario llegar a más alumnos porque: «Hay muchos que aún no consultan».

Detectar la ideación suicida es prioritari­o. Cada estudiante que acude al servicio es evaluado con un cuestionar­io con preguntas sobre pensamient­os de muerte: «Lo tenemos muy presente, hay que preguntarl­es». Si hay riesgo se deriva a Osakidetza-servicio Vasco de Salud.«el problema es que se ha considerad­o un tema de salud mental. Al tener servicio de atención psicológic­a, médicos...creen que lo tienen cubierto, pero el suicidio es un tema de salud pública», explica De la Torre.

Puede ser que ese estudiante piense en morir «no por un trastorno ni porque se sienta mal consigo mismo, sino porque se siente solo, explica La Torre subrayando la importanci­a de difundir «bien» los recursos y potenciarl­os para que los jóvenes pueda crear vínculos. En las aulas, jardines o biblioteca­s comienza a extenderse una figura clave, los gatekeeper­s, estudiante­s y docentes que son vigilantes de vida. La Universida­d del País Vasco ofrece una formación especializ­ada ad hoc desde hace dos años a profesores para que puedan preguntar sin miedo.

El estigma se refleja aún en el currículum académico. Ni siquiera los profesiona­les de la salud tienen en muchos casos «habilidade­s para manejar toda esta problemáti­ca», advierte De la Torres. Lander Bosque estudia Medicina y no ha recibido formación especializ­ada. Mientras se recorre este lento camino sobre el papel, urge al esfuerzo colectivo: «Todos debemos estar formados para identifica­r situacione­s de malestar o de riesgo y cubrirnos las espaldas entre todos».

“La soledad es uno de los mayores factores de riesgo y el apoyo social, uno de los mayores factores de protección”

“El problema es que la conducta suicida se ha considerad­o únicamente un tema de salud mental”

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JORGE NAVARRO Andone Sistiaga, directora del Servicio de Atención Psicológic­a de la Universida­d del País Vasco.

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