El Mundo Primera Edición

Presidente para ‘ ninfómanos’

- EMILIA LANDALUCE

Hubo un tiempo en el que se decía que había que eliminar/reformar el Senado. Hoy –como prueban Susana Díaz y Javier Arenas que juraron su escaño como el resto de senadores andaluces– es un cementerio de elefantes autonómico­s, pero también el úni

co lugar en el que se puede presenciar un cara a cara entre Sánchez y Feijóo.

El presidente llegó canoso y sin corbata, glosando la certeza de la incertidum­bre. (Es bien sabido que una de sus obsesiones es no dejar el poder trotando entre ruinas como el bambi Zapatero). Por supuesto empezó hablando de Putin. A partir de ahí encalomó una alocución que se hizo eterna plagada de palabrería de MBA de escuela de negocios, como si el Senado fuera la pandilla que se llevó el lunes a Moncloa. Sánchez habla con la seguridad del guapo del colegio. Como si en vez de en una comparecen­cia en el Senado, estuviera en un gang bang con unos incautos dispuestos a tragárselo todo (lo que decía). Pero como le dijo aquel a Felipe González cuando le invitó en el 94 a la Bodeguilla, el presidente «tiene un

problema de credibilid­ad». Por eso, todo lo que decía sonaba a esa retahíla que tanto se le reprochaba, cuando ponía en práctica su verborrea, a Pablo Casado. Pese a los anuncios y a que hablase de recesión, sonaba al ligoncete de barra que te quiere «hacer un favor». Luego prometió más Estado, más bienestar, mejores sueldos (con los ministerio­s que eso supone) y hasta el fin de Putin.

Feijóo había sonreído a Maroto mientras Sánchez hablaba de los empresario­s que pagan a las «terminales mediáticas». Quizás ya entonces supo que la grandilocu­encia interminab­le de Sánchez le había dejado sitio para que en sus 15 minutos cupiesen las cifras de cosas pequeñas y cercanas al ciudadano: ese paro galopante, la ruina de esa empresa de Castellón, las errados cálculos de Calviño

de la inflación, el Puma para hacer un viaje en coche de 20 minutos (Ni que fuera Mbappé)... Y presentó su batería de propuestas mientras Sanchez sonreía como si mordiera metal. Al final tendió la mano a Sánchez, lo que arrancó alguna risita. ( Yolanda Díaz, por cierto, se había peinado como Lina Morgan en La tonta del Bote –sin mala intención–). Sánchez le contestó con la ley del embudo y le reprochó de coñita que no sacase a ETA. Hasta le dijo a Feijóo que iba muy «justito» y se dedicó a descalific­arle como si se hubiera dejado crecer la coleta. Poco institucio­nal. Seguía en su gang bang presumiend­o de miembros de su Ejecutivo. Pero solo los ninfómanos (y el ninfo es él) se lo tragan. Pero... queda año y medio para las elecciones. El sementerio de elefantes se quedó con olor a ajo y agua.

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