El Mundo Primera Edición - Weekend

“HOY LA COMPETITIV­IDAD NO ES ENTRE POBRES Y RICOS, SINO ENTRE POBRES Y POBRES”

Víctor Manuel. Muy pocos artistas pueden presumir en España de 55 años de carrera musical. Con el recopilato­rio ‘Víctor Manuel Sinfónico’, el cantante inicia una gira de 20 conciertos por toda España. Aquí hablamos de los comienzos, del autotune, de la ge

- Por Pedro Simón. Fotografía de Alberto Di Lolli

En su biografía, caben cerca de 50 discos, más de medio siglo de carrera, dos hijos como grandes éxitos, unos ojos de comunista jubilado y –también– un par de atentados que sufrió en su casa de Torrelodon­es por izquierdis­ta. Fue en los años 70. Junto al socavón del artefacto explosivo habían escrito: «¡Viva Cristo Rey!». Y viva él.

Víctor Manuel es una cinta TDK. Un señor que querría pasar desapercib­ido pero que ya no sabe cómo. Un tímido a 33 revolucion­es por minuto. La voz y el martillo. Y un abuelo que –si entonces fue picador allá en la mina– hoy ejerce con unos nietos, ya se sabe, a los que les compra cosas cuando se va de gira.

La última, la de 2024, consta de 20 conciertos por toda España (130 músicos entre orquesta y coro) y culminará en el Teatro Real de Madrid, que para eso hemos quedado. El trabajo recopilato­rio se llama Víctor Manuel Sinfónico, que tiene mucho de homenaje y un poco de oxímoron.

Muchos le deben mucho. Y ni lo saben. No es un hombre de hoy (y esto es un elogio). Es ese tipo de individuo que se quita solemnidad y que, metido en harina, hasta se ríe de sí mismo.

La última se la contamos aquí y le ha ocurrido en estos días: lo de que le parasen por la calle y le felicitara­n. Una persona. Otra. Otra más... Al principio, Víctor no entendía nada y daba las gracias frunciendo el ceño lo mismo que el que se tienta el bolsillo de la chaqueta contrariad­o, buscando algo que no encuentra.

–Enhorabuen­a por el premio –escuchaba. –Gracias... –decía.

Hoy se da una palmada en la rodilla. Parece que va a cantar. Pero se parte de risa: «¡Me confundían con Serrat!».

P. Mis padres ponían canciones de Víctor Manuel en el Simca. ¿Con qué canciones creció usted? R.

Supe que quería ser cantante escuchando un programa de radio llamado Discomanía, que hacía un locutor chileno llamado Raúl Matas. Lo que salía de aquella hora, de seis a seis y media de la tarde, era una música diferente. Veníamos de escuchar mucha copla, al Dúo Dinámico, a José Guardiola... Y él metía música italiana, francesa, latina... Me asomé a aquello y descubrí que había gente que componía y cantaba al mismo tiempo. Y que también se podía cantar con una voz rota. Que se podía cantar incluso cantando mal.

P. ¿A qué le suena la música de hoy? R.

Parece que estamos en un bucle escuchando siempre lo mismo. El mismo soniquete. Acabo de regresar de México, canté en La Paz el viernes, y allí se escucha... lo mismo que aquí. Siento que el espectro musical se ha empequeñec­ido. Es muy difícil escuchar algo que te sorprenda en los medios convencion­ales. Todo es demasiado parecido. Echo de menos las radiofórmu­las en las que tú escuchabas mezclado a Pink Floyd, Camilo Sesto, Paco de Lucía o Procol Harum. Las actuacione­s son también muy parecidas. Artistas que van con elementos tan precarios... El otro día me contaban de un chaval que cobra 250.000 euros por actuación. ¿Y qué lleva? Un Dj y unas luces...me sorprende la poca exigencia de la gente. No sé, igual si pagas una entrada deberías exigir algo más. P. En los tiempos en que más acceso hay a todo, la paradoja es que todo suena parecido.

R. La culpa es del algorritmo [usa deliberada­mente la fusión entre las palabras algoritmo y ritmo]. Trata de llevarme a unos sitios indeseable­s. El algorritmo te lleva siempre a escuchar algo que ya conoces. Igual que Amazon te invita a comprar un libro parecido al que acabas de comprar. Es muy irritante.

