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ESPAÑA PASA DE LAS GUERRAS: “PLANTEAR HOY EL REGRESO DE LA MILI SERÍA UN SUICIDIO”
Cuando buena parte de Europa se plantea reforzar o recuperar el servicio militar obligatorio por el clima bélico en el continente, España permanece ajena al debate. Somos uno de los países en todo el mundo con menos gente dispuesta a jugarse el pellejo po
Hay al menos dos noticias falsas que cada cierto tiempo se viralizan en nuestro país. Una es la muerte de José Luis Perales. La otra, la que dice que vuelve el servicio militar obligatorio. Es complicado resolver cuál de las dos genera más pánico en España. Pese a que han pasado 22 años largos desde la suspensión de la mili, ejecutada por el Gobierno de José María Aznar en diciembre de 2001, el asunto sigue provocando escalofríos en nuestra sociedad. Tanto que hoy, atenazados por la guerra en Ucrania y el conflicto en Gaza y en plena reflexión en Europa sobre el compromiso de sus ciudadanos con sus respectivas fuerzas armadas, nadie en España se atreve siquiera a plantear el debate.
«No va a haber servicio militar obligatorio de nuevo en nuestro país», zanjó hace sólo unas semanas la ministra de Defensa, Margarita Robles, durante una comparecencia ante la Comisión de Defensa del Senado. «Creo que a nadie se le ha pasado por la cabeza».
La ministra finiquitaba así una controversia que vuelve cada cierto tiempo, pero que nadie se toma demasiado en serio y que suele durar menos que el duelo por la muerte fake de Perales. Esta vez, el tema venía a cuento de una nueva corriente a favor del servicio militar en buena parte de Europa que en nuestro país no ha tenido mucho más calado que una pregunta en el Senado.
España, a diferencia la mayoría de los países de nuestro entorno, pasa por completo de la mili, tiene una sociedad bastante ajena a los asuntos de defensa y es, además, uno de los países en todo el mundo con menos gente dispuesta a jugarse el pellejo por su país en caso de guerra. Por muy cerca que suenen las bombas hoy en día…
Según un estudio realizado hace sólo unos días por la Asociación Internacional Gallup en 45 países, España está en el top 5 mundial de los lugares con menos ciudadanos dispuestos a luchar en defensa de su territorio en caso de guerra. Sólo por detrás de Italia, Austria, Alemania y Nigeria. Apenas uno de cada tres españoles iría voluntariamente al frente.
«El debate en España respecto a la Defensa murió cuando murió el servicio militar», cree Félix Arteaga, investigador principal de Seguridad del Real Instituto Elcano. «Es difícil vencer la inercia de una sociedad que se ha ido distanciando de esa realidad y ponerlo de nuevo en marcha tendría un coste político y social importante», explica. «Plantearlo sería un suicidio porque se ha producido una desconexión total y nuestra cultura estratégica es muy diferente a la del resto de Europa».
Actualmente existe un modelo de servicio militar más o menos obligatorio en países como Austria, Estonia, Ucrania, Finlandia, Grecia, Letonia, Lituania, Noruega, Suecia, Chipre, Suiza, Moldavia o Dinamarca. El caso de Dinamarca es especial porque acaba de anunciar además que quiere alargar el servicio militar de cuatro a 11 meses y hacerlo obligatorio también para las mujeres a partir del año 2027.
«Lamentablemente, la situación de la política de seguridad en Europa se ha vuelto cada vez más grave y debemos tenerlo en cuenta cuando analizamos la defensa futura», ha explicado el ministro danés de Defensa, Troels Lund Poulsen. «Un reclutamiento más
sólido, que incluya la plena igualdad entre los sexos, debe contribuir a la resolución de tareas de las Fuerzas Armadas, a la movilización nacional y a la dotación de nuestro Ejército».
Una encuesta reciente revelaba que el 53% de las danesas están a favor de ser incluidas en el reclutamiento obligatorio, un porcentaje que asciende hasta el 67% cuando se pregunta a los hombres.
El debate también se ha colado en los titulares de la prensa alemana e italiana.
