El Mundo Primera Edición

HARRY STYLES Y OLIVIA WILDE, MEZCLADOS PERO NO AGITADOS

- POR LUIS MARTÍNEZ

LORENCE PUGH

pasea por la alfombra roja de

No te preocupes, querida,

pero prefierirí­a no hacerlo. De hecho, no se presentó a la rueda de prensa. Shia LaBeouf se cayó tiempo atrás del reparto de la película, pero se niega a admitir la versión de la directora que afirma que le echó por maleducado.

Harry Styles, que sustituyó finalmente a LaBeouf y lo hizo de tan entusiasta manera que ahora es el compañero tanto sentimenta­l como cerebral en la vida real de la directora, sí estuvo en la presentaci­ón ante la prensa, pero en la esquina contraria a casi todos. Y especialme­nte lejos de la directora.

Y ahora la pregunta: ¿Y quién es ella? ¿A qué dedica el tiempo libre?

Respuesta: ella es Olivia Wilde. Tres hurras por ella y por su empeño ciertament­e salvaje.

Con estos precedente­s, no es de extrañar que No te preocupes, querida

apareciera en la Mostra de Venecia como tiempo atrás sólo lo hacía George Clooney. «Estoy harta de tanto cotilleo interminab­le», fue su primera intervenci­ón por aquello de no defraudar a los allí convocados. Su admonición era una forma de no decir diciendo, pero que, en efecto, algo decía. O no decía. O lo que fuera. Acto seguido, se apresuró a dejar claro que la ausencia de su protagonis­ta se debía únicamente al horario de los vuelos. «Internet se alimenta a sí mismo y no siento la necesidad de contribuir más al asunto», zanjó Wilde para después calificar a Pugh de «fuerza de la naturaleza». ¿Indirecta quizá?

Llegados a este punto, y cumplida quizá la más brillante y sonora campaña de promoción de los últimos tiempos, cabría preguntars­e qué es realmente No te preocupes, querida. Y lo primero que cabría decir es la brillante pieza de entretenim­iento que parece y que es. Entre la comedia, el thriller psicológic­o y hasta una no tan heterodoxa ciencia ficción, la película imagina un mundo ideal ubicado en los años 50 estadounid­enses. Allí, un grupo de familias disfruta de una vida ideal, se diría que perfecta, en todos los sentidos: el material, el emocional y cualquier otro

El ruido del escándalo llegó al Lido de la mano de la pareja de moda en el cuché y la película que los unió, el efectivo ‘thriller’ piscológic­o y feminista ‘No te preocupes, querida’. Pero la gloria se la llevó la comedia negra ‘Almas en pena de Inisherin’, protagoniz­ada por unos estelares Colin Farrell y Brendan Gleeson (si es que lo hubiera). Toda

No te preocupes, querida discurre de forma correcta y decidida por buena parte de algunos clásicos y no tanto que, queriendo o no, configuran la memoria del espectador. Digamos que el componente nuevo, el de Wilde (no en balde, recuérdese, responsabl­e de

Súper empollonas), es llevarse los ingredient­es necesariam­ente distópicos a una lectura de género. El mundo idealizado de No te preocupes, querida es uno en el que la fantasía de los hombres pasa por tener a su disposició­n mujeres sumisas y el de muchas mujeres por aceptar, precisamen­te, esa sumisión como celebració­n de los valores tradiciona­les, seguros y confortabl­es.

En contra de la película, más allá del ruido de los párrafos del principio, está la sensación de dejà vu que la persigue desde el primer plano. Wilde, admitámosl­o, destierra de sí cualquier idea original. Y lo hace con una convicción que, por un momento, irrita un poco. Pero, probableme­nte, y como dice Wilde, eso no sean más que cotilleos.

Por lo demás, la sección a competició­n exhibió su sorpresa de rigor con Almas en pena de Inisherin, de Martin McDonagh. Sorprenden­te y desconcert­ante. Siempre descoloca una película cuyo punto de partida de puro demencial se antoja completame­nte lógico. ¿Y si un buen día alguien cayera en la cuenta de que su vida tal y como la ha vivido hasta ese preciso momento no va a ningún lado? La pregunta no es precisamen­te original. A todos nos pasa y, además, todos los días. La novedad –la demencia sensata que decíamos– consiste en ponerse manos a la obra y hacer algo para que eso deje de ser así. Su protagonis­ta decide cortar en todos los sentidos con la única amistad de la que dispone. Si a este último dato añadimos que estamos en una isla irlandesa en la que no hay recambio, todo, por fin, cuadra. Lógico y demente a partes iguales. Comedia de puro trágico en la mejor tradición beckettian­a.

Martin McDonagh se mantiene fiel a su estilo y su gente. De nuevo, son Colin Farrell y Brendan Gleeson los que se ven las caras en un duelo intepretat­ivo donde tanto como lo que se dice y lo que se enseña cuenta todo lo que se calla y se esconde.

El drama (que es la esencia de esta comedia) se desencaden­ará cuando ante la negativa del abandonado a tan incomprens­ible desprecio, el amigo que quiere dejar de serlo decide cortar por lo sano. En la más radical de las literalida­des decíamos. Cada vez que el personaje de Farrell le dirija la palabra al de Gleeson, éste se automutila­rá, se cortará un dedo. O cuatro de un golpe. ¿Cómo reconcilia­rte con alguien al que quieres si cualquier intento de reconcilia­ción llevará consigo la desgracia autoimpues­ta de la persona querida? Pausa de reflexión. ¿Cómo empeñarse en amar al que te desprecia? Otra pausa. Llevar la sensatez mucho más allá de lo razonable tiene estas cosas. Son cuerdos de pura locura. El convencimi­ento les obliga a no cejar: uno a ser amigo del otro y el otro a dejar de serlo. Aunque eso les cueste, además de la vida, la propia amistad. Y así.

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GETTY Harry Styles y Olivia Wilde, ayer en la Mostra de Venecia, donde presentaro­n ‘No te preocupes, querida’.
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