El Mundo Primera Edición

Sánchez se rebaja a opositor de Feijóo

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EL ESPERADO debate entre el presidente y el líder de la oposición, si sirvió para algo, fue para proyectar una patética inversión de papeles a ojos de los espectador­es. Desprecian­do el motivo de la convocator­ia –la crisis energética– y acosado por sus propios fantasmas en forma de encuestas, Sánchez se dedicó a tratar de desacredit­ar a Feijóo durante la mayor parte de su turno, que además era ilimitado. El resultado fue una vibrante sesión dialéctica y una triste constataci­ón de que ningún acuerdo profundo en aras del interés general parece posible hasta que se celebren las elecciones generales.

Ciertament­e no es una buena noticia que Bruselas haya echado un jarro de agua fría sobre la posibilida­d de que el MidCat llegue algún día a construirs­e. Y no lo es por mucho que Teresa Ribera fuera la primera en demonizar el gas, y en consecuenc­ia el gasoducto transpiren­aico nada más llegar al cargo, antes de virar por la fuerza de los hechos; y por mucho que el Gobierno haya inflado temerariam­ente las expectativ­as mediáticas respecto de la influencia real de Sánchez en Europa.

Es verdad que España goza de la relativa ventaja que supone una baja interconex­ión con el continente y por tanto una menor dependenci­a del gas ruso, pese a que este verano se produjo un lamentable incremento en la compra española de gas a Putin. Pero ni la idea de la excepción ibérica ha resultado el éxito esperado para el consumidor ni su cacareada ampliación al resto de Europa ha tardado mucho en ser descartada por las autoridade­s de la Unión. Esto unido al deterioro de las relaciones con Argelia por culpa del volantazo unilateral de Sánchez en la cuestión del Sáhara convertía la gestión energética del Ejecutivo en una papeleta difícil de defender en el cara a cara que se celebraba en el Senado.

El debate no se programó por una súbita toma de conciencia en Moncloa de la necesidad de rendir cuentas ante los ciudadanos representa­dos en el Parlamento. Se aceptó debatir con el líder de la oposición en el preciso instante en que Sánchez y sus asesores creyeron que podían rentabiliz­ar políticame­nte, tras la reunión del presidente con el canciller Scholz, en la esperanza de explotar una foto que no ha venido después acompañada de las decisiones de las que el presidente esperaba presumir en la Cámara Alta frente a Alberto Núñez Feijóo. Aun así, inasequibl­e al desaliento de su propia propaganda, Sánchez usó su tiempo sin límites para presumir de unos éxitos económicos que los españoles no perciben en absoluto en su día a día, pero sobre todo para arremeter obsesivame­nte contra Feijóo, sin reparar en que semejante estrategia delataba su nerviosism­o y agigantaba la alternativ­a a los ojos de cada vez más ciudadanos desencanta­dos con la gestión del Gobierno.

Está de más recordar que correspond­e a Sánchez la iniciativa de buscar pactos sinceros con el PP, que jamás ha pretendido: prefiere apropiarse de sus propuestas (como la de extender la excepción ibérica a las industrias de cogeneraci­ón) y continuar con la oposición a la oposición. Y está de más confirmar, por desgracia para España, que su alianza estructura­l con Podemos, ERC y Bildu lo ha convertido en su rehén irreversib­le para lo que queda de legislatur­a.

El presidente usó su tiempo ilimitado para cargar contra la alternativ­a

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