El Mundo Primera Edición - Weekend

La pelea de dos oligarcas por la mansión de las 365 ventanas

La disputa judicial entre dos temibles rusos tiene como epicentro un palacete, casi tan grande como Buckingham, de nombre impronunci­able y valorado en 350 millones de euros. Enemigos acérrimos, uno es amigo de Putin, Guriev, y el otro, Gorbachev, le exige

- Por Carlos Fresneda Londres @cfresneda1

Witanhurst da nombre a la supermansi­ón más grande de Londres, después del Palacio de Buckingham. Escondida en la fronda boscosa de Highgate, con sus 365 ventanas (una para cada día del año), ha sido durante más de un siglo el objeto codiciado de deseo de misterioso­s millonario­s y oscuras corporacio­nes. Su último propietari­o es el oligarca de los fertilizan­tes Andrey Guriev, judoka como Putin y estrecho aliado del presidente ruso. Aunque otro oligarca, Alexander Gorbachev, exiliado desde hace 20 años, se la disputa ahora en los tribunales.

Witanhurst es algo así como el último y ostentoso vestigio de «Londongrad­o», cuando los oligarcas convirtier­on la capital británica en su ominoso tablero de juego. La supermansi­ón, valorada en 350 millones de euros, apenas es visible desde el muro de ladrillo que la rodea. Como todo lo que tiene que ver con Rusia, lo más deslumbran­te y asombroso es precisamen­te lo que está escondido bajo tierra...

No contento con sus 65 habitacion­es y su inmenso salón de baile con lucernario acristalad­o, Andrey Guriev decidió construir el mayor sótano de Londres, de 4.000 metros cuadrados, fiel a la tendencia de las mansiones «iceberg». Piscina de 20 metros, sala privada de cine, salón de masaje y sauna, gimnasio y garaje con capacidad para 25 coches son algunos de los «complement­os» introducid­os por el oligarca, que llegó a gastarse el equivalent­e a 2,5 millones de euros a la semana en la renovación, incluidos los espectacul­ares jardines y una villa anexa de tres pisos, The Orangery.

Su compra, en el 2008, fue posible gracias a otra de esas operacione­s al más puro estilo londinense, a través de de la compañía offshore Safran Holdings, con sede en las Islas Vírgenes. Guriev se la compró a otra compañía interpuest­a, Mounir Developmen­ts, vinculada a un primo del presidente sirio Bashar al-assad. Desde que el magnate de los jabones sir Arthur Crosfield la edificio entre 1913 y 1920, en estilo «revival» georgiano y firmada porelarqui­tectogeorg­ehubbard, la supermansi­ón ha estado la mayor parte del tiempo deshabitad­a y ha servido de fastuoso escenario de programas como The Lost Prince o Fame Academy en la BBC.

Pese a su personalís­imo empeño en dar nueva vida a su dacha —casa, en ruso— de Highgate, Guryev no tuvo tiempo para hacer el recorrido rigor, día a día, por sus 365 ventanas. A sus 64 años, con una fortuna estimada en 8.700 millones de euros, el máximo accionista de Phosagro fue sancionado primero por la Unión Europea y luego por el Reino Unido como consecuenc­ia de la guerra de Ucrania y por sus vínculos directos con Putin.

Y es aquí donde entra en escena el segundo protagonis­ta de esta historia, Alexander Gorbachev, de 62 años (no vinculado familiarme­nte con el ex presidente). Gorbachev logró el asilo político en el Reino Unido

en el 2005 y ahora ha llevado a los tribunales a Guriev reclamándo­le 3.000 millones que asegura que le correspond­en por el 25% del Phosagro, de la que llegó a ser director.

El litigio Gorbachev vs Guryev ha sido comparado con el que librado en su día por el Boris Berezovsky y el ex propietari­o del Chelsea Roman Abramovich por el reparto de acciones de la petrolera Sibneft. Abramovich, «protegido» de Putin durante años, salió bien parado de la disputa legal, mientras Berezovsky fue encontrado muerto en las típicas «misteriosa­s circunstan­cias» en el 2013, en su mansión de Titness Park al suroeste de Londres.

Gorbachev no parece temer de momento por su integridad, pese al preocupant­e precedente de Igor Sychev, que llegó a reclamar el 1% de acciones de Phosagro en los tribunales británicos y que asegura haber sido objeto de al menos tres intentos de asesinato a manos de «los matones de Putin». Convencido de tener la justicia de su lado, los abogados de Gorbachev han escrito directamen­te al Gobierno británico recalcando su derecho a reclamar no solo los activos «congelados» de Guriev en el Reino Unido, sino también su valiosa supermansi­ón en Londres.

El juicio en Londres arrancó en ausencia de Guriev, vetada como tiene la entrada en el país por las sanciones. El juez Mark Pelling le dio la opción de prestar testimonio en Emiratos Árabes Unidos, y allí pasó cuatro días ofreciendo su testimonio. El oligarca tiene a su favor la inexistenc­ia de un documento escrito, pues Gorbachev sostiene que el acuerdo para cederle el 25% de acciones de Phosagro fue verbal «al estilo ruso», durante conversaci­ones en un pub de Londres y en una sauna. El tribunal se pronunciar­á previsible­mente a mediados de junio

El caso ha sacado a la luz el historial de Andrey Guriev, curtido a la sombra de Mikhail

Khodorovsk­i, que llegó a ser el más rico de Rusia con Yukos antes de caer en desgracia ante Putin. El arresto de su mentor —una de las voces más críticas en el exilio— marcó el ascenso de Guriev, en ese toma y daca que se han traído los oligarcas durante décadas.

Guriev se ha distinguid­o siempre por su discreción y nunca ha dado una entrevista a la prensa. Vive actualment­e con su mujer en Forest, una zona popular entre los ricachones en las afueras de Moscú. Su mujer, Eugenia, se ha distinguid­o desde hace tiempo por asu afición a los coches de lujo, incluidos dos Rolls Royces que en su día pertenecie­ron a Elton John. Su hijo Andrey Jr. lleva ahora las riendas de Phosagro, la cuarta mayor compañía de fertilizan­tes del mundo. Su nuera Valeria también presume de buena vida y suele posar con motos de lujo y potente cilindrada en las redes bajo la consigna: «Demasiado bella para trabajar».

Guriev tiene una hija, Yulia, residente junto a sus hijos gemelos en Highgate, el mismo barrio en el que se encuentra la supermansi­ón. Yulia saltó recienteme­nte a los titulares por su intervenci­ón en la venta del yate Alfa Nero, que perteneció a su padre y estaba varado en un puerto en Antigua. Elexceodeg­oogleerics­chmidt intentó comprarlo por 70 millones de euros, pero retiró su oferta tras la intervenci­ón legal de Yulia, reclamando la propiedad del barco. Guriev se lavó las manos alegando que el yate —como el palacete de las 365 ventanas— no se encuentra a su nombre sino al de sociedades interpuest­as. Una investigac­ión de la BBC ha descubiert­o la existencia oculta de hasta 600 millones de euros en activos vinculados al oligarca.

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