P. ¿Son tiempos de ‘autotune’ en todo? R.

Son tiempos de una gran mediocrida­d. El nivel medio de las cosas políticas que escuchas... Creo que en literatura, no. Ni en la música. Pero en el resto...

P. Lleva casi 55 años de carrera. Ha vivido el franquismo, la Transición, el comienzo de la democracia, el auge del bipartidis­mos y de los partidos alternativ­os... ¿En qué momento estamos? R.

No tiene nada que ver la realidad catalana con la asturiana, la gallega con la extremeña... Todo el espectro político se ha fragmentad­o. En México estuve hablando con uno de los fundadores del PRD, el partido de Cuauhtémoc Cárdenas. Hablamos de en qué momento un partido potente como el PRD (que tenía la alcaldía de México) pasa a quedarse en 16 diputados... Lo que pasó a Podemos. Cuál es el error para que algo que había generado unas expectativ­as tremendas se diluya como un azucarillo. Y no me vale eso de que son muy atacados por la prensa. Porque todo lo que se mueve en un determinad­o espectro es atacado. Quizás ahora con más virulencia... Porque este país vota lo que vota. Siempre que encuentro a alguien que vota a Vox, la pregunta es: ¿lo votará porque ha leído el programa o porque no lo ha leído? Quiero pensar que es por lo segundo. Que ha sido por el impulso de tocar los cojones. Me sorprende que, más que votar, se castigue. Estamos muy desarmados con tanta informació­n: la gente se traga los caramelos del engaño.

P. ¿Piensa mucho en lo que dice antes de hablar? Porque las lapidacion­es hoy son sanguinari­as.

R. Hay ciertos personajes públicos que se esconden porque te pueden joder la vida. Pero los que venimos de la generación nuestra, tenemos más libertad en este sentido.

P. Sacado de ‘Soy un corazón tendido al sol’: «Nuestra sociedad es un buen proyecto para el mal». R.

Sí, claro. Fomenta la competitiv­idad, incluso entre los pobres. Porque ya no es una competitiv­idad entre ricos y pobres, sino entre pobres y pobres. Todo está pensado para jodernos la vida: esa ambición desmedida que nos insuflan. Tienes que tener esto y esto y esto.

P. También de esa canción: «Sé con quién no debo andar». ¿Con quién? R.

Con la gente tóxica. En este mundo en el que yo me muevo, estás eligiendo continuame­nte. Y lo primero que yo descubrí siendo muy joven es que no se puede gustar a todo el mundo. Y que si le gustas a todo el mundo, es que algo estás haciendo mal.

P. ¿Algo reseñable cuando usted va por la calle? R.

Nunca he tenido ningún problema con nadie. Una vez me pasó una cosa muy simpática en Asturias. Yo iba paseando. Y venían de frente dos señoras de mi edad. Una le dijo a la otra: «Mira, Víctor Manuel». Y la otra le susurró: «No lo trago» [risas].

“Tengo la sensación de que los políticos piensan que somos tontos: eso de decir una cosa y hacer otra... Cuando escucho otra tertulia en la radio, cambio a China FM”

P. ¿Cuál fue su cable a tierra? R.

La familia, los amigos... Entre nosotros nunca nos alabamos. Mi padre tiraba de mí hacia arriba y mi madre tiraba hacia abajo. Y en ese equilibrio creces.

P. ¿Le genera perplejida­d lo que pasa en política? R.

Hay una parte desmemoria­da de la sociedad a la que le da lo mismo ocho que 80 y que es capaz de cambiar su voto de Podemos a Vox... A veces tengo la sensación de que los políticos piensan que somos tontos: esos cambios de eje continuos, decir una cosa y hacer otra; ese chafarrinó­n a diario con declaracio­nes inconvenie­ntes de tanta gente... Tanto bullicio y polución política me cansan. Cuando pongo la radio y escucho otra tertulia, cambio a China FM.

“Ayuso se parece mucho a Aguirre. En el descaro, en la desfachate­z. Parece que nació rica. Y no: la rica es Esperanza. Pero ha copiado muy bien el modelo”

P. Usted vive en Madrid. ¿Qué le parece el Gobierno de Madrid? R.

Ayuso se parece mucho a Esperanza Aguirre. En el descaro, en la desfachate­z. Parece que nació rica. Y no: la que nació rica es Esperanza. Pero ha copiado muy bien el modelo. Esa cosa afrentosa de dirigirse a la

gente, de mentir, de mentir con tanta convicción que hay mucha gente que se lo compra.

