POR QUÉ GUSTA TANTO ‘SOLO ASESINATOS EN EL EDIFICIO’
Boda de Magda y Joseph Goebbels, en 1931; junto a ellos, Harald Quandt, hijo de un matrimonio anterior de ella.
también explotó vilmente en sus fábricas a numerosos condenados a trabajos forzados. Pero al menos él fue condenado por crímenes de guerra y de lesa humanidad en Núremberg a siete años de cárcel, aunque sólo cumplió dos. Tras quedar libre reconstruyó su imperio, se convirtió en el mayor accionista de Daimler-Benz, entonces el mayor fabricante de automóviles en Alemania y a finales de la década de 1950 ya era el hombre más rico del país. En 1985, Deutsche Bank adquirió el conglomerado de Flick, y sus descendientes se convirtieron en multimillonarios.
«Todas esas familias han hecho denodados esfuerzos para que sus historias de complicidad con los nazis sean desconocidas para el gran público», explica de Jong, cuyo abuelo por parte de padre era judío y sufrió la persecución nazi. «Creo que si los consumidores gastan su dinero en productos de las empresas de esas seis dinastías deben de ser conscientes de que ese dinero puede convertirse en dividendos para esas familias y que puede destinarse al mantenimiento de fundaciones, premios, cátedras académicas y sedes que llevan el nombre de criminales de guerra nazis», subraya. De hecho, considera que sólo la presión de los ciudadanos obligará a esas seis dinastías a reconocer públicamente su oscuro pasado nazi.
Porque, hasta el momento, esas poderosas familias han conseguido cubrir con un tupido velo su complicidad con el Tercer Reich. «En primer lugar, porque han trabajado duro para blanquear su historia. Y además, el que estas familias sean económica y políticamente poderosas hace que sea difícil para los periodistas, especialmente para los periodistas alemanes, sacar a la luz sus trapos sucios», explica David de Jong, quien sólo obtuvo respuesta de uno de los miembros de las seis familias de las que se ocupa su libro, aunque contactó con todas ellas.
Es verdad que, técnicamente hablando, esas seis fortunas pagaron un pequeño precio económico por sus devaneos con los nazis. En 1999, Estados Unidos y Alemania llegaron a un acuerdo para crear un fondo de compensación para las personas que fueron obligadas por el régimen de Hitler a llevar a cabo trabajos forzados, y las empresas y el Gobierno alemán tuvieron que remangarse y pagar 5.000 millones de euros a una fundación que, a su vez, resarcía con ese dinero a las víctimas. «Pero lo máximo que un trabajador forzado en el sector de la construcción podía llevarse como indemnización eran unos 7.500 euros, una cifra bastante baja. Y lo más importante es que ese acuerdo no exigía a las empresas que reconocieran que habían hecho algo mal o que entonaran el mea culpa. Y de lo que se trata es justo de eso, de ser moralmente responsables con la historia».
Pero, en realidad, no son sólo seis las fortunas alemanas que se beneficiaron de su asociación con el nazismo. «En la próxima edición que haga del libro incluiré sin duda a los Kühne Nagel, otra de las grandes dinastías empresariales alemanas», subraya el autor de Dinero y poder en el Tercer Reich. Kuehne + Nagel es hoy una de las más importantes compañías logísticas del mundo, con cerca de 83.000 empleados, pero esconde un pasado siniestro: varios miembros de la familia Kühne militaron en el partido nazi, se encargaron de transportar los bienes confiscados a los judíos y no dudaron en echar de la empresa a Adolf Maass, un socio judío que controlaba el 45% de la firma y que posteriormente fue asesinado en el campo de concentración de Auschwitz.
«En realidad, hay centenares de empresas y de negocios en Alemania muchos más pequeños que se beneficiaron de su relación con los nazis. Yo sólo me he concentrado en las grandes fortunas, pero hay muchísimas más», explica De Jong.
