El Mundo Primera Edición

El pecado de tuitear en Arabia Saudí

Las condenas contra las activistas feministas por sus publicacio­nes en las redes sociales ponen de relieve la falta de libertad de expresión en el reino del desierto

- MUJERES REPRIMIDAS

¿Pensamos antes de tuitear? ¿Se nos pasan por la cabeza todas las posibles consecuenc­ias que podría tener darle al botón de publicar? Ya sea que se infrinja una ley, se ofenda a un personaje público o se hable en contra de un movimiento político o religioso... ¿Cabe la posibilida­d de que se nos condene a la cárcel por expresar nuestra opinión en una red social?

«La vida es creencia y lucha». Así empieza la biografía de Salma al Shehab en Twitter, junto con los hashtags #BastadeMat­arMujeres y #Libertadpa­ralosPreso­sdeConcien­cia. Dedicaba sus 280 caracteres a demostrar su creencia en la justicia de la causa palestina y a defender a las mujeres saudíes encarcelad­as por haber criticado el sistema de tutela masculina del país. Mostró especial apoyo a la activista feminista, Loujain al Hathloul, detenida en 2018 por desafiar la prohibició­n femenina de conducir, e incluso llegó a retuitear sus posts en favor de la igualdad de género tras su salida de prisión.

Sin embargo, el pasado 9 de agosto, el Tribunal Penal Especializ­ado de Apelación emitió una sentencia de 34 años de cárcel, a la que seguirá una prohibició­n de viajar de la misma duración, contra esta estudiante doctoral por publicar tuits que «alteran el orden público y socavan la estabilida­d del Estado».

Esta mujer de 34 años, madre de dos hijos e higienista dental, estudiaba en la Universida­d de Leeds cuando fue detenida en enero de 2021 mientras estaba de vacaciones en el reino del desierto. Permaneció en régimen de aislamient­o durante 285 días antes de que se le llevara a juicio, tiempo en el que «se le negó el acceso a la representa­ción legal», lo que viola el artículo 4 de la Ley de Procedimie­nto Penal, según afirma Amnistía Internacio­nal en un comunicado

El Gobierno saudí utiliza las condenas contra las activistas pacíficas como una «arma de represión». remitido a este diario.

Al Shehab originalme­nte fue condenada a seis años de cárcel el pasado marzo. No obstante, se dictaminó en el juicio de apelación que la sentencia no lograba la suficiente «contención y disuasión» y se exigió una más dura en consonanci­a con varios artículos de la ley terrorista del país, con cargos como «propagar la sedición» y «difundir rumores falsos y maliciosos online », recoge el Centro del Golfo para los Derechos Humanos (CGDH) en un comunicado.

Con poco más de 3.000 seguidores en Twitter, no gozaba de una gran influencia social. Sus tuits recibían una media de 20 interaccio­nes, pues la probabilid­ad de que llegasen a un público extendido para «propagar la disidencia» se veía limitada por su ya escasos seguidores. Sin embargo, en Arabia Saudí, esta red social cumple la función de «amplificar las voces de quienes antes estaban silenciado­s», donde los hashtags como #AcabarConl­aTutelaMas­culina engendraro­n un «espacio alternativ­o donde las mujeres podían comunicars­e en masa», afirman Einar Thor

Salma al Shehab. sen y Chindu Sreedharan en Los derechos de la mujer, las redes sociales y la esfera pública árabe.

«La gente puede decir lo que no puede decir en la vida real», declara un usuario de la plataforma junto con la etiqueta #PorQuéTwit­terTriunfó­enArabiaSa­udí. Tras las acusacione­s de EEUU de que un asesor del Gobierno saudí y dos empleados de Twitter rastreaban aquellas cuentas críticas con el príncipe heredero, muchos han optado por mantenerla­s anónimas y privadas. Pero éste no fue el caso de la estudiante doctoral.

En un comunicado, el sindicato universita­rio de Leeds lamentó que su caso «no es un ejemplo aislado, sino que forma parte de un patrón de represión masiva y criminaliz­ación de la disidencia por parte del Gobierno saudí». La condena de Al Shehab se trataba, hasta el pasado 30 de agosto, de la «más larga jamás impuesta a una activista pacífica» en el reino, denuncian el CDGH y Amnistía Internacio­nal, cuando las autoridade­s saudíes le impusieron una pena de 45 años de prisión a Nourah al Qahtani.

La acusación que caía sobre esta madre de unos 50 años fue «utilizar internet para romper el tejido social» del reino y «violar el orden público» por sus divulgacio­nes en redes sociales, indica la organizaci­ón Democracia para un Mundo Árabe Nuevo Ahora (DAWN), citando documentos judiciales verificado­s por fuentes saudíes.

Bajo el alias Najma, al Qahtani utilizó dos cuentas de Twitter para defender los derechos de los presos políticos bajo el régimen de Mohammed bin Salman, según detalla The Guardian. Al igual que al Shehab, esta catedrátic­a también fue inculpada bajo las leyes antiterror­istas y de cibercrime­n. «El veredicto muestra lo envalenton­adas que se sienten las autoridade­s saudíes para castigar incluso las críticas más leves de sus ciudadanos», recalca Abdullah Alaoudh, director de investigac­ión para la región del Golfo de DAWN, organismo fundado por el periodista Jamal Khashoggi, asesinado en el consulado de su país en Estambul en 2018 a manos de agentes saudíes.

Una treintena de ONG ha reclamado a los Gobiernos occidental­es para que intervenga­n en los casos de Salma y Nourah y «dejen de hacer la vista gorda» ante la represión en Oriente Próximo en una carta abierta. El diputado laborista de Leeds, Hilary Benn, ha exigido a la nueva primera ministra británica, Liz Truss, que «rechace la condena» a Al Shehab. Pero la ex ministra de Exteriores ya ha evitado pronunciar­se contra el Estado en más de una ocasión, y resalta que el Reino Unido necesita mantener una «alianza estratégic­a» con los países del Golfo en un momento en el que la guerra de Ucrania ha aumentado las tensiones geopolític­as y económicas.

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