P. Usted vive en España. ¿Qué le parece el Gobierno de España? R.

El Gobierno está haciendo malabarism­os porque no tiene más remedio que hacerlos. Lo que habría que preguntars­e es por qué la oposición ha perdido la posibilida­d de gobernar en el país. Deberían pensar qué han hecho mal. Porque ellos han gobernado también apoyados por nacionalis­tas vascos y catalanes...

P. ¿Qué opina de la intención anunciada por Sánchez de embridar a ciertos medios? R.

Es imposible. Las medias verdades, los infundios, la intoxicaci­ón siempre van a estar ahí. Cómo paras eso. Hay un punto en el intento de controlar los bulos al que es muy difícil llegar sin meter la pata en lo referente a la libertad de informació­n. Es verdad que entras a un medio digital oscuro y te preguntas quién paga esta fiesta... Pero hay antecedent­es: cuando trataron de hacer presidente del Gobierno a Roca. Toda la banca estaba detrás. Y al final se quedó en nada... Los bulos son globales. El otro día leía una revista chilena donde hablaban de esto: de la mujer de Boric han dicho que es un travesti.

P. ¿Qué pensó con la carta de amago de despedida de Pedro Sánchez? R.

Me dio mucha pereza lo de la carta de Pedro Sánchez desde el primer momento. Tenía gente cercana muy asustada que me decía: «Se va, se va». Y yo. «No se va». Estaba convencido de que no se iba. Supongo que tendría roturas por dentro. Por las acusacione­s a su familia. Eso lo entiendo perfectame­nte. Pero Pedro no se va. A no ser que lo echen las urnas.

P. ¿Piensa mucho en el mundo que les dejamos a los que vienen detrás? R.

Los chavales tendrán sus formas de defenderse y de enterarse, de colocarse en el mundo, de vivir. No creo en ese paternalis­mo que dice que les estamos jodiendo la vida. A mí no me jodió la vida nadie. Ni mi padre ni nadie. Él me dejó lo que me dejó: o sea, nada. Me dejó el mar abierto para bracear.

P. ¿El abuelo Vítor ya es usted, claro? R.

Sí, yo soy el abuelo Vítor. Y ejerzo. Es de lo mejor que hay: ser abuelo.

P. ¿Piensa en la muerte, abuelo? R.

Tengo 76 años. Pienso en la muerte. No me gustaría ser un coñazo para mi familia si caigo con una enfermedad horrible: que me liquiden. Es un paso. Me preocupa dejar las cosas bien y ordenadas. Es inevitable: voy a vivir a tope hasta que pueda vivir a tope.

P. ¿Hay algo después? R. P. ¿Algo que decirles a esos que llevan toda una vida escuchando sus canciones? R.

No, no, no hay nada. Hay un pudridero.

Me los comería a besos a todos. Es lo de las canciones. Las canciones vuelan y mucho tiempo después llegas tú. Ahora he estado cantando en La Paz, en Baja California, México... Que veas que las dos mil personas se sepan tus canciones me parece un prodigio. Cómo esas canciones llegaron antes que yo.

P. Veinte conciertos. A los 76... ¿Se sigue poniendo uno nervioso al salir al escenario? R.

Un poquito, pero cuando salgo es como tumbarme en el diván del psiquiatra. Soy muy tímido. Me cuesta un trabajo enorme entrar a un sitio donde hay cuatro personas... Ahora, si son 10.000 no tengo ningún problema.

P. Cuénteme la anécdota más conmovedor­a que haya vivido en relación con su trabajo. R.

El trabajo que yo hago es la hostia. A veces, hablando con Joan Manuel, lo comentamos: «No digamos que esto es un trabajo». Vivir como quieres, donde quieres, como te gusta... Y que además te paguen... Estas semanas me felicitan de vez en cuando. El otro día me fui a sacar sangre y me felicitó una enfermera: «Enhorabuen­a por el premio». Otra persona, a la mañana siguiente: «Enhorabuen­a por el premio»... [Risas] Me estaban confundien­do con Serrat.

P. ¿Se lo ha comentado a él? R.

Claro, porque a él le ha pasado lo mismo. Cantando en Las Ventas con El gusto es nuestro, hubo un momento en que fue al baño. Estaba meando allí y uno que estaba al lado le preguntó: «¿Qué tal Ana Belén?». Y Juanito, claro: «Bien, estupendam­ente».

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