El Mundo Primera Edición

LA SOMBRA NAZI DEL MILAGRO ECONÓMICO ALEMÁN

- POR IRENE HDEZ. VELASCO

OLKSWAGEN, Porsche y BMW son algunas de las marcas de automóvile­s más respetadas y valoradas del mundo. Sin embargo, esos tres gigantes de la industria automovilí­stica alemana arrastran un oscuro pasado que a toda costa tratan de ocultar: fueron cómplices del régimen nazi, y a cambio de ello obtuvieron suculentos beneficios económicos.

El periodista financiero y escritor holandés David de Jong ha pasado cuatro largos años investigan­do con lupa a seis de las dinastías más ricas y opulentas de la Alemania actual: los Quandt, los

Flick, los von Fincks, los Porsche-Piëchs, los Oetkers y los Reimanns. Ha analizado cientos de documentos históricos dentro y fuera de Alemania, se ha zambullido en estudios académicos, ha escrutado memorias y autobiogra­fías, ha entrevista­do a numerosos historiado­res. El resultado es Dinero y poder en el Tercer Reich (Principal de los Libros), un volumen que a lo largo de 496 páginas relata la historia oculta detrás de esos seis imperios, cimentados todos ellos en su connivenci­a con los nazis.

«El éxito de esas grandes empresas se remonta directamen­te a los nazis. Pero esas dinastías han hecho enormes esfuerzos para encubrir que sus patriarcas fueron criminales de guerra nazis, han trabajado concienzud­amente para ocultar al gran público esa informació­n y tratar de blanquear su pasado», nos cuenta David de Jong.

Esos seis importante­s linajes empresaria­les alemanes, la mayoría de los cuales siguen en manos de las mismas familias de siempre, flirtearon abiertamen­te con el Tercer Reich, obtuvieron favores a cambio de su apoyo a

Hitler, explotaron en sus fábricas a decenas de miles de judíos obligados por los nazis a realizar trabajos forzados en régimen de esclavitud y se adjudicaro­n a precio de ganga empresas que les habían sido confiscada­s a los hebreos. Pero jamás han rendido cuentas por ese pasado criminal. Al revés: lo han escondido cuidadosam­ente y han gozado de absoluta impunidad.

V“Algunas de las grandes dinastías económicas alemanas fueron criminales de guerra nazis”, afirma el historiado­r económico David De Jong, que investiga en su nuevo libro la complicida­d de gigantes de la industria con el régimen de Hitler antes y durante la Segunda Guerra Mundial

Ahí están por ejemplo los Quandt, la familia que en la actualidad controla BMW, Mini y Rolls-Royce y a la que se le calcula un patrimonio neto de unos 38.000 millones de dólares. Durante la II Guerra Mundial el industrial Günther Quandt (quien fue el primer marido de Magda Goebbels, la que luego sería esposa del responsabl­e de propaganda de Hitler) y su hijo Herbert (fruto de un matrimonio anterior) militaron en el partido nazi y se beneficiar­on en sus fábricas de armas y baterías del trabajo de hasta 57.500 personas obligadas por el régimen de Hitler a realizar trabajos forzados. Y, por si fuera poco, se hicieron con empresas de judíos que fueron forzados a vender sus negocios a precios muy inferiores a los de mercado.

Herbert heredó el imperio de su padre y no sólo no fue juzgado por crímenes de guerra, sino que cuando en 1959 salvó de la bancarrota a la BMW se convirtió para los Quandt en un héroe, y de hecho han tratado de convencer al resto del mundo de que lo era. La prueba está en la fundación, el edificio o el premio de periodismo que llevan su nombre...

Y qué decir de la dinastía Porsche: fue Ferdinand Porsche, el fundador de esa compañía de coches, quien convenció a Hitler de poner en marcha la Volkswagen, una empresa de automóvile­s destinados al gran público. Al frente de Volkswagen colocó a su yerno, Anton Piëch, quien tampoco tuvo problemas en echar mano de condenados a trabajados forzados, incluidos reclusos de campos de concentrac­ión.

Durante la II Guerra Mundial, Ferdinand

Porsche aparcó los automóvile­s para concentrar sus esfuerzos en el diseño de tanques. Y su hijo, Ferry, se unió voluntaria­mente en las SS, aunque se cuidó muy mucho de ocultarlo durante toda su vida.

Muy parecidos fueron los pasos de Rudolf-August Oetker, heredero del imperio alemán de productos alimentici­os Oetker: se alistó en la Waffen-SS, el cuerpo de combate de élite de las SS, y llegó a entrenarse en el campo de concentrac­ión de Dachau.

Por no hablar de Ausgust von Frick, un banquero alemán al que Hitler le encomendó la tarea de buscar fondos para crear un museo de arte en Munich. A cambio de los servicios prestados, el régimen nazi le permitió quedarse con algunos bienes confiscado­s a los judíos, en concreto con la banca Rothschild en Viena y la Dreyfus en

Berlín.

El magnate del armamento, el carbón y el acero Friedich Flick

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