Picasso: hábleme del autor
ESTE lunes se presentó el Año Picasso, el programa de exposiciones que conmemorará el 50 aniversario de la muerte del artista. Al parecer, este lunes también se presentó una nueva entrega del debate sobre la posibilidad de separar la obra del autor. Lo avanzó el ministro de Cultura, Miquel Iceta: « Queremos celebrar su obra, pero no esconder facetas de su vida que, a la luz de hoy, pueden ser contestadas». Iceta se refería al rosario de relaciones tóxicas –aclaremos: la toxicidad iba en una única dirección– que recorre la vida sentimental de Picasso, y al debate acerca de cuánto debe influir en nuestra valoración de su figura. Si no están familiarizados con el asunto, no se preocupen: durante los próximos meses habrá tiempo, ocasión y mucho material.
Acepto con naturalidad que se separe la obra del autor. Como escribió el recién fallecido Javier Marías, tampoco es que nos preguntemos en los restaurantes si el cocinero es buena persona. Sí me pregunto, sin embargo, si de verdad somos consecuentes con este principio. Porque el caso es que no paramos de hablar sobre autores. Es más habitual que programas conmemorativos como el de Picasso surjan del aniversario del nacimiento o fallecimiento de un autor que del de la publicación –o su equivalente en la pintura, el cine, el teatro...– de una obra. También es frecuente que ese discurso conmemorativo mencione episodios de la vida del autor que parezcan curiosos o reivindicables –el debate siempre se centra en si se puede separar la obra de lo que el autor hiciera mal en su vida privada, no de lo que hiciera bien–, hasta el punto de opacar una explicación de su estilo. Depende del autor, claro: los obituarios de Marías han sido ejemplares en su esfuerzo por explicar los aspectos más destacables de sus novelas. Pero sospecho que hay más personas que saben que Pardo Bazán estuvo liada con Galdós que personas que conozcan los principales rasgos de las obras de doña Emilia.
No es algo que ocurra solo con las conmemoraciones. Los festivales literarios suelen tener como eje las charlas –«mesas redondas», «coloquios»– entre autores. Y la atención periodística que pueda recibir un libro, un estreno o una exposición no se traduce solamente en reseñas, sino también –y quizá sobre todo– en entrevistas. Nada de esto es malo; sencillamente hay que ser conscientes del efecto que tiene. ¿No se hace difícil separar la obra del autor cuando parece que hablamos más de autores que de obras?