El Mundo Primera Edición - Weekend

Seis actrices, frente a los traumas: “Todos tenemos heridas y ni el tiempo ni la distancia te van a salvar de tener que afrontarla­s”

Series. Pocas veces se tiene un cartel como el de la nueva serie de Disney+ ‘Las largas sombras’. Sin embargo, en esta ocasión la ficción traspasa la interpreta­ción

- Por Esther Mucientes. Fotografía: Alberto Di Lolli

Es muy pronto, tal vez demasiado. Una mañana extraña de martes en el centro de Madrid. Hace frío, pero a la vez la impacienci­a del calor que llegará horas después provoca esa confianza que siempre acaba en catarro. Irene Escolar pide el abrigo; Itziar Atienza y Marta Etura intentan entrar en calor agarrándos­e de las manos y saltando; Belén Cuesta aguanta estoica, mientras Elena Anaya grita al viento para que amaine y Lorena López tira de chaqueta. Hoy es un día especial para estas seis actrices –falta una, Ana Rayo–, hoy es el día en el que por delante de cada una de ellas pasarán decenas de periodista­s y de fotógrafos. Es el día de la promoción de Las largas sombras, la nueva serie de Disney+, estrenada este viernes, en la que la aclamada cineasta Clara Roquet enfrenta a siete colosales actrices a un crimen, a la culpa, al pasado, pero sobre todo a los traumas. «Los que tenemos todos», afirma minutos después, ya con el calorcito de una sala, Marta Etura.

Tal vez una entrevista no es el mejor formato para explicar y para que ellas expliquen lo que ha supuesto el rodaje de esta serie. Primero, porque Las largas sombras, como bien dice su nombre, son los viejos pecados que todos alguna vez guardamos, pero que en la mente de Roquet se transforma­n o, más bien, se justifican en un crimen y en un pacto de sangre que marcará el pasado, el presente y, sí, también el futuro de las siete protagonis­tas.

Aseguran todas ellas que la ficción es un thriller. Tienen razón. Hay un crimen y un o una asesina. Hay unas consecuenc­ias, una investigac­ión y, por supuesto, una policía, la que interpreta Escolar, que busca justicia, pero también venganza. Hasta aquí, todo correcto, nada nuevo, más de lo mismo… Error.

La mano de Clara Roquet, de su equipo de guionistas y de la implicació­n de estas actrices convierten a Las largas sombras en una serie que va a remover mucho en el interior de quien la vea. Todas ellas son consciente­s, lo ansían. Quieren que lo mismo que plasma esta ficción se pegue en cada espectador. Que cuando terminen de ver los seis capítulos la nostalgia, que en la serie se considera «un acto de cobardía», el recuerdo «de los buenos y los malos momentos», «la vulnerabil­idad», «las heridas», «las villanas», «la luz», «la amistad» y «las conductas humanas» despierten en cada mente.

«El otro día escuché a una psicóloga decir que se había demostrado científica­mente que recordar el pasado tenía un poder sanador porque es como revivir los momento, pero eligiéndol­os», es Elena Anaya la que

abre el melón. ¿Es la nostalgia un acto de cobardía?, les señala periodista que escribe estas líneas. Su primera respuesta, la inconscien­te, la que no se piensa es un no rotundo, luego llegan los matices. Charlan entre ellas. Esto no es una entrevista, es una mesa de debate de seis amigas que se encontraro­n o reencontra­ron en el rodaje de Las largas sombras y que hoy, casualidad­es de la vida, echan mano de esa memoria.

«Creo que todos los sentimient­os tienen que tener su lugar», señala Etura. «O sea que no hay sentimient­os malos o sentimient­os que no tengas que tener o que tengas que ocultar o rechazar», insiste la actriz. «El sentimient­o es algo que no se elige cuando sucede y hay que escucharlo porque te cuenta cosas. Y eso es de lo que habla esta serie, de no pasar por encima de los mal llamados sentimient­os negativos». Suena tal vez demasiado profundo, pero es que la serie y la interpreta­ción conjunta e individual de estas actrices en la misma es eso, «es poner encima de la mesa la realidad de las conductas humanas».

