«No sé por qué los actores tenemos que opinar de todo»
Pregunta.– La película muestra una infancia contemporánea a la suya sin idealizarla y se agradece.
Respuesta.– No le tengo mucha nostalgia a mi infancia. O sea, ya fue, ¿no? Tengo buenos recuerdos, pero no la veo como el lugar mítico en que lo convierte la gente.
P.– Dirige Carlota González-Adrio. Hasta hace poco, era difícil encontrar directoras, ¿el cambio que se percibe es real?
R.– Es una realidad que hay bastantes mujeres, sobre todo jóvenes, que al fin tienen oportunidad de dirigir. Lo que pasa es que la noticia sería que no fuera noticia, que se convierta en una realidad más y se
deje de hablar de cine de mujeres. Parece que estemos como en el siglo XIX cuando las escritoras tenían que ponerse nombre de hombre para que no las juzgaran como literatura femenina. Hay que seguir para que esto no se quede en una moda.
P.– Se cumplen 30 años de 1992, cuando España fue feliz y usted rompió en estrella con Amo tu cama rica y Belle Époque...
R.– Estoy haciendo una obra de teatro sobre la guerra de Bosnia con testimonios reales de mujeres violadas y de hijos que nacieron en ese conflicto. Eso fue en el año 92, era la primera guerra cercana y, personalmente, me afectó muchísimo aunque todo me iba de maravilla. Igual suena raro, pero fue así. Imagino que pueden convivir las dos cosas, la felicidad y el horror. Entonces, al menos para mí, 1992 no fue tan feliz como ahora se recuerda.
P.– ¿Por qué ha hecho tan poco cine los últimos años?
R.– El poder de decisión en este oficio es relativo. Si tienes cuatro ofertas, eliges la que más te gusta; pero cuando no tienes ninguna, sólo te queda aguantar el tirón cómo puedas. Hace 10 años empezaron a dejar de llamarme del cine y tuve la suerte de que apareció el teatro. Me ha hecho aprender muchísimo y casi me alegro de que el cine se olvidase un poco de mí.
P.– Casualmente, el cine dejó de llamar cuando pasó los 40 años.
R.– Sospecho que no es casualidad, pero cuando llevas muchos años también es lógico que entre gente nueva. Me lo tomo como parte de este oficio.
P.– Ha dicho que «estamos en un momento en el que para opinar hay que ser un héroe». ¿Cuánto se está midiendo ahora?
R.– En general, cuando lees entrevistas a la gente se le pregunta sobre las cosas de las que sabe. Sin embargo, los actores tenemos que saber de todo. De actualidad, de política, de lo que sea. Yo alguna cosa sé, pero sobre la mayoría de temas tengo dudas o no tengo una opinión clara y formada como para darla públicamente. Entonces, te preguntan, tienes que contestar y no me siento cómoda. No sé por qué los actores tenemos que opinar de todo.
P.– Ya no sé cómo seguir la entrevista.
R.– (Risas) El problema es que cualquier cosa que digas genera una reacción y tienes que saber hasta dónde eres capaz de aguantar. No todos tenemos la piel dura, yo sé que la tengo muy sensible. Entonces, prefiero callar.
P.– Cualquiera le pregunta por el independentismo catalán ahora.
R.– Es curioso, porque no me han preguntado mucho sobre esto, aunque he leído las mismas cosas sacadas de contexto que tú [su pareja, su padre y sus hermanos han sido vinculados de distintas formas al independentismo]. Vivo en Madrid desde hace muchísimo tiempo y, cuando estás fuera, ves las cosas de otra manera. Desde aquí sería muy fácil decir que no ha tenido sentido, pero las cosas a veces no se hacen por si merecen la pena o no, simplemente pasan porque llevan incubándose muchos años sin que se les preste atención. Lo que me preocupa es que, fuera de Cataluña, ya se trata como si no hubiera sucedido, pero ha pasado y sigue estando ahí. Es un tema muy fuerte y muy complejo como para que ahora lo dejemos estar.