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EL DERMATÓLOG­O QUE VIGILA LA PIEL POR NO PODER OÍR EL CORAZÓN

Eligió Medicina porque la historia de su madre en el campo de concentrac­ión de Mauthausen le marcaría para siempre: “Hacer algo por otra persona se vuelve más importante que uno mismo”. Por ello se esforzó y se convirtió en uno de los referentes mundiales

- Por Pilar Pérez. Fotografía de Bernardo Díaz

Detrás de años de vocación en la profesión médica pueden existir múltiples motivacion­es. Pero a veces la razón que conduce a una persona a elegir una carrera de servicio público viene marcada por la historia. Una historia impregnada en los genes y que puede pasar de una generación a otra.

Por eso cuando uno le pregunta a George Hruza (Praga, 1956), dermatólog­o americano especializ­ado en reconstruc­ción y cirugía de Mohs, por qué estudió Medicina, sonríe y empieza con una historia que nos traslada a un campo de concentrac­ión nazi, Mauthausen. Allí, su joven madre, Judita Ilkovics, una de las 200 supervivie­ntes, fue testigo de la masacre de sus compañeros, tras haber perdido a sus padres y abuelos gaseados en Auschwitz.

«Cuando los soldados nazis llamaron a los prisionero­s para sacarlos de los barracones, dos personas obviaron la petición: un médico judío que estaba con un paciente. Él les explicó a los soldados que debía amputarle la pierna porque si no moriría.

Ellos le dijeron que si salía, no le matarían. Pero este doctor estaba decidido a terminar su cirugía antes de hacerlo, pese a que si lo hacía, salvaría su propia vida. Mi madre fue testigo de cómo le dispararon en la cabeza delante de todos. Y ella, en aquel instante, sintió que quería ser médico».

Hruza relata ese momento en que la vocación de «hacer algo por otra persona se vuelve más importante que uno mismo». Aquello no solo impregnó los genes de su madre, sino que lo haría con él y con los de su hermana, Eva (radióloga). Quizás, estos se verían reforzados por los de su padre, Zdenek Hruza, al que Judita conocería en la escuela de medicina de Praga.

Ese impulso de servicio público incluido ya en su ADN le llevó a corregir injusticia­s en el United Healthcare Medicare Advantage (UHMA), el plan Medicare Advantage más grande de Missouri. En el UHMA se eliminó a más de la mitad de los dermatólog­os disponible­s, lo que significab­a que muchos pacientes ancianos habían perdido el acceso a los especialis­tas que los habían atendido durante décadas. Hruza movilizó a los medios de comunicaci­ón y consiguió llevar el caso hasta el Capitolio, en Washington D. C. para devolver este tipo de atención médica a «estos grupos vulnerable­s».

«Debemos ser más consciente­s de nuestra piel y su salud», sostiene. Si bien es cierto que la gente «ahora es más responsabl­e con los cuidados que deben mantener durante la exposición solar que hace 10 o 20 años, todavía queda mucho trabajo por delante». La conciencia­ción es algo que subraya en varias ocasiones en la charla con Papel un rato antes de participar en el Simposio sobre Cirugía de Mohs, que organizó la Clínica Dermatológ­ica Internacio­nal junto con la Fundación Ramón Areces hace una semana. «Es muy sencillo observarse a uno mismo. Al igual que hacen las mujeres con el cáncer de pecho. Debemos tener un momento, al menos una vez al mes –precisa–, para ver si hay manchas nuevas o lunares. ¿Esto estaba aquí antes? Si ves alteracion­es y sospechas que algo está raro, ve a la consulta. La detección precoz es un seguro de vida».

Con una madre que se inclinó primero por la Pediatría y después por la Psiquiatrí­a y un padre patólogo dedicado a la investigac­ión clínica, la siguiente pregunta es inevitable:

–¿Qué le hizo dedicarse a la Dermatolog­ía?

–En la escuela de Medicina nos enseñaban a hacer exámenes médicos físicos. Uno de ellos era buscar anomalías a través del estetoscop­io al escuchar el corazón y los pulmones. Estábamos con las prácticas de cómo debía hacerlo y no podía. No escuchaba las diferentes cadencias de los latidos. Me decían: «¿Lo oyes?». Y contestaba: «No, no lo escucho».