Pero también en España hay trapos sucios. También aquí, considera este periodista e investigador, habría que saldar cuentas por la relación con el franquismo que mantuvieron algunas de las grandes fortunas del país. «Si no me equivoco, el nieto de Franco tiene un imperio valorado en 400 millones de euros que incluye un increíble portfolio inmobiliario. Y hay familias, como por ejemplo los Oriol, que también se aprovecharon del trabajo forzado de los republicanos y de las propiedades que le fueron confiscadas a los republicanos».
OS VIEJAS GLORIAS
de la comedia americana y una cantante/actriz precoz con una legión de fans adolescentes en redes sociales pueden ser los grandes triunfadores de los Emmy de la noche del domingo.
Nadie hubiera imaginado hace un par de años que semejante trío alcanzaría tal éxito interpretando a unos fans del género del podcast
criminal que se convierten por accidente en investigadores de un asesinato real en su comunidad de vecinos. Solo asesinatos en el edificio (en España distribuida por Disney+) ha demostrado en su segunda temporada que no es una sorpresa y que puede repetir fórmula las veces que quiera.
«Probablemente es el mayor éxito de mi carrera», reconoció recientemente Martin Short, figura recurrente del humor de los 80 que, a sus 72 años, parecía criogenizado desde hace tiempo, como tantos otros buenos cómicos nacidos en la época de esplendor del Saturday Night Life.
A pesar de algunos interesantes cameos como en The Morning Show
(Apple TV), Short, al igual que le sucedía a Steve Martin (77 años), parecía gozar de más interés por parte de la sección de obituarios del New York Times que de los directores de casting de la industria. Por su parte, Martin, cocreador de la serie, estaba desaparecido desde sus años como presentador de los Oscar. Y para muchos anticuado tras el huracán Ricky Gervais que había convertido las ceremonias
DESTAS PODEROSAS FAMILIAS “HAN TRABAJADO DURO PARA BLANQUEAR SU HISTORIA”
“CENTENARES DE EMPRESAS PEQUEÑAS SE BENEFICIARON DE SU RELACIÓN CON LOS NAZIS”
La serie que emite Disney+ es un éxito de audiencia y la gran rival de ‘Ted Lasso’ para ganar el domingo el Emmy a la mejor comedia con una fórmula clásica que combina humor blanco y ‘thriller’de pistas de premios en una autopsia en vivo de Hollywood.
La tercera pieza es Selena Gomez, la apuesta más arriesgada y la gran olvidada de las nominaciones, lo que ha molestado a muchos seguidores de la serie. Gomez, con su voz de ultratumba, demuestra mantener su olfato para el éxito. Para ello no ha recurrido a la nostalgia ochentera que proyectan Short y Martin, le basta interpretarse a sí misma en un guion que tiene mucho de autobiográfico.
¿Cuál es entonces el secreto de esta serie simpática que arrasa en audiencias? El clasicismo.
Cuando todas las series parecen clones que sólo miran al true crime
( Solo asesinatos... se cachondea de ello), a dramas sobre ricos desequilibrados y superhéroes con licra y efectos especiales, la trama ideada por Martin y John Hoffman sigue con respeto religioso el esquema de cualquier novela de Agatha Christie. Un mecanismo de relojería con un crimen y un grupo identificado de sospechosos habituales en una carrera de pistas. Copia una fórmula que ha funcionado durante más de un siglo y que también funcionará el próximo. Pero que muchos habían olvidado. El espectador millennial, ya cansado de la PlayStation, quiere volver a jugar al Cluedo.
Además, el triunvirato protagonista, que figuran también como productores ejecutivos, acierta al recurrir al Nueva York de Woody Allen (la serie le debe casi todo a Misterioso asesinato en Manhattan)
y del Hitchcock americano. Para ello enfoca toda el misterio en un único escenario: el edificio Arconia. Por cierto, trasunto de un inmueble real llamado Arsonia, situado en Broadway con la 74.
Estos Emmy son la enésima consagración de la fórmula del crimen con pistas. Sólo asesinatos en el edificio peleará por el triunfo final con la favorita Ted Lasso
(Apple TV). Seguramente Steve Martin se lleve el galardón al mejor actor, aunque Martin Short lo merezca más. Claro, siempre que nadie lo asesine antes de subir al escenario.