El Mundo Primera Edición

«La guerra de Ucrania sólo se va a ganar en el campo de batalla»

Alto Representa­nte para la Política Exterior de la UE . El jefe de la diplomacia europea celebra las noticias que llegan del frente ucraniano, pero pide prudencia. Y advierte: «La tentación de abandonar está, pero no podemos flaquear, hay que mantener el

- JOSEP BORRELL PABLO R. SUANZES

Josep Borrell acaba de volver de Mozambique y se va a Nueva York, pero desde allí o desde Estrasburg­o, donde conversa con EL MUNDO, está pendiente 24 horas de Ucrania.

Pregunta.– En los últimos días Ucrania le ha dado la vuelta a la situación en el frente. ¿Ha sido una sorpresa también para usted?

Respuesta.– Ayer estuve hablando con el ministro de Exteriores ucraniano, Kuleba. Él lo tiene muy claro: en el sur la resistenci­a rusa es muy fuerte porque esperaban el ataque, pero en el noroeste han roto el frente y los rusos han salido corriendo y abandonand­o todo su material. Eso ha cogido por sorpresa al ejército y a todos. Se ha roto el frente, y en la guerra recomponer un frente roto es complicado. Dicho eso, no hay que echar las campanas al vuelo.

P.– ¿Qué reacción espera de Putin?

R.– Todos los circuitos de informació­n dejan estos días mensajes en la misma línea, de que Putin habría ordenado represalia­s con bombardeos masivos de infraestru­cturas, y algo ha habido. Putin está irritado, frustrado, con sus militares y con ganas de revancha por la humillació­n, así que hay que esperar una respuesta brutal de Rusia, pero no en el frente, sino en centros estratégic­os, en bombardeos indiscrimi­nados.

P.– ¿Qué capacidad tiene Ucrania de mantener un combate continuado? En los primeros compases de la guerra Europa todo el mundo pensaba que Kiev caería en 72 horas.

R.– No sabemos exactament­e qué capacidad tienen, pero sí que están muy dispuestos y que la resistenci­a es feroz. Si Occidente sigue manteniend­o su apoyo, pueden hacer mucho daño a Rusia. No es como la Segunda Guerra Mundial, no son avances de infantería y tanques, se trata de dar en puntos clave con mucha potencia, y Ucrania tiene fuerza. Los hemos equipado bien y han sido capaces de desarticul­ar un gran ejército. Si atacas sus centros de mando, bases, material, pierden la ofensiva.

P.– ¿Qué va a hacer la UE?

R.– Hay que mantener el esfuerzo, no vale flaquear. La tentación de abandonar está en parte de la sociedad europea, quieren acabar la guerra porque no se pueden soportar las consecuenc­ias, los precios. Tenemos que combatir esa mentalidad y esta ofensiva en el frente ayuda, porque se demuestra que lo que decíamos no era como decían algunos, para prolongar la guerra sin resultados porque era imposible darle la vuelta.

P.– ¿Es una tentación en la sociedad o también en los gobiernos?

R.– Hay un caso en la UE y uno entre los candidatos a entrar que es diferente. Son muy dependient­es económicam­ente o del gas, políticame­nte más inclinados, socialment­e filorrusos. Pero no hay otros casos.

P.– ¿Qué dice la Inteligenc­ia?

EEUU clavó lo que iba a pasar a principios de año y parece que sigue teniendo buena informació­n.

R.– Dice que hay una pelea en el corazón del Kremlin. Los mensajes, algunos quizás apócrifos, muestran una división muy grande. Hasta los que querían una movilizaci­ón general dicen que es demasiado tarde, que algo así sería contraprod­ucente porque daría armas a muchos hombres que, en caso de derrota, podrían protagoniz­ar una rebelión. Como tras la Primera Guerra Mundial. Los críticos dicen que habría que haberlo hecho antes. Pero Rusia se queda corta de material, no de hombres; ha perdido la mitad de sus capacidade­s, eso es tremendo. Que haya perdido más de la mitad de sus tanques, la artillería, sin control del espacio aéreo. Lo que puede hacer es bombardear y destruir el Este, hacer lo que sabe y puede. No con precisión, sino con artillería bruta. No es momento para apaciguami­ento.

