El ocaso nuclear español, pese a la crisis energética
Enresa, empresa encargada de desmantelar las centrales españolas, ya ha completado al 99% el total de sus operaciones en Zorita
El de la central nuclear José Cabrera (Zorita, Guadalajara, 1968) ha sido uno de los finales más mediáticos de la historia. Desde que hace 13 años se apagase el único de sus reactores, por su despiece han transcurrido cientos de personalidades de todo tipo: desde importantes ex ministros de energía hasta una delegación de expertos japoneses en materia atómica.
Los técnicos de Enresa apuran su trabajo en Zorita antes de mudarse al completo a Garoña. A pesar de la petición de Vox, que solicitó su reapertura, todo sigue según lo previsto. A Enresa no le faltará trabajo durante las décadas venideras. Siete centrales se apagarán hasta 2035, y habrá que desmantelarlas paso a paso. Ni siquiera las posturas enfrentadas de Gobierno y oposición alteran, por el momento, el plan de cierre nuclear continua vigente. Alberto Núñez Feijóo recordó ayer a Pedro Sánchez en el Senado que países como «Francia y Reino Unido» han apostado por esta energía. El presidente rechazó la opción arguyendo que no se trata de una solución con efectos «significativos» sobre la actual crisis energética, y apuntó a una falta de convicción por parte del sector: «Ya le digo yo que no hay empresas interesadas», apuntilló.
Zorita fue todo un reclamo. No era extraño recibir turistas que se agolpaban para poder fotografiarse ante el primer coloso nuclear levantado por España, esculpido durante la dictadura de Franco. En 2022, no existe postal en la que posar. Enresa, empresa estatal encargada del desmantelamiento de la central, ha obrado su trabajo.
La labor de Enresa en Zorita está completa en aproximadamente un 99%. Manuel Ondaro, actual responsable del desmantelamiento de la central, lo cuenta a EL MUNDO sobre el terreno. «Aquí ha venido tanta gente a vernos... Lo voy a explicar todo como si fuera a mi madre», comenta mientras nos guía.
Existe una serie de razones por las que se desmantela una central nuclear. «Al igual que uno no va por la calle y se encuentra coches abandonados, tampoco tendría sentido dejar una central ahí», razona el máximo responsable. Aunque este tipo de instalaciones son seguras, cabe recordar que siempre existe un riesgo radiológico asociado, por lo que otra de las razones de peso pasa por el posible impacto que éste pueda tener sobre el medio ambiente y, en consecuencia, sobre la sociedad. Otro de los motivos es el de los costes derivados de mantener dormidas estas instalaciones. Apagar una central nuclear no resulta tan sencillo como pulsar un interruptor. De todos los elementos que hay en una central hay una inmensa cantidad que no son radiactivos. Así las cosas, resulta prioritario atender a los lugares donde sí existe peligro de contaminación para limpiarlos. Es por ello por lo que se necesitan varias fases para acometer un proyecto de estas características; el de José Cabrera, en concreto, ha tenido cinco.
Durante la primera de ellas –fase 0, que no 1– se apaga la central.
El siguiente trabajo de estos técnicos es desmontar la planta de Garoña (Burgos)