El dron gruñón
LA NOCHE húmeda caía sobre Chengdu. Un mar de silencio bañaba las calles. En algunos edificios del centro, los vecinos se asomaban por las ventanas para descargar su rabia por llevar casi 10 días confinados. Reclamaban libertad. Pero como sabían que eso iba a ser imposible, aprovecharon para pedir que al menos les llenaran la nevera de alimentos básicos para sobrevivir.
Los vecinos gritaban enojados. Incluso hubo amago de empezar una cacerolada. Todo apuntaba a una improvisada protesta pública en China. Hasta que apareció el dron ‘orwelliano’ para mandarles callar. Además de la cámara, el aparato sobrevolaba los edificios con un altavoz incorporado. «Controla el deseo de libertad de tu alma. Aléjate de la ventana o te arrestaremos», soltó una voz masculina que salió del dron, que siguió patrullando los cielos para continuar regañando a la gente furiosa que se asomaba por la ventana.
Esta escena la grabó un vecino. Acabó en
Weibo, el hermano chino de Twitter, donde también se hizo muy popular otro vídeo de un hombre enseñando a su perro a montar en triciclo por la azotea de un edificio de
Chengdu, la mega urbe donde ahora hay 21 millones de personas encerradas en sus casas. Todos se han olvidado del covid, menos los chinos, que en septiembre de 2022 están convencidos de que pueden erradicar el virus, dispuestos a seguir sacrificándose una temporada más aislados del resto del mundo.
Chengdu es conocida por ser la cuna de los pandas gigantes. En el circuito interno, es famosa por su comida ultra picante y su relajado tren de vida. Y en el circuito más alternativo dicen que es la capital gay de China. Pero ahora simplemente es otra ciudad más bloqueada dentro de un gran país secuestrado por el inflado eslogan político de sus gobernantes: seguimos salvando millones de vidas porque no dejamos morir a nuestro pueblo como hacen en Occidente.