El Mundo Primera Edición - Weekend
ESTILO. Estilistas: los indispensables más desconocidos del negocio de la moda
Sin ellos, las alfombras rojas serían un desastre. Y a las mejores vestidas del mundo no habría quien las mirara, de puro aburrimiento. Así trabajan estos profesionales de la apariencia que en España empiezan lentamente a despuntar
Alexandra (nombre figurado) es una emprendedora en sus primeros 40 que ha hecho fortuna en el sector de las agencias inmobiliarias. En concreto, se ha especializado en las viviendas de lujo, y en pocos años ha colocado su empresa en una situación bastante pujante. Pero algo falla en la ecuación. Son algunos de sus propios empleados quienes, con toda la delicadeza que les resulta posible, le hacen saber qué es: su forma de vestir. Si vendes casas de lujo tienes que transmitir lujo, y tú no lo haces, vienen a decirle.
Así que Alexandra –que en realidad ya sabía que algo fallaba, aunque no acabase de ponerle nombre-, en vez de montar en cólera decide contratar a una estilista: Elena Esteban, a quien ha descubierto a través de Instagram. Tras una breve charla, se citan en Madrid. Y como Alexandra aún no tiene todo el dinero que sería necesario para hacer un cambio en profundidad y a todo tren (lo que le costaría un mínimo de 20.000 euros), Elena se la lleva a Las Rozas Village, un outlet de tiendas de lujo a media hora del centro de la ciudad. Unas horas más tarde, Alexandra se habrá gastado unos 7.000 euros en trajes de chaqueta, vestidos y accesorios pero, sobre todo, habrá construido una imagen, la que necesita transmitir su empresa, la que resulta imprescindible para conectar con sus clientes. Ya lo dijo Jean Paul Sartre (aunque fuera en una nota al margen) en Cuestiones de método: al igual que la persona crea el vestido al expresarse a través de él, el vestido también crea a la persona. De ahí el potencial transformador de la ropa.
Volviendo al caso, resulta interesante destacar que Elena Esteban estudió Psicología, aunque más tarde prefiriese vestir a la gente a cambiarle la cabeza a la gente. Durante años trabajó en Moscú, en la televisión, pero también para particulares, hasta que el destino la trajo a Madrid. Hoy es estilista y personal shopper para mujeres adineradas, especialmente sudamericanas, eslavas, menos españolas. Se queja delicadamente de que a estas últimas «les cuesta aún entender el sentido de contratar a una estilista, no acaban de entender para qué sirve, pese a las ventajas que podrían obtener de ello»..
Aquella formación en psicología que quedó apartada ha resultado ser de gran ayuda para Elena Esteban, ya que le ha proporcionado, dice, herramientas para comprender qué pasa por las cabezas de sus clientas: «Porque mi trabajo no es comprarles la ropa que yo creo que les va a quedar bien; se trata de percibir, por las palabras que usan, los temas de los que hablan, por cómo se relacionan con la ropa en las tiendas, qué tipo de mujer son y quieren transmitir realmente, y en qué tipo de ropa se sienten verdaderamente ellas mismas. En el caso de Alexandra, por ejemplo, sin que ella me lo dijera, vi enseguida que se sentía más atraída por ropa que destacase sus curvas, que la mostrase femenina. Por poner un ejemplo, en Carolina Herrera encontramos prendas que se adaptaban muy bien a esa visión, que transmitieran feminidad y lujo. Hicimos una renovación absoluta de su armario, que le servirá dos o tres años. Siempre trabajo con tendencias de largo plazo».
Elena Esteban es una de las profesionales que trabajan, diríamos, en la cara oculta de la moda, lejos de los focos, pero que son centrales para el negocio. Claro que también hay excepciones en lo que se refiere a la visibilidad. La estadounidense Elisabeth Stewart, por ejemplo, se ha hecho célebre como especialista, no solo en vestir para la alfombra roja o la MET Gala a algunas de las mayores estrellas de Hollywood (entre ellas sus fieles clientas Cate Blanchett, Julia Roberts, Amanda Seyfried o Jessica Chastain), sino por el hecho de que éstas aparezcan contentas y felices, muchas veces haciendo el ganso, en su cuenta de Instagram. Stewart entró en la profesión a través del periodismo, donde fue editora de moda, y de ahí pasó al estilismo. Fue durante una producción de moda cuando la actriz Calista Flockhart le preguntó si podía vestirla para unos premios Emmy. Y así empezó su carrera profesional como experta en alfombras rojas.
