Maestro artesano del oficio del periodismo
Muere a los 66 años una referencia del periodismo parlamentario. Redactor jefe de Política de la agencia de información Colpisa, era visto en la profesión como un maestro del oficio, no solo de los más jóvenes sino también de sus coetáneos. Su larga traye
Quienes conocían a Ramón Gorriarán cuentan que en su casa no se veía bien eso del periodismo, por definición ¡oficio de vagos, disolutos y bohemios! También cuentan que una cosa son los designios de la familia y otra, otra, claro, es la vocación. Y Gorriarán se licenció en Historia pero acabó convirtiéndose en un cronista parlamentario que contaba en su haber con un valioso y escaso activo en un mundillo cada vez más cainita, cada vez más arenoso, cada vez más movedizo, cada vez más protagonista: el consenso de asociar su nombre a un tratamiento canónico de los principios fundamentales del periodismo, como si de un sacerdocio hablásemos. Más anónimo, dicen, pero tremendamente riguroso, exclusivamente exacto. Un trabajo silencioso que generaba repercusión.
Los inicios laborales de Gorriarán (San Sebastián, 1956) se alejan de su natal País Vasco hasta la Latinoamérica de los años 80. Allí, desde países como Perú o Bolivia, ejerció de colaborador y envió textos a agencias y periódicos que le pagaron a la pieza. Fue aprendiendo así una profesión en la que su nombre acabaría ligándose inexorablemente al diario El Correo ya Colpisa, la agencia de información que en 1972 fundó Manu Leguineche, el jefe de la tribu. Sin poder desbancar a Efe como referencia y antonomasia de credibilidad, la Colpisa a cuya redacción se incorporó Gorriarán en los 90 sí era una agencia puntera, especializada en política, economía e internacional. No nació a la sombra de la Transición sino a su altura y así Colpisa fue vista como un semillero de periodistas buenísimos. Allí Gorriarán comenzó ejerciendo bajo la dirección de Susana Olmo. A ambos se les recuerda por ser maestros artesanos del oficio, referentes de periodistas, no sólo de los más jóvenes sino de sus coetáneos. En su última época en Colpisa, que abreva de informaciones y opiniones a la España mediática del grupo Vocento, se desempeñó en la sección de Nacional, donde fue redactor jefe del área política.
Recuerdan que era un periodista analógico, pero sin ser en este caso el adjetivo analógico una alusión perteneciente a lo viejo sino simplemente a otro tiempo. A uno en que las noticias solo se podían publicar tras pegar telefonazos y desplazarse al lugar donde la persona había mordido al perro. Dirán ustedes que Gorriarán ha muerto joven, a los 66 años, y que evidentemente sabía qué era eso de internet, las redes sociales y el clickbait. Pero a lo que se refieren sus amistades no es a una cuestión de edad sino de la mochila. Se trata de una visión romántica, sí, pero también conceptual del periodismo: para publicar una información había que contrastarla 300 veces de la manera más primaria posible, de la vía menos viciada: bebiendo solo de las fuentes no contaminadas y no atendiendo a la inmediatez sino a la reflexión. Así lo que se publicaba llegaba a los quioscos, pero podía venderse perfectamente en misa. La esencia del periodismo de Gorriarán se mantiene hoy pero sus modos son otros. La cuestión, insisten quienes seguían disfrutando con él en sus comidas de colegas parlamentarios, no es que el de Gorriarán fuera otro periodismo, es que era otro mundo.
A su carrera de obrero, de jornalero de la información vinculada sobre todo al grupo Vocento, hay que añadir pequeñas incursiones, como la que hizo en el diario El Sol, aquel periódico que (re)fundó Germán Sánchez Ruipérez en 1990, de escasa duración pero de largo objetivo: arrebatarle a El País la hegemonía de la información progresista. Casi nada. Afiliado a la Asociación de Periodistas Parlamentarios, en la que colaboró de manera activa, formó parte de su Junta Directiva en 1999, donde impresionó con su capacidad de análisis y una solvencia siempre a disposición de los compañeros.
A escasos meses de jubilarse, tenía previsto continuar colaborando. Cosas de la vocación y sobre todo, de la pasión.
periodista, nació en San Sebastián en 1956 y murió el pasado lunes a consecuencia de un cáncer.