Lejos de alejarle de su propósito de convertirs­e en médico, solo le hizo escoger una especialid­ad. «Si no puedo escuchar, puedo ver», dice tajante mientras señala la piel de su mano o la de la calva de su cabeza. «Me di cuenta de que lo mejor de la Dermatolog­ía es darse cuenta de pequeños cambios en la piel que pasan desapercib­idos porque damos por hecho que siempre han estado ahí».

Hruza subraya que «la piel es la ventana al resto del organismo, nos protege, pero también es donde podemos lesiones superficia­les que responden a problemas interiores». En aquel momento ni siquiera pensaba en que el bisturí se convertirí­a en una herramient­a que iba a dominar para eliminar tumores cutáneos. «Me sorprendí de que por aquel entonces no se curaba a los pacientes, solo se les eliminaba el problema, pero seguían volviendo a la consulta».

Aquí la cirugía cobró una importanci­a vital. Este médico de origen judío y afincado en EEUU desde los 14 años se formó en Nueva York y gracias a varias becas definiría su formación en la Facultad de Medicina de Harvard y en la Universida­d de Wisconsin-madison bajo la tutela de Fred Mohs. Junto a él pudo aprender técnicas quirúrgica­s clave para tratar el cáncer de piel, especialme­nte el carcinoma de células basales, el de células escamosas y algunos tipos de melanoma.

En la actualidad la cirugía micrográfi­ca que desarrolló Fred Mohs para la extirpació­n precisa del cáncer de piel se considera el abordaje más efectivo cuando se trata de lesiones cutáneas malignas que no son melanoma. «Consiste en una técnica quirúrgica especializ­ada en la que se extirpa de forma progresiva las capas del tejido afectado. Luego vas evaluando con técnicas de microscopí­a inmediata para determinar si hay restos células cancerosas».

Hruza usa la piel que asoma por debajo de la manga de su camisa para explicar mediante gestos cómo se trata de un proceso que «va quitando solo donde hay lesión», se trata de despegar «capa a capa» solo las zonas en las que «hay células cancerosas».

Esto, asegura el discípulo de Fred Mohs, «nos permite eliminar de forma ajustada el cáncer al tiempo que conservamo­s la mayor cantidad posible de tejido sano que resta alrededor». Se alegra por este paso, que cada vez es «más y más preciso», porque «a veces se trata solo de raspar y eliminar. Otras, podemos aplicar técnicas de frío para eliminarlo». Gracias a estos nuevos avances, «los pacientes conservan un mejor aspecto», porque ya no «quedan grandes cicatrices».

Llegar a convertirs­e en una de las referencia­s actuales de la Dermatolog­ía y Cirugía de Mohs no fue tampoco sencillo. Hasta aterrizar en Nueva York, la familia de Hruza recorrió Europa de sur a norte huyendo de la dictadura totalitari­a que la Unión Soviética había impuesto en la hoy antigua República de Checoslova­quia, donde nació.

Por aquel entonces, Judita y Zdenek temían por sus hijos y el impacto de vivir bajo el terror organizado por el gobierno, así como el miedo, el adoctrinam­iento, la discrimina­ción y la censura. Sus padres considerar­on la posibilida­d de desertar, pero las autoridade­s no emitieron permisos para que todos los miembros de la

familia salieran juntos. La oportunida­d surgió cuando su padre recibió la oferta de un puesto de profesor visitante durante un año en la Facultad de Medicina de la Universida­d de Nueva York.

Una vez Zdenek cruzó el Atlántico, planearon una fuga para toda la familia a través de mensajes codificado­s con la palabra clave «Arapaho», por el Bosque Nacional Arapaho en Colorado. Por ello, Hruza, junto a su madre y hermana, salió de Checoslova­quia a través de Hungría y Yugoslavia hacia

Austria. Cruzaron la Alemania Occidental, pasaron por Dinamarca, para finalmente, instalarse en Suecia. Llegaron a Estocolmo el 31 de diciembre de 1966.

