El Mundo Primera Edición

El Sevilla, sin mordiente

Desaprovec­ha sus ocasiones y empata en el feudo del Copenhague

- ANTONIO AGREDANO

Copenhague y Sevilla empataron a cero en un partido agitado y simétrico. A ambos equipos les faltó mordiente arriba. El Sevilla buscó con más ahínco el gol, pero En-Nesyri, titular de nuevo, sigue enemistado con el gol. Por resultado, el futuro de Lopetegui vuelve a temblar; por juego, el Sevilla empieza a tener pulso y a competir con corazón.

La primera parte del Sevilla en el Parken Stadion recordó a los viejos buenos tiempos de Lopetegui. Rapidez en la construcci­ón del juego, un fértil control del balón en las inmediacio­nes del área rival, la ubicuidad de los laterales. Era otra partitura, pero sonaba bonito. Un 4-4-2 con Isco regio en la media punta. Contempori­zando, volcándose, mandando. La sombra inmensa de Banega. No se achantó el Copenhague, un equipo severo que supo rechazar los ataques de los nervionens­es. Fue un primer tiempo igualado, muy intenso.

Para entender a un Sevilla tan pulcro hay que mirar a dos de sus futbolista­s menos conocidos: los canteranos Kike Salas y Carmona. Juntos han reactivado a un bloque abotargado. La confianza que les está dando el entrenador les tiene envalenton­ados. El equipo se contagia de su descaro. Un entusiasmo que explota en la defensa y cuya onda expansiva llega hasta el hombre más adelantado. Tuvo una buena oportunida­d EnNesyri, pero el guardameta Ryan tapó bien. El marroquí necesita el gol como el pan. Lo intenta, pero desaprovec­har sus oportunida­des.

Tras el descanso el guion no cambió ni una coma. El empate se eternizaba en la medular. Papu Gómez y Joan Jordán salieron al césped para desnivelar el choque. Un cambalache ofensivo. Engordar la última lí

nea y buscar la armonía para superar la recia defensa local. A falta de 20 minutos, sólo el equipo andaluz iba a por la victoria. Con presencia, pero sin colmillo. Lo fiaba todo a un centro del campo solido con Zica, Falk y Stamenic. Un centro del campo que estaba logrando contener la construcci­ón nervionens­e. Una falta justo en el borde del área creó incertidum­bre en la grada, pero Isco estrelló el balón contra la barrera.

Se avecinaba un final abierto. Entró el nigeriano Mukairu por los de blanco. Suso y Dolberg por los de rojo. Ya sólo se jugaba en el campo del anfitrión. Januzaj salió para los últimos 10 minutos, pero apenas la olío. Todo arriba para nada. Tres puntos que hubieran sido yodo para la herida sevillista. Pero los planes, y menos los alocados, no siempre salen bien. Los cambios, lejos de traer la luz, fueron oscurecien­do el partido.

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