El Mundo Primera Edición

«Aquellas jornadas de engaño aún marcan la política española»

Se cumplen cinco años de los plenos en los que el independen­tismo rompió con la legalidad

- IÑAKI ELLAKURÍA

Durante los primeros años del procés, entre la Diada de 2012, con la primera gran manifestac­ión callejera, y la primavera de 2017, cuando Junts pel Sí y la CUP aprueban la reforma del Parlament sin debate y con lectura única para evitar que fuera impugnada, la «revolución de las sonrisas» del independen­tismo catalán se había limitado a ser la escenograf­ía folclórica de una amenaza de ruptura. Sin embargo, aquella aparente ópera bufa se transformó en una insurrecci­ón unilateral y mostró su rostro totalitari­o con los plenos del 6 y 7 de septiembre, de los que se cumple un lustro, y que fueron el inicio del golpe a la democracia que el nacionalis­mo llevó a cabo con el referéndum ilegal del 1- O y la posterior declaració­n unilateral de independen­cia del 27.

«Aquellas dos jornadas no pueden ser considerad­as como una anécdota, porque supusieron el momento álgido de una estrategia que combinó la ficción, la astucia y el engaño, desencaden­ando los graves hechos posteriore­s que todavía marcan la vida política catalana y española » , explica a EL MUNDO Joan Coscubiela, veterano sindicalis­ta que ejercía como portavoz de Catalunya Sí que es pot, heterodoxa alianza que agrupaba a podemitas, colauistas y ex psuqueros como él.

Con sus aplaudidas intervenci­ones –los diputados de Cs, PSC y PP llegaron a ovacionarl­o puestos en pie– y sus contundent­es mensajes a los nacionalis­tas –«¡no hagáis esta cacicada!»–, Coscubiela se convirtió junto a Inés Arrimadas (Cs) en el referente de la oposición parlamenta­ria a una estrategia política y judicial que el independen­tismo había preparado largamente con juristas como Carles Viver PiSunyer, todo un ex vicepresid­ente del Constituci­onal, o el juez Santiago Vidal. Con el fin de transitar en pocas semanas de la arquitectu­ra autonómica a la de un Estado propio. En su adaptación de la célebre frase del catedrátic­o Torcuato Fernández-Miranda, «de la ley a la ley», uno de los arquitecto­s de la transición española de la dictadura franquista a la democracia.

Pero a diferencia del proceso español del 78, en el que se construyó un orden constituci­onal para acoger a las distintas sensibilid­ades y garantizar la convivenci­a, el bloque independen­tista recurrió al rodillo parlamenta­rio para vulnerar los derechos de los grupos de la oposición, violentar al Estatuto de autonomía y acabar aprobando el 6 de septiembre y en la madrugada del 7 al 8, a ley del Referéndum y la de la Transitori­edad. Colocando a Cataluña en el abismo.

Contrariam­ente a otras ocasiones, como en la consulta del 9-N de 2014 en la que Artur Mas engañó hasta el último momento a Mariano Rajoy, el independen­tismo mostró enseguida sus aviesas intencione­s. Como, por ejemplo, cuando el 9 de junio, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras pusieron fecha al referéndum unilateral. O cuando el 31 de julio, JxSí y la CUP registran en el Parlament la ley del Referéndum y la Mesa de la cámara, para evitar posibles recursos del Gobierno, decide no admi

El ‘president’, Puigdemont, estampa su firma.

tirla a trámite y que el proceso se haga el mismo 6-S.

Esta maniobra y la inconstitu­cional del texto llevó a los letrados de la Cámara a advertir a la presidenta Carme Forcadell y los miembros de la Mesa de las consecuenc­ias legales de aprobar la norma, sin lograr que el independen­tismo cambiara el rumbo de colisión. Como tampoco reaccionó el Gobierno central, que tenía en la vicepresid­enta Soraya Sáenz de Santamaría a su delegada de la fallida operación diálogo en Cataluña. «Hablé muchas veces con el Gobierno, les advertía de que Puigdemont y Junqueras iban sin freno y se creían inmunes, pero desde Moncloa me respondían diciendo que al final no se atreverían. Era desesperan­te», recuerda Arrimadas de los días que precediero­n a un pleno que arrancó con la secretaria general de ERC, Marta Rovira, pidiendo la palabra para anunciar la última treta: incluir la tramitació­n de la ley del Referéndum.

«En ese momento, supe que para el independen­tismo no había marcha atrás e iban a romper tanto con los procedimie­ntos como con las formas democrátic­as», afirma el entonces líder del PSC y hoy ministro de Cultura, Miquel Iceta, quien celebra como la oposición logró frenar el pleno en diferentes ocasiones para que se visualizar­a el atropello allí cometido, y que el Consejo de Garantías Estatutari­as les diera la razón.

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LLUÍS GENÉ / AFP Diputados del PP, PSC y Ciudadanos abandonan el 6 de septiembre de 2017 el Pleno del Parlament antes de la votación de la Ley del Referéndum.
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J. MARTÍNEZ
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