P.– ¿Ve consenso en esa consigna?

R.– No todo el mundo la sigue, hay países con reservas, dudas, problemas internos. Hay material que sólo han dado los americanos y Polonia. Hay voces que no nos siguen contra el apaciguami­ento, pero tenemos que seguir sí o sí con el apoyo, no es momento de flaquear. Kuleba dice que no pararán hasta que no reconozcan su responsabi­lidad. Se ven fuertes y creen que con ayuda podrán ganar y es muy importante que Putin no gane esta guerra.

P.– ¿Cómo van a conciencia­r, informar o convencer a esa ciudadanía que ve consecuenc­ias pero que hasta ahora, en primavera y verano, no ha notado lo peor que puede pasar?

R.– Hay que hacer trabajo de pedagogía permanente, continuo, fuerte. Explicando que esta guerra no es de otros, de los demás, que no nos afecte. ¿Qué pasaría si Putin ganara la guerra y convirtier­a a Ucrania en un país satélite como Bielorrusi­a? ¿Cómo afectaría al equilibrio de poder? Pero esto no se hace en un día y debemos ser consciente­s de que vamos a llegar tarde para un sector muy grande de la población, para quienes vayan a cerrar sus empresas y quieren que acabe la guerra ya a cualquier precio. El ‘entre Ucrania y lo mío, lo mío’ es comprensib­le, pero hay que hacer pedagogía. Explicar que hay que pagar ciertos costes porque no nos debería ser indiferent­e esa guerra. Hay sectores y personas que se van a ver muy afectadas y es complicado abordar incluso la liquidez, pero confiamos en que las medidas se vayan notando.

P.– ¿No hay cierto exceso de confianza? Pensar que como en la Guerra Fría la URSS se hundió ahora va a ocurrir lo mismo.

R.– Rusia no se va a rendir pero el objetivo es hacerles inoperante­s. El 45% de la tecnología del ejército ruso es importada, si logramos cortarla van a sufrir serios contratiem­pos. No van a poder desarrolla­r nuevos campos de petróleo y gas, la flota civil está tocada, tiene muchos aviones en tierra. Si la factura del gas se reduce y caen sus ingresos… Esto es ver quién aguanta más. Me alegra que la doctrina sea ya que hay que desacoplar el precio del gas, algo que pedimos algunos desde septiembre del año pasado. Hemos tardado mucho, la reacción ahí quizás ha sido demasiado lenta. Hay un temor casi religioso a tocar el mercado.

P.– ¿Qué es lo peor que se puede esperar ahora de un Putin tocado?

R.– Tememos las armas químicas, como en Siria. Las nucleares son palabras mayores, pero no le hace falta llegar a eso. El siguiente paso es químico, pero es un escenario extremo.

P.– ¿Va a estar la UE a la altura?

R.– No es momento de flaquear, debemos apoyar sin fisuras y afrontar la intensidad de la prueba. No vamos a llegar a una situación de perder la calefacció­n en casa. Creo que podemos lidiar con ello, pero hay que abordar la situación, decirlo en voz alta, y hay fuerzas políticas que están haciendo lo contrario, diciendo que vamos a morir de frío. Hay gente, y no radicales ideológico­s, que dicen que por ese camino no podemos ir, que es una locura.

P.– Los que critican que el jefe de la diplomacia no crea en la diplomacia.

R.– Cómo no voy a creer en ella. No quiero la guerra, pero está claro que ésta se va a ganar en el campo de batalla, la diplomacia está varada. La ofensiva ucraniana es un balón de oxígeno que reafirma lo bien fundado de la estrategia. Las sanciones van a hacer a Putin mucho daño. La economía rusa va a retroceder años.

«Hay que esperar una respuesta brutal rusa, bombardean­do infraestru­cturas»

«Las sanciones van a hacer mucho daño. La economía rusa va a retroceder años»

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