El viceprimer ministro italiano y líder de la Liga, Matteo Salvini, anunció la semana pasada la presentación en el Parlamento de un proyecto de ley para que los jóvenes de 18 años tengan que prestar durante seis meses un «servicio civil» dentro de sus regiones que podría incluir la formación militar.
Y el ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, actualmente el político más valorado en su país, eligió la celebración del 75 aniversario de la fundación de la OTAN para anticipar un «punto de inflexión» en la configuración de sus fuerzas armadas que también pasará inevitablemente por reintroducir el servicio militar obligatorio. Pistorius ha dicho en varias ocasiones que, desde la perspectiva actual, la abolición de la mili en Alemania hace ya 13 años fue un error, y aprovechó un reciente viaje a los países nórdicos para conocer más de cerca sus respectivos modelos, especialmente el sueco.
Después de acabar con el servicio militar obligatorio en 2010, el país escandinavo volvió a implantarlo el 1 de enero de 2018, tanto para hombres como para mujeres. Ese año, Suecia puso en marcha una estrategia que llamó la Total Defence (defensa total): es decir, que cualquiera puede ser llamado a defender el país en cualquier momento.
«Alemania, al igual que muchos otros países, suspendió el servicio militar obligatorio después del final de la Guerra Fría. Pero los tiempos han cambiado», advirtió el
Fministro alemán la semana pasada durante una charla, esta vez en la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos. «Estoy convencido de que Alemania necesita algún tipo de servicio militar obligatorio. Necesitamos garantizar la permanencia de nuestro ejército en un estado de defensa nacional o colectiva».
A los alemanes, el debate tampoco les parece del todo mal. Según una encuesta realizada por el instituto de investigación de opinión Forsa para las cadenas de televisión RTL y NTV, más de la mitad de los alemanes (un 52%) estaría a favor del restablecimiento del servicio militar obligatorio.
¿Y qué dicen las encuestas en España? Pues no demasiado porque el tema apenas se consulta en nuestro país.
Hace casi 30 años, el CIS hizo un estudio con jóvenes españoles de entre 14 y 29 años y el 82% ya opinaba entonces que había que suprimir la mili para tener «un ejército totalmente profesional».
Ese mismo argumento, el de la profesionalización y la modernización del Estado, es el que utilizó el Partido Popular de José María Aznar cuando negoció el final de la mili con la Convergencia de Jordi Pujol en el llamado Pacto del Majestic de 1996. «Señoras y señores, se acaba la mili», anunció de forma oficial el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, el 9 marzo de 2001. Ese día el Gobierno aprobó el decreto que adelantaba los plazos para acabar con el servicio militar obligatorio y fijaba la fecha final para el 31 de diciembre de ese mismo año. El último sorteo del reemplazo se había celebrado el 8 de noviembre de 2000, se estableció el destino de 90.625 jóvenes españoles, pero las previsiones de la oficina del Defensor del Soldado ya decían el 75% de los supuestos reclutas se iban a acoger a la objeción de conciencia.
Por aquel entonces siete de cada 10 jóvenes asociaban el servicio militar a «la pérdida de un año de vida», y más de tres de cada cuatro creían que sólo
servía para «retrasar la incorporación de los jóvenes al mercado de trabajo».
«La relación de los españoles con el servicio militar obligatorio siempre ha sido muy conflictiva», recuerda hoy Carlos Navajas, profesor de Historia en la Universidad de La Rioja y autor, entre otros artículos, del ensayo Las Fuerzas Armadas y la Sociedad en la España democrática. «Antes de su suspensión ya existía una fuerte deslegitimación social del servicio militar que no dejó de crecer hasta que Aznar anunció la profesionalización del Ejército», explica. «Volver a aquello sería un error garrafal porque volveríamos a tener los mismos problemas que entonces pero agravados».
–¿Puede cambiar esa percepción la actual situación en Ucrania o en Gaza?
