El Mundo Primera Edición

El dron gruñón

- POR LUCAS DE LA CAL

LA NOCHE húmeda caía sobre Chengdu. Un mar de silencio bañaba las calles. En algunos edificios del centro, los vecinos se asomaban por las ventanas para descargar su rabia por llevar casi 10 días confinados. Reclamaban libertad. Pero como sabían que eso iba a ser imposible, aprovechar­on para pedir que al menos les llenaran la nevera de alimentos básicos para sobrevivir.

Los vecinos gritaban enojados. Incluso hubo amago de empezar una cacerolada. Todo apuntaba a una improvisad­a protesta pública en China. Hasta que apareció el dron ‘orwelliano’ para mandarles callar. Además de la cámara, el aparato sobrevolab­a los edificios con un altavoz incorporad­o. «Controla el deseo de libertad de tu alma. Aléjate de la ventana o te arrestarem­os», soltó una voz masculina que salió del dron, que siguió patrulland­o los cielos para continuar regañando a la gente furiosa que se asomaba por la ventana.

Esta escena la grabó un vecino. Acabó en

Weibo, el hermano chino de Twitter, donde también se hizo muy popular otro vídeo de un hombre enseñando a su perro a montar en triciclo por la azotea de un edificio de

Chengdu, la mega urbe donde ahora hay 21 millones de personas encerradas en sus casas. Todos se han olvidado del covid, menos los chinos, que en septiembre de 2022 están convencido­s de que pueden erradicar el virus, dispuestos a seguir sacrificán­dose una temporada más aislados del resto del mundo.

Chengdu es conocida por ser la cuna de los pandas gigantes. En el circuito interno, es famosa por su comida ultra picante y su relajado tren de vida. Y en el circuito más alternativ­o dicen que es la capital gay de China. Pero ahora simplement­e es otra ciudad más bloqueada dentro de un gran país secuestrad­o por el inflado eslogan político de sus gobernante­s: seguimos salvando millones de vidas porque no dejamos morir a nuestro pueblo como hacen en Occidente.

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