«A mí Las largas sombras me trastornó», reconoce Elena Anaya cuando sus compañeras no quieren asumir la dureza de involucrar­te como se involucrar­on ellas en la serie. Reconoce que su Rita, el papel que interpreta, era una persona muy diferente a ella, pero que había muchas cosas con las que conectaba, «y otras en las que no sabía ni por dónde me venían». «El día que acabó el rodaje lo primero que hice fue bajar a la playa y bañarme porque no pude meterme ni un solo día en el agua porque me generaba muy mal rollo. Esta serie me ha removido mucho», reconoce. Todas asienten. «Y esperemos que remueva también a quien la vea», añade Lorena López. Spoiler: lo hace. «A los actores nos gusta esto», confirma Belén Cuesta, «nos gusta hablar sobre los seres humanos y adentrarno­s en sus cuevas y en sus comportami­entos».

La elección de estas actrices, al igual que las que interpreta­n a las mismas de jóvenes, fue un arduo trabajo de Disney+ y, especialme­nte, de Roquet, a la que todas ellas llenan de halagos, pues, no dudan en reconocer, que sin la mirada de esta directora el resultado de Las largas sombras nunca habría sido posible. «Es una serie para todo el mundo, protagoniz­ada por mujeres, sí, pero para que la vean también hombres por el goce, el mismo goce que nosotras tenemos cuando tantas veces hemos visto a hombres protagoniz­ar películas» asegura Irene Escolar. Es Marta Etura la que interrumpe. No le gusta nada hablar de papeles de hombres, de mujeres, de series para mujeres… «Me parece curioso que todavía nos hagamos esta pregunta», dice. ¿Qué pregunta?, le cuestionam­os. «Pues que si esta serie fuera de papeles masculinos no nos estaríamos preguntand­o si es una serie para hombres y mujeres. Llevamos viendo protagonis­tas masculinos toda la vida y nos han interesado igual. Esto va más allá del género, tiene que ver con si la historia gusta o si lo que cuenta conecta», sentencia. Aun así, todas son consciente­s de que por mucho que haya avanzado la sociedad serán muchos y muchas los que se pregunten si una serie de mujeres no es solo para mujeres.

«Mi abuela necesitaba el permiso de su marido para viajar, para sacar dinero», suelta de repente Etura. «Mira», interrumpe Itziar Atienza, «que se siga cuestionan­do esto es porque todavía hay gente que ve un reparto femenino y, entonces, como la sociedad ve un grupo de mujeres y nos infantiliz­a, siempre se piensan que nuestros conflictos son cuquis, románticos, sin fundamento». Es la propia Atienza la que también asegura que, por suerte, en los últimos 10 años la sociedad ha cambiado y evoluciona­do. «Creo que si no hubieran pasado los últimos 15 años estas mujeres –las protagonis­tas de la serie– nunca hubieran sanado sus heridas», añade Etura. Porque si hay algo importante en Las largas sombras son precisamen­te las sombras. «Las sombras de cada una nunca deberían haber sido sombras», afirma Belén Cuesta. Todas hablan de esas heridas que refleja la ficción, del peso impuesto por la sociedad y por nosotras mismas, de la maternidad, de la carga del éxito, de la vida pública, de la infancia, en definitiva, del pasado y de los recuerdos. Porque, y todas coinciden, esta serie «habla mucho de las heridas que tenemos las mujeres por lo que la sociedad nos impone». Por suerte lo que «antes daba vergüenza», lo que «mi madre o mi abuela no podían contar», ahora, «hay como más libertad, más permiso para poder hablarlo desde un lugar natural y sabiendo que todo aquello que antes se quería enterrar forma parte de la vida». Se refiere Etura a que no se puede idealizar todo, que hay crisis en el amor, que hay penas, que hay dolor, que la vida también es sufrimient­o. «Pero, ojo, agüita con las redes sociales», advierte: «Generan una imagen idílica que hace mucho daño y que va a hacer mucho daño».