–El problema en España viene de lejos. Cuando en los 80 o los 90 se hablaba de las amenazas o de los riesgos para la seguridad internacional de España, ya se veía que la población en general no estaba muy dispuesta a defender su país. Y esto tiene raíces muy profundas. Una de ellas es un presunto pacifismo vinculado a que nuestra relación como país con los conflictos bélicos no ha sido muy provechosa. Digamos que no hemos ganado más bien nada… Y otra explicación tiene que ver con que no tenemos como país una gran cultura en materia de defensa o de seguridad nacional. Ni la teníamos entonces ni la tenemos ahora.
En efecto, la tendencia no ha cambiado demasiado con respecto a ese CIS de hace tres décadas. La desconexión de nuestra sociedad con la cultura de la defensa nacional es una de las mayores del mundo.
«Somos un caso excepcional de todo punto», sostiene Fernando Alejandre Martínez, general de Ejército en la reserva y Jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad) entre 2017 y 2020.
Alejandre publicó en 2022 el libro Rey servido y patria honrada (Deusto), un completo volumen en el que mezclaba sus memorias personales en el Ejército con las reflexiones sobre el mundo militar y su visión sobre el encaje de las Fuerzas Armadas en la vida pública española. En su ensayo, el ex Jemad ya analizaba lo que llamaba «el problema español», asociado –decía él– a la desaparición del «patriotismo» y a los peligros de no tener demasiado clara la cultura de la defensa en nuestro país.
«El comportamiento de nuestra sociedad en temas de defensa es muy peculiar y muy diferente al de otras democracias avanzadas», asegura. «Tenemos diferencias de índole cultural y de índole puramente ideológica y hay también diferencias históricas. Tenemos una nación que no ha vivido guerras fuera de España y creemos, falsamente, que estamos a salvo. En España nadie tiene la sensación de que estemos bajo amenaza, cosa que sí pasa en otros países de Europa. En Polonia, por ejemplo, el porcentaje de personas que sí estaría dispuesta a defender su país es enorme pero, claro, ellos sí ven de cerca los ojos del enemigo».
El último barómetro del CIS dedicado especificamente a la defensa nacional y el papel de las Fuerzas Armadas es de septiembre de 2017. En él hay varios datos significativos que Alejandre analiza en su libro. Ya veíamos entonces que la mayor parte de los españoles no estarían dispuestos a sacrificar o arriesgar su vida por su país. El 40% respondía «con total seguridad» que, en el supuesto de que España fuera atacada militarmente, no participaría voluntariamente en la defensa de la nación. Sólo un 17% aseguraba que se presentaría sin dudar.
En esa misma encuesta, dos de cada tres españoles (un 67,4%) sí consideraban justificado que el Gobierno ordenase una acción militar en caso de invasión de nuestro territorio nacional. «Cabe preguntarse qué es lo que pretende el tercero de los encuestados», ironiza Fernando Alejandre. «¿Huir?, ¿pasarse al invasor?».
Ni siquiera ahora, con las imágenes de la invasión rusa y las terribles escenas en Gaza, ha cambiado demasiado la percepción de los españoles.
Más de la mitad de los españoles creen hoy que existe un riesgo real de que se desencadene la III Guerra Mundial a raíz del prolongado conflicto en Ucrania, pero, pese a ello, el 47% sigue pensando que no se debería incrementar el gasto militar en nuestro país o que incluso debería disminuir. Casi tres puntos más que el porcentaje que apoya el aumento de gasto.
«Es sorprendente porque hay un montón de españoles que no quieren ni siquiera defenderse, lo cual es preocupante», lamenta el ex Jemad. «Hoy hay más guerras que nunca, la situación es bastante complicada, pero la gente se niega a entenderlo y no ve la necesidad de mantener, impulsar o dotar adecuadamente la defensa», explica. «La gente no percibe el peligro y al impregnarse esa idea en la sociedad hace que se instale en el discurso de determinadas élites políticas de determinado espectro que consideran que el gasto en defensa es algo superfluo, que lo que hay que hacer es gastar el dinero en hospitales, como si existiera una dualidad entre comprar mantequilla o cañones».
–¿Contempla usted algún escenario en el que España podría recuperar la mili?