The Standard, revista del británico The Independent, publicó a finales del pasado año su lista de las cien personas más influyentes en el mundo de la moda. En su
ranking, la primera estilista que aparecía era, en el puesto 31, Katie Grand, durante años colaboradora de Miuccia Prada y Marc Jacobs, directora de Pop Magazine y fundadora de LOVE y Perfect Magazine. También ha hecho sus pinitos en el diseño de moda, de la mano de Moschino. Los otros dos estilistas que figuran en la lista de los más poderosos en el mundo de la moda son Harry Lambert, el hombre tras los looks de Harry Styles (y que por cierto ha colaborado con Zara), y Rebecca Corbin-murray, británica responsable de las impactantes apariciones sobre la alfombra roja de Florence Pugh, por ejemplo.
Por su parte, en marzo, el Hollywood Reporter publicaba su lista de los 25 estilistas más poderosos de Hollywood y nombraba profesional del año a Andrew Mukamal, creador de la imagen de Margot Robbie durante la gira promocional de Barbie. Esos looks, de hecho, han dado lugar a un libro: Barbie(tm): The World Tour (Rizzoli).
Las estilistas son vitales para las marcas, mucho para las grandes, pero también para las pequeñas, ya que, en muchos casos, de su criterio y consejo depende que una actriz o una cantante luzca una prenda determinada en una alfombra roja o en un evento, con el impacto que ello puede suponer en la imagen de marca y las ventas. Dan fe de ello todas las enseñas elegidas por la Reina Letizia para acudir a un acto público. Lo sabe bien Ester Cerdán, CEO y cofundadora de la marca Laura Bernal. Que Doña Letizia eligiese en 2022, durante la cumbre de la OTAN en Madrid, un traje de su marca tuvo el impacto de una campaña de publicidad. En aquellos momentos Ester Cerdán le decía a YO DONA que, para ella, aquello era «un sueño hecho realidad».
Pero entre el traje de Laura Bernal y la Reina Letizia hay un elemento que resulta decisivo: la estilista. En concreto, en este caso, Eva Fernández, responsable de la imagen de la Reina desde 2015, cuando se conocieron de forma casual en un showroom. Creadora en gran medida del ya conocido como efecto Letizia, había trabajado previamente como estilista en varios medios de prensa femenina. Pero lo que ha demostrado su savoir faire, lo que ha marcado la diferencia es, verdaderamente, su capacidad para construir un sello sólido y personal para la Reina, donde las pequeñas marcas españolas y la forma en que las prendas se reutilizan y se recombinan han sido elementos clave. Como Eva Fernández, otros nombres muy punteros en el estilismo español actual son los de Leticia Riestra, Cristina Reyes, Freddy Alonso, José Juan Rodríguez y Paco Casado, Montse Nieto (especializada en televisión), Belén Antolín..., habituales tras los looks que visten nuestras alfombras rojas.
¿Cómo se trabaja en estas situaciones? Eva Barrallo, también diseñadora, muy vinculada al mundo editorial y estilista de cabecera de la actriz Laia Costa, explica que «lo primero que suelo hacer es proponerles un café relajado y generar una conversación distendida. Les pregunto sus razones para elegirme y que me hablen de sus referentes en diseño y en alfombras rojas. Lo siguiente es prepararles una propuesta de vestuario respetuosa con sus gustos, aunque siempre intento llevarlas al lugar donde creo que van a estar más favorecidas y donde arriesguen un poco más sin sentirse disfrazadas. A partir de ahí se piden looks a diseñadores para hacer una prueba de vestuario. Hacemos fotos y probamos peinados. Lo principal es que estén guapas y apropiadas para el evento, pero también se valoran el diseñador, cuánto nos vamos a diferenciar del resto de asistentes, si el look tendrá relevancia en prensa... En base a todo esto decidimos».