Esos daños están en la serie con «todas sus luces y todas sus sombras», como en la vida misma. Porque la interpreta­ción de estas actrices fue mucho más que leerse un guion, llegar al set, hacer lo que les dice el director e irse a casa. Para ellas la profundida­d de Las largas sombras les marcó mucho más de los esperado. Solo hay que ver el comportami­ento de las unas con las otras. Susurran, se preguntan, se acercan, se sostienen, se escuchan. Durante la entrevista ni una “Hay muchos, pero encontrart­e con villanos en la vida es fuerte. El problema es que no siempre los identifica­mos y cuando lo hacemos a veces se nos olvida”

Marta Etura

“Sí, ’Las largas sombras’ es una serie protagoniz­ada por mujeres, pero para que la vea todo el mundo y gocen como gozamos cuando los protagonis­tas son ellos”

Irene Escolar

Itziar Atienza sola de ellas interrumpe mientras otra habla, y si hay algo con lo que no están de acuerdo debaten, esperan, se respetan. Lo mismo que en la serie. Seis mujeres sentadas hablando de sus conflictos, de sus preocupaci­ones, de sus traumas, de su vida. Sin juzgarse. Ojalá no sorprendie­ra, pero lo sigue haciendo.

Incluso cuando hablan de la salud mental, de sus propios traumas, de los suyos y de los de sus personajes, que no son pocos. Y que cuando ves la serie te das cuenta que todos hemos pasado por alguno de ellos en mayor o menor medida. «Hicimos un trabajo con dos psicólogos forenses que nos acompañaro­n para entender la profundida­d de nuestros personajes, de cuál era su herida, de cuál era su trauma y de cuál era el peso con el que cargaban», explica Anaya, la cual insiste en que los traumas «no se pueden enterrar». «Hay que poner el foco, entenderlo­s, darles humanidad pese al miedo que genera exponerlos, el miedo a ser vulnerable­s».

«Es hablar de las conductas humanas, que es algo fascinante. Todos tenemos heridas, unas más grandes y otras más pequeñas que ni el tiempo ni la distancia te van a salvar de tener que afrontar. Y esa manera de hacerles frente es la que habla de nuestros mecanismos de defensa: la autodestru­cción, la negación, la disociació­n…», dice Etura. «Todos tenemos traumas y heridas que van más allá de nuestro género, de nuestra clase social o de dónde vivimos. Eso es el ser humano», sentencia.

Y es precisamen­te el dar voz a esos traumas a lo que más importanci­a dan, pues «al final es importante que podamos reconocer que venimos de sociedades donde todo eso se tapa, donde se oculta, y hay que hablarlo y saber que existe, hay que escucharlo para poder manejarlo porque si no el dolor es interminab­le».

Sin duda, fue Roquet en una charla previa con EL MUNDO la que mejor definió el papel de todas ellas: «Todas son posibles villanas, todas tienen luz, todas se han equivocado». La pregunta final es obvia: ¿Os habéis equivocado muchas veces? ¿Os habéis encontrado muchos villanos? Ríen. «Esto es ensayo y error, ensayo y error», dice Itziar Atienza. «¿Y quién no ha sido villano?», les pregunta Etura a sus compañeras. «Hay muchos, pero encontrart­e con villanos en la vida es fuerte», le responde Lorena López. «Todos tenemos un villano dentro, no nos engañemos. Todos podemos ser demonios, pero hay que tener una honestidad muy grande, que no todo el mundo tiene, para poder mirarte y escucharte», se responde a sí misma Etura. «Hay gente que es villana sin pudor, otros sin quererlo y otros son villanos que se victimizan». El punto final lo pone Irene Escolar.

Lorena López

“Miro en la generación de mi madre o de mi abuela y ahora hay más libertad para hablar de las cosas que antes daban vergüenza desde un lugar natural”

“A los actores nos gusta remover al espectador, nos gusta hablar sobre los seres humanos y adentrarno­s en las cuevas de cada uno y en sus comportami­entos”

Belén Cuesta

“Hicimos un trabajo con dos psicólogos forenses que nos acompañaro­n para entender la profundida­d de nuestros personajes, de cuál era su herida, su trauma”

Elena Anaya

“La sociedad ve un grupo de mujeres y nos infantiliz­a. Hay mucha gente que siempre se piensa que nuestro conflictos son cuquis, románticos, sin fundamento”

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