–Yo no. Dar marcha atrás ahora sería una puñetera locura y sería carísimo. Los ejércitos y las guerras se han vuelto algo tremendamente tecnológico y es imposible dar un baño a lo que teníamos y pretender que sea eficaz hoy. No serviría absolutamente para nada, como no fuera para dar cierta cohesión nacional, pero esa no es la función del Ejército. Las Fuerzas Armadas no se dedican a convencer a los ciudadanos.
En noviembre de 2014, el entonces teniente general jefe del Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad de la OTAN en Bétera (Valencia), Rafael Comas, defendió en una conferencia que sería positivo recuperar «dos mesecitos de mili». Su argumento entonces era que el servicio militar podía ayudar a «la convivencia con gente de otras partes de España», pero su propuesta también fue ignorada en el terreno político.
Algo parecido pensaba el presidente Emmanuel Macron cuando propuso recuperar la mili en Francia. Macron anunció en 2018 que reestablecería el servicio militar en su país, tal y como había prometido en campaña, pero luego fue matizando su propuesta. Primero dijo que cada prestación no duraría más de un mes y anunció un aumento del presupuesto de Defensa en un momento en el que la amenaza rusa, el terrorismo yihadista, el desembarco de Trump en la Casa Blanca y su enfrentamiento con Kim Jong-un, así como el ascenso de las opciones populistas en toda Europa habían instalado la incertidumbre en todo el continente. La oposición de buena parte de sus ciudadanos fue obligando al Gobierno francés a derivar su plan inicial hacia una suerte de mili civil voluntaria –Servicio Nacional Universal, lo llamaron– pensada para potenciar los «valores republicanos» y «el gusto por el compromiso» entre los jóvenes franceses de 15 a 17 años.
En España, sólo Vox se ha atrevido a insinuar la vuelta del servicio militar obligatorio. En 2017 planteó incluir también a las mujeres. Y en la precampaña
“No tenemos cultura de defensa. Aquí no ha habido un David Beckham que vaya a una misión internacional, nadie de ‘la Roja’ ha ido a visitar a las tropas”
de las elecciones generales de 2019 volvió proponer una nueva modalidad de mili que vinculara a los jóvenes con «una entrega a la patria». Santiago Abascal, que, por cierto, evitó hacer la mili tras solicitar hasta tres prórrogas, también recomendó cantar el himno de España en las escuelas o, a falta de letra, entonar El novio de la muerte.
«Nuestro país siempre ha vivido las cuestiones de defensa a distancia y sin ningún liderazgo político y eso acaba reflejándose en la cultura popular», asegura Félix Arteaga. «Siempre ha habido un caladero de voces políticas que buscan posicionarse en contra de lo militar, de la OTAN, de la defensa, del gasto militar… Y no ha habido ni un liderazgo político ni social en el otro sentido. Aquí no hemos tenido un Beckham que vaya a una misión internacional, nadie de la Roja ha ido a visitar a las tropas, tampoco ningún rector o ningún líder sindical. En España todo el mundo busca distanciarse de la contaminación de una cultura estratégica que se percibe como un lastre».
En nuestro país, las Fuerzas Armadas cuentan en la actualidad con unos 120.000 efectivos. En caso de que un conflicto requiriera más personal, la ley de la carrera militar contempla recurrir primero a los militares en la reserva. Si esto no fuera suficiente, avisamos, llegaría el turno obligatorio de los jóvenes de entre 19 y 25 años.
¿Estarían nuestras nuevas generaciones preparadas para la batalla? Pues tampoco lo parece. «Las nueva generaciones han cambiado, no han conocido el servicio militar obligatorio, ni han oído hablar de ello, no han hecho nunca nada por su país de forma obligatoria, siempre han dispuesto de su tiempo libremente y jamás se han socializado en la necesidad de la defensa», apunta Arteaga.
«Es algo implanteable en España ahora mismo», comparte Fernando Alejandre. «Necesitamos construir una conciencia de defensa, pero al final sólo sabemos organizar desfiles».
Perales, por cierto, sigue vivo e hizo la mili en Madrid.