Sobre el lugar que ocupa en la industria de la moda la figura del estilista, Barrallo cree que, de hecho, «es pieza clave de un buen engranaje» entre las marcas y el consumidor: «Para una marca es vital no sólo tener un buen contenido, técnicamente hablando, sino llegar a su publico objetivo, porque no es lo mismo una marca para un old millennial que para un gen z. Un buen estilismo va a ayudarte a llegar al target que quieres. Una marca pequeña normalmente no tiene mucho margen de maniobra, en general tiene más presión y menos margen de error. Así que no es que piense que las pequeñas marcas necesitan a los estilistas para crecer, es que creo que son vitales para su propia supervivencia».
Reivindica también Eva Barrallo una mayor visibilización del trabajo del estilista. «En el hecho de que determinados looks de celebrities como puedan ser Hailey Bieber o Kendall Jenner se hagan supervirales tiene mucho que ver la estilista. Sin embargo, apenas se la menciona. No se habla, por ejemplo, de Dani Michelle [estilista neoyorquina] cuando muchas de las tendencias virales que hay hoy son suyas. La última, la de Hailey Bieber con una gorra con pañuelo. Las estilistas tienen mucho que ver en estas cosas, pero no siempre se les atribuye el mérito».
A estas alturas resulta inevitable preguntarse cuánto cobra un estilista, ese profesional que resulta ser tan importante para las marcas como para las estrellas de cine, para profesionales que
“Mi trabajo es percibir qué tipo de mujer son y quieren ser realmente”, dice Elena Esteban
Elisabeth Stewart viste para la alfombra roja a Cate Blanchett, Julia Roberts o Jessica Chastain
Eva Fernández construye la imagen de la Reina Letizia desde 2015, con gran éxito
Según Eva Barrallo, el estilista «es clave de un buen engranaje» entre las marcas y el público
En Hollywood pueden llegar a ganar 9.000 euros por una gala MET. Aquí, 300 por unos Goya
En España destacan nombres como los de Leticia Riestra, Cristina Reyes, Freddy Alonso...
necesitan construir una marca personal o para cualquiera que necesite dar el golpe en un evento importante. Aquí, como en todo, hay grados. Y los grados van desde la millonada que cuesta un estilista de primera línea en Estados Unidos hasta el cero patatero que puede llegar a costarte en España.
Nos explicamos: en Hollywood un estilista puede llegar a cobrar unos 9.000 euros por ocuparse de un look en la gala MET (aunque la mayoría, los más normalitos de los que hacen grandes eventos, rondarán fees de 1.500 euros). En España, sin embargo, las cantidades que se manejan son muy inferiores, y si te embolsas 300 euros por vestir a una actriz en los Goya es que eres el rey del glam. Hacerlo gratis a cambio de... ¿currículum? ¿Entrar en la ceremonia de los Goya? ¿Un tap-tap en la espalda? ¿La esperanza de que el boca a boca te lleve a nuevos clientes? es práctica harto frecuente, por desgracia. Pero en fin, hablamos de un país, el nuestro, donde también las actrices llevan gratis los vestidos de los diseñadores en las grandes galas. Será porque todavía hoy, en pleno 2024, seguimos creyendo que no nos merecemos las cosas y que si nos prestan un vestido bonito... ¡sólo nos queda dar las gracias!
Con este panorama, ¿qué tiene de bueno la profesión de estilista? Para Eva Barrallo, «la creatividad y el cliente. La creación de la identidad e imagen de una marca o de una celebrity es la parte más bonita. Me gusta escuchar las necesidades e inquietudes y a partir de ahí desarrollar una propuesta de vestuario. Y siempre es muy satisfactorio sentir que eres de ayuda».
P“Los hombres han hecho cero manifestaciones para lograr el permiso de paternidad de 16 semanas. El nuestro lleva congelado 30 años”
odrá tener pelos en muchos sitios, pero ninguno en la lengua. Andrea Ros (Terrassa, 31 años) es actriz y divulgadora perinatal, asunto este último por el que la traemos a colación. Ha escrito Lo hago como madremente puedo (Destino, 2022), lidera una comunidad física y digital de acompañamiento a mujeres con hijos y capitanea con la psicóloga Paula Roig, su partner in crime, el pódcast La vida secreta de las madres. Contra todo pronóstico, este espacio ha saltado del estudio de grabación a los teatros, con 20 bolos en su primera gira por España.
