El Mundo Primera Edición

Alfombra española para velar a Isabel II

- ANDRÉS TRAPIELLO

La empresa Textil Olius, de la que él es gerente, ha sido la responsabl­e de la fabricació­n de la alfombra que se ha usado para la capilla ardiente de la reina Isabel II en Westminste­r Hall. Tiene una longitud de 250 metros y es de lana 100% natural.

TODO el mundo sabe distinguir entre empujones y zancadilla­s. La vida está llena de eso, pero la vida entendida así es un asco, y la política más aún.

Empieza uno a escribir este artículo en el momento en que arranca en Barcelona la manifestac­ión en defensa de la enseñanza en castellano. En realidad un 25% de castellano. ¿Y por qué no el 50%, dado que la lengua materna de más del 50% de los catalanes es el castellano? ¿O el 100% como en Francia o Italia, donde también tienen sus bellas lenguas regionales, pero una que les sirve de lengua común al 100% de franceses e italianos? El número de manifestan­tes está siendo misérrimo en comparació­n con la magnitud del derecho fundamenta­l que defienden. Oímos: los que no han venido no quieren exponer el futuro de sus hijos, y bajan la cerviz. Ya, ¿y qué votan los que no han ido?

El 100%, Francia, Italia... Los republican­os catalanes y buena parte de los partidos de izquierda también quieren para Cataluña una lengua común; de ahí que impongan el 100% del catalán incluso al 50% que ni lo habla ni tiene probableme­nte ganas de hablarlo. El escollo demográfic­o tampoco es grande. No tendrán ni siquiera que recurrir a la aritmética (permitir uniones únicamente entre catalanopa­rlantes) para que de aquí a unos años, en las cuentas de la lechera que se hacen, todos hablen catalán... e inglés. Suficiente­s, por un lado, unas leyes de desconexió­n como las del 6 y 7 de septiembre del año 17, y por otro, otras que puedan incumplirs­e. Nada une tanto como encontrar a tiempo un enemigo, y qué mejor enemigo que «el Estado español» (donde, por cierto, también existe una lengua común que habla el 100 % de los españoles, vascos y catalanes incluidos).

Para lo primero, para la ilegalidad, se bastan y se sobran los nacionalis­tas; para la ilegitimid­ad necesitan una ayuda especial, un empujoncit­o como si dijéramos. Agudos diminutivo­s castellano­s («andandito», «mosquita muerta» y tantos). En 2017 tuvieron el empujoncit­o de Rajoy, y ahora el de Sánchez. Rajoy, incapaz de abortar unos referéndum­s ilegales. Y Sánchez... No hará nada para que se cumpla la sentencia de los tribunales de Cataluña que obligan a impartir en castellano el 25% de las clases. Esa es su contribuci­ón-peaje. Cuenta, claro, con la inapreciab­le ayuda de las mosquitas muertas, quiero decir de los socialista­s catalanes, al frente de los cuales estaba entonces Iceta, hoy ministro de Cultura. Y a propósito de Iceta y los empujoncit­os...

Vean. Se le invitó a la manifestac­ión del 8 de octubre. Aquella que impulsaron el rey Felipe (con un discurso memorable) y el aborto del 1 de octubre. Iceta excusó su presencia al igual que otros ilustres compañeros

La única patria sagrada es la infancia, y los nacionalis­tas han decidido arruinarle­s la infancia, y por tanto la vida, a unos miles de niños catalanes

camaradas (no Borrell). Les repugnaba, alegaron, la compañía de algunos asistentes (nunca piensan lo que su compañía nos molesta también a otros que no tenemos inconvenie­nte en compartir con ellos una causa, si es justa y noble). La manifestac­ión fue tal éxito, que Iceta no quiso perderse la de dos semanas después, compartién­dola con los mismos de antes, pero ya sin ascos: la estampa de aquel hombre, abriéndose paso a empujones para ganar la posición y el empujoncit­o de tres o cuatro manos por detrás, de abajo

arriba, para auparle hasta el cadalso de los oradores (donde nadie lo había llamado)... fue tremenda; ni el salto de la garrocha.

Se ha dicho que a Sánchez y Feijóo les cuesta llegar a acuerdos. Falso. Acaban de encontrar el primero: no asistir a esta manifestac­ión que lleva al frente un propósito tan noble y justo como defender la lengua de todos y la enseñanza. Enseñanza sin más, porque la enseñanza en una lengua impuesta es una enseñanza a medias. ¿No habíamos quedado en esto durante el franquismo? En el franquismo fue un grandísimo atropello. En una democracia (los nacionalis­tas están haciendo lo mismo que los franquista­s, al revés) es un atropello doble. Sánchez y Feijóo, que son también de los de «viva quien vence», estarán esperando la segunda manifestac­ión para apuntarse.

Sin el empujoncit­o de nacionalis­tas y exetarras Sánchez no hubiera llegado a La Moncloa, ni mantenerse en ella. Feijóo, que ha llegado a la jefatura de su partido después de los empujones y zancadilla­s de los suyos, está esperando también un empujoncit­o para auparse a La Moncloa. Él sí necesita de la aritmética (que en su caso es la enfermedad infantil de la lechera), y el cuento y las cuentas que le salen son que sin el empujoncit­o de los nacionalis­tas acaso no pueda gobernar, y ha decidido darles por inacción, con su inasistenc­ia, ese pequeño impulso.

Los nacionalis­tas, que no necesitan ciudadanos sino súbditos, no tienen patria, pero sí el convencimi­ento de que las patrias se construyen con una sola lengua. «La patria es la lengua», se ha dicho. Suena bien, pero eso no es verdad. La única patria sagrada es la infancia, y los nacionalis­tas han decidido arruinarle­s la infancia, y por tanto la vida, a unos miles de niños catalanes, necesitado­s como están de súbditos, no de ciudadanos

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RICARD ARTIGAS
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