El Mundo Primera Edición

El héroe improbable

Base de la selección española. Primer descarte de Scariolo y repescado a última hora para el Eurobasket por la lesión de Llull, asombra por una capacidad defensiva que le ha hecho ser decisivo. A los 14 años quiso dejar el baloncesto por los dolores de ro

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LUCAS SÁEZ-BRAVO

BERLÍN

El pasado 26 de agosto, apenas una semana antes del debut de España en el Eurobasket, Alberto Díaz (Málaga, 1994), recibió una llamada de las que te cambian la vida. «No me dejó ni explicarle y ya estaba preguntand­o por la hora del vuelo», recuerda Jorge Garbajosa sobre aquella fugaz conversaci­ón. Se encontraba el base en plena pretempora­da con el Unicaja, olvidando lo que pudo haber sido, y, de repente, se convirtió en el recurso de urgencia ante la lesión de Sergio Llull. De ahí a ser decisivo entre estrellas –ese robo a Larkin, esa falta en ataque sacada a Sabonis...–, apenas un giro del destino.

En el vuelo a Holanda para a el último partido de las Ventanas, Scariolo valoró las opciones y lo tuvo claro: prefería el nervio defensivo del andaluz. «Llevo años entrenándo­le, es una clase de persona especial. Conocía nuestros sistemas, valores y principios», admite el selecciona­dor sobre el primer jugador al que había mandado a casa a comienzos de agosto, mucho antes que a los otros bases, Colom y Juan Núñez, pues Alberto no terminaba de recuperars­e de unos problemas físicos. Nadie podía imaginar que esa repesca de Díaz fuera a resultar tan esencial para el devenir de España en el Europeo, ya en la lucha por las medallas. De entre todas las sorpresas positivas, ninguna como la suya. «Cuando fue cortado no lo pasó bien. Había trabajado duro para llegar con fuerza a la concentrac­ión», subraya su ex compañero y amigo Pepe Pozas, base del Betis.

Porque si de algo sabe Platanito, como le llaman cariñosame­nte en el vestuario, es de esquivar prejuicios y superar adversidad­es. «Le recuerdo ya en mini basket. Era muy muy pequeño, abultaba más el balón que él, pero llamaba mucho la atención por dos cosas. Por ser pelirrojo, mucho más que ahora, y tener la cara llena de pecas y porque era imparable, jugaba ya con una intensidad asombrosa», rememora Francis Tomé, el hombre que moldeó a Alberto en la cantera de Unicaja, a sus órdenes desde que era cadete hasta que debutó con el primer equipo.

Destacaba del base ya de niño su personalid­ad fiera pese a las apariencia­s. Una energía contagiosa, una sabiduría táctica única y un liderazgo insospecha­do. Una anécdota que revive Tomé habla de la ascendenci­a de Alberto, al que el baloncesto le viene de familia: su hermano Ernesto, que llegó a LEB Oro, fue su espejo. «Estábamos en un campeonato de España cadete, que por cierto ganamos, con la selección andaluza. Los chicos la liaron en el hotel, alguna a gamberrada con las niñas. Los reuní, ní, me quedé callado en el centro y pregunté a modo de reprimenda. ‘¿Aquí quién ess el que manda?’.manda?’ To-Todos me contestaro­n: ¡Alberto!», narra con una sonrisa Tomé, entonces selecciona­dor regional.

Por esa época sucedió un episodio que pudo cambiar para siempre su destino. «Esto lo sabe poca gente. Alberto quería dejar de jugar al baloncesto. Así me lo pidió», recuerda Francis. El problema eran unos terribles dolores de rodilla que sufría a causa del crecimient­o. Díaz siempre había sido muy bajito y de pronto se alzó hasta los casi 190 centímetro­s que luce ahora. Era tal el sufrimient­o, que el niño dijo basta.

Entonces, con 14 años, la mediación familiar resultó fundamenta­l. La madre de Alberto siempre ha sido el sostén, la que velaba por suss estudios y su correcto desarrollo.. «Decidimos darle margen. Que noo entrenara cuando le doliera, inclu-so que sólo viniera a jugar los par-tidos los fines de semana», admi-te Tomé. Y Alberto, poco a poco,, fue cambiando su decisión, a laa vez que el padecimien­to menguaba. Hasta convertirs­e en un referente de la cantera de Los Guindos, donde fue forjandodo su baloncesto. «No es muyuy creativo y el tiro lo ha ido mejorando, sobrebre todo con los pieses parados. En cantera ya era increíble en defensa, pero también era muy agresivo en ataque», hace memoria su técnico, que destaca a dos nombres propios, dos compañeros, con cuya competenci­a creció. «El primero, José Antonio Alcoholado y también Pepe Pozas . Con ellos era ir a la guerra en cada entrenamie­nto», admite. «Albertillo me sacaba de quicio. Luego comprendí que aquello también hacía que mejorara yo», apunta Pozas. Aquellas batallas le hicieron debutar con el primer equipo en 2012, con Luis Casimiro en el banquillo verde, en un partido en Badalo

Con su robo a Larkin y la falta en ataque que sacó a Sabonis ‘ganó’ dos partidos clave

Le llaman ‘Platanito’, terminó Magisterio y disfruta defendiend­o: «Es un reto personal»

na. Sustituía al apartado Kristaps Valters. Era la última temporada como profesiona­l de Garbajosa. «Recuerdo que el entrenador le citó para el entrenamie­nto de la mañana siguiente. Y él respondió: ‘Pero es que tengo cole’», cuenta el presidente de la FEB. Alberto, que tiene a sus padres en Berlín y a su pareja siguiendo todo el torneo desde Tiflis, completó su carrera de Magisterio por Educación Física.

Capitán de Unicaja, 353 partidos de verde, siempre estuvo bajo sospecha en su salto a la elite. Salió cedido dos años, primero a Bilbao y luego a Fuenlabrad­a. «Y cada temporada le fichan un base americano. Aunque

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ALBERTO NEVADO / FEB
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