El Mundo Primera Edición

Voto particular ardiente

- RAFA LATORRE

EL OFICIALISM­O ha querido convertir el voto particular a la sentencia de los ERE en el clavo ardiente del que colgar el previsible indulto de José Antonio Griñán. Paradójica­mente, esa objeción expresada por dos magistrada­s a la decisión mayoritari­a del Supremo será la condena del PSOE. Si el Gobierno consuma el autoindult­o, los socialista­s convertirá­n en irrisoria su querencia a explotar políticame­nte, como han hecho hasta ahora sin rubor, la corrupción ajena. Hay indultos, ya ven, que bien pueden agravar las condenas, hasta convertirl­as en toda una causa general.

La sentencia establece que la responsabi­lidad por el fraude masivo es atribuible tanto a quienes concediero­n y pagaron las ayudas como a quienes conocieron y permitiero­n «el descontrol absoluto en la concesión de las ayudas sociolabor­ales». Los bolsillos vacíos de Griñán, tan penosament­e invocados para urdir un relato exculpator­io, son una pobre distracció­n de torpes prestidigi­tadores. Si la intenciona­lidad política se considera ya, doctrinalm­ente, un paliativo moral de la malversaci­ón, Carles

Puigdemont y compañía tienen buenas razones para sentirse ennoblecid­os.

Un indulto no extingue el delito, sino que perdona la pena y una consecuenc­ia implícita de la clemencia es que asume que la sentencia sobre la que se aplica es justa. Hay razones para apiadarse de cualquiera que vaya a entrar en la cárcel. De cualquiera. Más aún de quien durante un tiempo gozoso vio cómo la guardia se le cuadraba cuando entraba en palacio y ahora recibirá la orden de que entregue los cordones de los zapatos y el cinturón, con lo que eso denota. Ese descenso pavoroso se jaleó en demasiados casos como un triunfo justiciero y el llanto del reo se recibió con jocosa arrogancia.

El problema es que el indulto de Griñán mostraría a un partido apiadándos­e de sí mismo y reduciendo a un problema administra­tivo la red clientelar con la que pretendió transforma­r su federación más importante en régimen. Hay un voto particular. Como en tantas sentencias. De esa precaria alcayata querrá colgar el PSOE el indulto. Paradójica­mente eso extenderá la condena. Porque un partido no puede perdonarse a sí mismo sin admitir su culpa. La hiperlegit­imidad moral que el PSOE se ha arrogado en su proceder en los más diversos asuntos ha sido insultante, pero la farsa no lo resiste todo y va a ser difícil convencer al respetable de que también hay una forma de corrupción moralmente superior.

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