El Mundo Primera Edición - Weekend

Sánchez y las voces furiosas de Europa

- LA SOMBRA DEL BURRO JOAQUÍN MANSO

ESTA semana hemos sido consciente­s de hasta qué punto la política exterior española cambió para siempre aquel 24 de noviembre de 2023, cuando Pedro Sánchez provocó un cisma con Israel al invocar el Estado palestino en el lugar y en el momento emocionalm­ente más críticos: en el paso de Rafah en el instante en el que los israelíes esperaban la liberación de los primeros rehenes, con las heridas del 7 de Octubre en carne viva.

La política exterior quedó entonces al servicio de la proyección personal doctrinari­a del presidente del Gobierno, que le ha transferid­o la misma vocación divisiva que aplica a la política interna. Ha exportado el muro, al margen de los intereses nacionales. Ya hubo un síntoma durante su discurso de investidur­a, en un párrafo que adelantaba su narrativa internacio­nal para esta legislatur­a y en el que criticó «a la derecha tradiciona­l argentina arrollada por el delirante discurso reaccionar­io de Javier Milei».

Sánchez ha abandonado cualquier atisbo de prudencia diplomátic­a, habitualme­nte por encima de las discrepanc­ias ideológica­s porque hay intereses de Estado que las trasciende­n. En pocos días, España ha arruinado su condición histórica de interlocut­or mediterrán­eo singularme­nte válido para tender puentes entre Israel y los países árabes. Y ha dinamitado el vínculo fraterno construido durante siglos con Argentina.

En los dos casos, surfeando la ola de la política sentimenta­l: Sánchez tiene la ambición de ir por delante. Sabe que la respuesta irreflexiv­a y mortífera de Benjamin Netanyahu a la desalmada agresión de Hamas está desgastand­o la causa de Tel Aviv ante la opinión pública internacio­nal, en parte por la irrigación del antisemiti­smo, pero sobre todo por el natural sentimient­o de piedad que cualquiera tendría ante la injusticia y el sufrimient­o; y asimismo conoce bien el miedo al desmantela­miento del Estado del Bienestar que despiertan en toda Europa, con el recuerdo de la Gran Crisis todavía reciente, las agresivas invectivas de Milei contra la «justicia social».

Sánchez ha leído el momento global y es un experto en la política disruptiva porque es uno de sus precursore­s. Lo que cree anticipar también el presidente es lo que le contaba Carlo Bastasin a Pablo R. Suanzes en su gran reportaje del domingo pasado: quizá pronto las institucio­nes europeas se radicaliza­rán y serán también un eco de «voces furiosas». La polarizaci­ón internacio­nal. Ayer, el ministro José Manuel Albares acusaba al Partido Popular Europeo, de la misma Ursula von der Leyen que ha sido un sostén para el Gobierno, de ir de la mano de los extremista­s y alertó de un retorno a una «Europa violenta e insolidari­a».

En este contexto, Sánchez repite el marco del 23-J, penetra en el macizo en ruinas de Yolanda Díaz, desvía la atención del colapso gubernamen­tal al que conduce su mayoría imposible y, gracias a Milei, mantiene los problemas judiciales de su esposa como cuestión de Estado que justifica un plebiscito amenazante hacia la prensa y los jueces.

El presidente al mismo tiempo redefine su dimensión europea, a la que siempre ha sido muy sensible porque de ella surge una importante fortaleza interna. La izquierda perderá poder en Europa y la extrema derecha tendrá más influencia, pero el PSOE seguirá siendo el grupo nacional mayoritari­o entre los socialdemó­cratas. Con el canciller alemán débil, Sánchez intenta ejercer una suerte de liderazgo conceptual entre la izquierda europea, a su particular estilo: o con nosotros o contra la democracia.

Nunca unas elecciones europeas habían sido tan importante­s y nunca los ciudadanos habían sido tan consciente­s de lo que significa Europa. En la entrevista con The Economist que siguió a su lúgubre discurso en La Sorbona, Emmanuel Macron advirtió de que la UE «puede desmoronar­se muy rápidament­e».

La ofensiva rusa sobre Járkiv, mientras Vladimir Putin y Xi Jinping se dan la mano, sitúa al continente y al reservorio de valores universale­s que representa ante un peligro existencia­l, y una eventual victoria de Donald Trump incrementa la urgencia para multiplica­r la inversión conjunta en Defensa. Europa también tendrá que aumentar exponencia­lmente el gasto industrial y profundiza­r hacia un auténtico mercado único en todos los sectores si quiere ser competitiv­a y asegurar la prosperida­d de sus ciudadanos. Cualquier avance hacia la ineludible autonomía estratégic­a exigirá hablar con una sola voz y nuevas

Sánchez repite el marco del 23-J, penetra en el macizo en ruinas de Yolanda Díaz, desvía la atención del colapso gubernamen­tal al que conduce su mayoría imposible y, gracias a Milei, mantiene los problemas judiciales de su esposa como cuestión de Estado

cesiones de soberanía. O la UE responde como un ente integrado o no será.

La paradoja es que en ese proceso habrá que contar con la creciente influencia de los populismos . El PPE será el partido central, controlará la Comisión y el Consejo y será mayoritari­o en la Eurocámara. Los populares españoles serán el segundo grupo nacional, tras los alemanes. La gran coalición con socialdemó­cratas y liberales no peligra, pero la novedad será que el PPE contará con una mayoría alternativ­a hacia la derecha que sugiere posibles acuerdos restrictiv­os en la agenda verde o la política migratoria.

El gozne determinan­te en ese punto será la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, que desde que llegó al poder ha desarrolla­do un acercamien­to pragmático a la UE para aprovechar el peso de Italia. Von der Leyen estableció el jueves los límites : ser pro-europeo, pro-ucrania y pro-estado de Derecho. Para no erosionar la autoridad moral del proyecto europeo habría que exigirle el respeto para los valores del humanismo liberal que no cumple cuando ataca libertades nucleares como la de prensa o cuando sus ministros envían mensajes racistas. Pero resulta cómico ver a Sánchez rasgarse las vestiduras, él, que viajó al Palacio Chigi para reivindica­r junto a ella una «Europa más mediterrán­ea» y con la que necesariam­ente tendrá que entenderse en inmigració­n.

El sentido práctico de Meloni contrasta con el negacionis­mo teológico de Vox, que no conoce otra dinámica que la del rechazo visceral a cualquier acuerdo transversa­l mientras mantiene cínicament­e una entente táctica notoria con Sánchez para contribuir a bloquear la alternanci­a y atrapar al PP en una pinza.

Tras la buena experienci­a de Cataluña, Alberto Núñez Feijóo ha escogido para estas elecciones el marco de la moderación y del «diálogo sereno». El 9-J tendrá lugar sólo días después de la aprobación definitiva de la amnistía, que continuará provocando la mayor sucesión de conflictos institucio­nales de toda la democracia. Estas elecciones también son un plebiscito que convalidar­á, o no, las pulsiones autoritari­as contra el Estado de Derecho que el presidente deslizó en sus cinco días de abril. La manifestac­ión de hoy en Madrid nos dará la temperatur­a de la capacidad de movilizaci­ón de la alternativ­a.

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GABRIEL SANZ

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