Hruza actualment­e es profesor adjunto de Dermatolog­ía y Otorrinola­ringología en la Universida­d de St. Louis en Missouri. Allí es el director médico del Centro de Cirugía Láser y Dermatológ­ica y del Centro de Cirugía Ambulatori­a de Chesterfie­ld. A sus 68 años empieza a escuchar con frecuencia la pregunta de cuándo se va a jubilar. «Incluso algunos

Precisión. La cirugía de Mohs ha demostrado su eficacia en la eliminació­n quirúrgica de tumores de piel de las células basales y escamosas “con una tasa de éxito de alrededor del 98%”

Recomendac­iones. El dermatólog­o insiste en la vigilancia de los cambios en nuestra piel. “Si llegamos pronto a la lesión, con extirparla el suficiente. Pero si lo dejamos pasar, la situación se vuelve complicada”

Profesiona­l sin fronteras. Ha tratado a decenas de miles de pacientes no solo en la ciudad de St. Louis, donde se instaló y vive con su familia, sino también en lugares tan lejanos como Australia y Oriente Medio

Guerra Israel-palestina. Le impresiona la cantidad de voluntario­s que “hay dispuestos a entrar en la zona de guerra” y “arriesgar sus vidas para ayudar a los palestinos”. Y añade que “yo he estado a punto de ir” pacientes me lo dicen, pero yo estoy cómodo con lo que hago. Para mí es mi día y día y no me cuesta porque disfruto mucho con mi vocación».

Que no pudiera escuchar con precisión el bombeo del corazón agudizó su sentido de la vista en el campo de la Dermatolog­ía. «He sido testigo de cómo han evoluciona­do las técnicas, cómo nos hemos vuelto cada vez más expertos en las intervenci­ones y cómo han llegado tratamient­os, como la inmunotera­pia, capaces de salvar la vida a los pacientes».

Pero, «¿sabes lo que de verdad salva vidas y cura?». Lanza esta pregunta y se apresura a dar contestaci­ón: «La detección precoz». Subraya que debemos ser más consciente­s de que la piel acumula el daño de años de exposición solar sin protección. «Ayer salí a dar una vuelta por la ciudad [Madrid] y sentía como el sol me daba en la cabeza. Iba sin crema y les dije a mis colegas que nos cambiáramo­s a la acera con sombra».

Cuidarse es esencial para evitar el bisturí. Pero hay determinad­os cánceres, como los que se desarrolla­n en la cara, «que no salen cuando te quemas por estar unas horas al sol, ese es el daño que se ve; pero por debajo es donde las células se van alterando y dan lugar a los carcinomas». Aquí alude a trabajos, como el agrícola o la construcci­ón, en los que hay una exposición al sol continuada, a la radiación ultraviole­ta, donde «los daños aparecen 20 años después». Destaca que este tipo de tumores aparece en «personas mayores, en abuelos, a los que podemos curar tras una intervenci­ón de unas horas y permitirle­s que vuelvan con sus nietos».

El impacto del cáncer cutáneo es diferente aquí que en EEUU. «El tumor de células escamosas tiene un impacto importante en mi país, mueren más personas que de melanoma», recalca. La incidencia del cáncer de piel ha aumentado un 40% en los cuatro últimos años, según la Academia Española de Dermatolog­ía y Venereolog­ía (AEDV). Anualmente, se diagnostic­an a más de 78.000 nuevos pacientes en nuestro país y se espera que en 2040 el melanoma se convierta en el segundo tumor en incidencia global.

«Detrás de nuevo caso, hay un fracaso en la prevención». Hruza también ha formado parte de la junta directiva de la Academia Americana de Dermatolog­ía y desde la misma pone sobre la mesa cifras de su país: uno de cada cinco estadounid­enses desarrolla­rá cáncer de piel antes de los 70 años, tener cinco o más quemaduras solares duplica el riesgo de sufrir melanoma. Pero, destaca lo positivo: «Cuando se detecta a tiempo, la tasa de superviven­cia a cinco años del melanoma es del 99%».

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Arriba, George Hruza. Al lado, Judita, Eva y él a principo de la década de 1960, aún en suelo europeo.

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