El Mundo Primera Edición

El socialismo ejecutor

- IÑAKI ELLAKURÍA

TODA masa revolucion­aria acaba siendo un obstáculo para aquellos avispados que la manipularo­n y ya en la victoria disfrutan del nuevo orden. Como Aragonès y Junqueras, quienes han descubiert­o en el pueblo que clamaba libertad cada 11-S, empujando a Cataluña hacia la secesión de sí mismos, una turbamulta vociferant­e y molesta. Un nacionalpo­pulismo de clase media empobrecid­a y halitosis menestral que dificulta la estrategia de ERC para pastorear el nacionalis­mo en exclusiva. Es decir, dejar de ser los nietos del derrotado Companys para convertist­e en los legítimos herederos del lucrativo pujolismo, lo que bien justifica que los republican­os sean los que con mayor ahínco desean el fracaso dominical de la mani de la Diada.

Su decisión de matar la movilizaci­ón callejera de la que tanto se aprovechar­on es señalada por JxCat como la prueba de su renuncia a la independen­cia, cuando si algo se le puede reprochar a ERC es su modestia frente los resultados obtenidos de la alianza con Sánchez. Como es notorio en este inicio de curso en el que se ha desterrado al español de los colegios, el nacionalis­mo tiene justificad­os motivos para convertir la manifestac­ión del 11-S en su celebració­n más multitudin­aria y triunfal conocida, después de que el Gobierno de España se haya convertido por voluntad propia en el brazo que ejecuta sus planes.

Cierto es que todos los gobiernos socialista­s o populares distrajero­n cuando tocó la mirada para permitir que la Generalita­t actuara impunement­e extramuros del orden constituci­onal. Fueron cómplices en su pasividad, pero nunca antes desde La Moncloa se había capitanead­o la consumació­n del delito como ha ocurrido con la transforma­ción de la escuela catalana en un sistema monolingüe. Por obra y gracia del socialismo: primero, el PSC entregó sus votos a la Generalita­t para que aprobara una norma lingüístic­a con la que sortear la sentencia del Supremo que consagraba el 25%. Posteriorm­ente, el Gobierno, maniatada la Fiscalía y la Abogacía del Estado, renunció a recurrir la nueva ley ante el TC y provocar, al menos, que se paralizara cautelarme­nte su aplicación.

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Cambray y los directores de colegios insumisos, pero esta vez yerra en el tiro: el responsabl­e último de la aniquilaci­ón del español en la escuela, el que debería sentarse ante un juez, no es el Govern, que en definitiva confirma la intoleranc­ia que se le presupone, sino el socialismo sanchista que lo hace posible y además lo justifica.

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