Habla de los asuntos que atañen a las madres con una mirada libre y totalmente desacomplejada, y lo hace a menudo desde el humor y el sarcasmo. Pero que nadie se confunda: tiene el pico como una metralleta y, desde luego, siempre dispara con bala. Se rebela con fiereza (y las palabrotas que sea menester) contra el discurso que reduce la maternidad al nicho segundón de «cosas de mujeres y bebés». Para ella, las madres son su público, un target despreciado y relegado a los márgenes por el patriarcado. Lo dicho: lleva siempre la escopeta cargada.
P. Es una madre millennial. Tuvo hijos joven, con 24 y 26 años. ¿Por qué?
R. Siempre quise tenerlos, quizá porque mi familia ha sido desestructurada y buscaba construir una propia. Nunca he visto los niños como un impedimento para nada. La mitad de la gente me decía que estaba loca y la otra mitad me daba el pésame. Me decían: ‘¿Y tu vida?’ Pero mi vida es esta. La gente es imbécil; suele pasar.
P. Su manera de comunicar es muy deslenguada.
R. Salirse del molde de la mujer esperada molesta. Pero ojo, soy muy seria y muy rigurosa porque estudio mucho sobre los temas de los que hablo. Aunque diga palabrotas y sea ordinaria –con orgullo– elijo comunicar así porque quiero que me escuchen las madres. Me da igual lo que piense de mí un señor intelectual. Soy defensora de perder las formas, porque a las mujeres nos han obligado a ser correctas, a sonreír, y si no, es que eres una loca.
P. Hay una parte del feminismo que considera una esclavitud para la mujer la crianza intensiva. Ya sabe: la teta, el porteo, el colecho... Otra parte reivindica la libertad de maternar como quiera cada una. ¿Dónde la colocamos a usted?
R. En la segunda, con matices. Hay que diferenciar la maternidad patriarcal y la experiencia materna. Lo primero es lo que se espera de nosotras: que estemos en casa y hagamos pasteles. Eso es una puta basura. Lo segundo es lo que nos pasa cuando somos madres: que queremos estar con nuestros hijos. Hay que resignificar los cuidados, darles valor y no precarizarlos. A partir de ahí, que cada una esté donde quiera. Cuidar es una necesidad básica de nuestra especie y un derecho.
P. Se mete usted en todos los charcos. Uno de ellos es el de la violencia obstétrica.
R. España es el único país del mundo con tres condenas de la ONU por esta razón. Además, no ha cumplido sus resoluciones, por lo que podemos decir, objetivamente, que estamos en un lugar peligroso para parir. Muchos profesionales lo reducen a malas praxis aisladas, pero no: la violencia es estructural y, por ejemplo, siguen vigentes protocolos obsoletos y contrarios a la evidencia científica, como separar a madres y bebés si hay una cesárea. Al dar a luz, empezar feliz o llorando tiene consecuencias.
P. Permisos de paternidad de 16 semanas, ¿sí o no?
R. Sí, pero cuando tengamos nosotras uno digno. Los hombres han hecho un total de cero manifestaciones para conseguirlo. Lo celebro, pero no era prioritario. Nosotras llevamos con el permiso congelado 30 años, que es tan corto que no cubre el periodo en el que se recomienda la lactancia materna en exclusiva [seis meses] ni la exterogestación, los siguientes nueve después del parto en los que según la neurobiología del nacimiento el bebé necesita cuidados básicos y contacto físico permanente.
P. ¿Les ha sorprendido llenar los teatros con su show?
R. No. No tratamos de pises ni de cacas, sino de las mujeres. Las madres necesitan ser narradas, hablar de lo que les pasa y de lo que necesitan, y eso nunca fue aburrido. La prueba es que el espectáculo dura dos horas y vienen, también hombres. Hablamos desde la ciencia y el humor.
P. Habrá quien diga que las madres de ahora son unas pesadas...
R. Perfecto, no vengas a vernos. Hay cosas más de señores, como el fútbol, que no me interesan en absoluto y tampoco voy.