El Mundo Primera Edición

LO QUE ES NOTICIA TODOS LOS DÍAS ACABA POR DESAPARECE­R”

- POR LUIS MARTÍNEZ

ANTIENE KEN LOACH

que la sociedad actual que vivimos todos y padecen muchos ha convertido lo inaceptabl­e en normal. En realidad, lo que le duele al venerable padre del cine social es el capitalism­o en general y su versión neoliberal muy en particular. «El mecanismo consiste en que los humillados acaben por creer que la culpa es suya», insiste siempre que puede y como prueba presenta su cine. Digamos que Juan Diego Botto, actor lorquiano y director loachiano, desembarcó ayer en Venecia con una misión: demostrar al mundo que ha visto todas las películas del maestro. Pero todas. Y hasta alguna de Scorsese. En los márgenes, su debut como director, parece una película, pero bien podría ser catalogada como un simple grito. Sincero, a veces ligerament­e afónico, pero sonoro y claro, que es de lo que se trata.

Secundado por sus amigos, colegas, cómplices y hasta mecenas Luis

Tosar y Penélope Cruz, cuenta Botto que todo surgió de una historia de celos. Tal cual. «Después de que Penélope me viniera a ver en una representa­ción de Un trozo invisible de este mundo,

nos plateamos hacer algo juntos. Lo primero que empecé a redactar fue un relato de amor con un desahucio al fondo. Pero según avanzaba el proyecto, se quedó lo segundo», dice en lo que se antoja una descripció­n bastante nítida de su modo de andar por el mundo. Y añade: «Te das cuenta de que los ciclos informativ­os son muy caprichoso­s y algo crueles. Lo que es noticia todos los días acaba por desaparece­r, deja de ser noticia. Alguien diría que ya no hay guerra en Ucrania o que la gente ya no pierde su casa. Y no. Lo que sucede todos los días define la realidad, pero pierde interés informativ­o». De nuevo y como diría el inglés, lo inaceptabl­e se vuelve normal.

Y es ahí, en la confusión entre lo uno y lo otro, entre lo que a fuerza de cotidiano ha dejado de doler, donde se mueve una película tan colérica como emotiva, tan irregular como febril, tan

MEl actor debuta como director con un colérico, veraz, pero (lo peor) demasiado sobreescri­to descenso al infierno cotidiano de los desahucios, producido por Penélope Cruz puntualmen­te documentad­a como, admitámosl­o, algo naif. Digamos que la mantiene a salvo la visceralid­ad y tamaño de los actores, la vocación de verdad y la claridad de la postura adoptada. En los márgenes está en el bando en el que hay que estar, siempre a prudente distancia del más despiadado de los animales o el más imbécil de los amigos (según se mire): el cinismo. Bien es cierto que le pierde lo que hipoteca a muchas óperas primas: la voluntad de contarlo todo, el ansia por transforma­r a cada personaje en albacea de una verdad sagrada. La sobreescri­tura del libreto se lleva por delante en más de una ocasión a esa indomestic­able voluntad de verismo que tanto quiere.

Para situarnos, En los márgenes cuenta las 24 horas de tres personajes de algún modo desahuciad­os. Cada uno a su manera. A una, el personaje de Cruz, el desahucio le llega porque, en efecto, la desahucian. A ella y a su familia. Otro, el abogado al que da vida Luis Tosar, se lanza en una carrera imposible y contra el reloj por los laberintos de la burocracia asistencia­l para evitar que una madre pierda a su hija. Ello a la vez que su dedicación a las causas nobles (y casi siempre perdidas) le condena a una vida sentimenta­l en proceso de, otra vez, desahucio. Atentos, por lo demás, a

Christian Checa en el papel de hijo con modales de padre. Y el tercero, Font García, asiste a la ruina y, otra vez, desahucio de sus padres porque un mal día avalaron con su casa un negocio del que ya no queda nada.

Cuenta Penélope Cruz que le impactó cómo una mujer le contaba con una sonrisa en los labios una larga lista de desgracias que iban desde la pérdida de la casa a un episodio de maltratos. «En esa vida cabían cinco películas», dice la actriz que el día anterior paseaba por la alfombra roja a cuenta de L’immensità de Emanuele Crialese. A su lado, el director se entretiene en relatar cómo la realidad apabulla y hasta ridiculiza a la imaginació­n. «Mis procesos de escritura son largos, pero, en este caso, había tanto qué contar y tantas vidas que meter dentro que se hizo casi eterno», comenta entre orgulloso y simplement­e sobrepasad­o. Los dos, y en esto meten a Tosar, se acuerdan de que de jóvenes les echaron del escenario por hacerlo mal delante de un texto de Shakespear­e. Fue un primer fracaso que les hizo primero amigos y luego triunfar. A cada uno en lo suyo y a cada uno de una manera.

La cámara se mueve por cada escena siempre agitada y nerviosa. Por un momento, se diría estar dentro de la versión hardcore de la mítica ¡Jo qué noche! del citado Scorsese. A ratos, la película se teatraliza más de la cuenta. Por momentos, todo queda detenido en el rostro desolado de la misma desolación. Pero siempre, y pese a las irregulari­dades y dudas, queda la certeza de lo cierto; el rigor de lo injustamen­te invisible. «Federico García Lorca escribió: ‘Debajo de las multiplica­ciones hay una gota de sangre’. Se refería a la realidad detrás de las estadístic­as. En los márgenes pone rostro a algunas de esas estadístic­as. En España hay 41.000 desahucios al año, más de 100 al día...», insiste Botto y Loach, da lo mismo donde esté ahora mismo, le da la razón.

UNA PELÍCULA EMOTIVA, IRREGULAR Y, ADMITÁMOSL­O, ALGO NAIF

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AP Juan Diego Botto, Penélope Cruz y Luis Tosar posan en la presentaci­ón de ‘En los márgenes’.
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