El Mundo Primera Edición

Una propuesta demasiado radical

Los derechos de los pueblos indígenas o el modelo de justicia generan rechazo

- MARÍA CRESPO

Aunque en octubre de 2020 los chilenos votaron por mayoría cambiar la Constituci­ón heredada de la dictadura de Pinochet, el texto nacido de ese deseo ha sido claramente rechazado. Tal vez haya influido el largo proceso de redacción (nueve meses), algunas noticias sobre los miembros de la Constituye­nte –uno de ellos reconoció haber mentido sobre su diagnóstic­o de cáncer–, o el reproche de que no estaban suficiente­mente preparados para la ilustre tarea. Pero, sobre todo, la propuesta tenía carencias. Demasiado radical y vaga en algunas propuestas, también cambiaba conceptos anclados en la democracia chilena.

eE⚫IMINACIÓN DEL SENADO. Con el argumento de que el Senado replica las funciones del Parlamento (lo que alarga el proceso legislativ­o), el texto de la Constituci­ón lo eliminaba para establecer en su lugar una

Cámara de las Regiones. Lo que motivó las críticas a esta nueva asamblea de regiones son sus funciones, ya que sus miembros no participar­ían en el proceso de elaboració­n de todas las leyes sino sólo algunas: las que se refieren a la estructura orgánica del Estado, las que afectan a una reforma de la Constituci­ón y las leyes de alcance regional. Sus críticos (entre los que estaba la senadora Isabel Allende, hija del ex presidente socialista Salvador Allende) vieron en esta medida un riesgo de que se perdiera el poder de veto de la oposición, tradiciona­lmente ostentado por el Senado. Además, reprochaba­n al texto que las funciones reservadas al nuevo órgano fueran muy pocas, por lo que no serviría de contrapeso a la Cámara de Diputados

eDERECHOS DE LOS INDÍGENAS. El texto de la Constituci­ón otorgaba derechos inéditos a los pueblos indígenas (que representa­n casi el 13% de 19 millones de chilenos). La propuesta afirmaba que Chile era un estado plurinacio­nal, es decir, que los indígenas serían reconocido­s como una nación distinta. Además, tendrían sus propios tribunales, cuotas aseguradas en cualquier órgano electo y podrían gobernar sus propios territorio­s y reclamar la restitució­n de terrenos que les fueron históricam­ente arrebatado­s. Sin embargo, la norma no explicaba cómo se produciría esa restitució­n. La mayor controvers­ia venía por la idea de crear un sistema paralelo de justicia que daba la sensación de trato privilegia­do. Pero las críticas también provenían de los propios mapuches (que constituye­n el 80% de los pueblos indígenas en Chile): «¿De qué sirve tener escaños reservados si muchos mapuches no tienen qué comer?», se preguntaba estos días un líder de la comunidad en el diario The New York Times.

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