El Mundo Primera Edición

Una Reina agraviada

- EDUARDO ÁLVAREZ

TOCA reivindica­r a la Reina. Ni a Isabel II ni a Letizia, que una vez alcanzada la cincuenten­a reivindica­da está. Sino a Doña Sofía. Porque, tras algunas situacione­s de bochorno en los últimos días, de justicia es poner en valor su figura. No merece la madre de Felipe VI ser tratada por la institucio­nalidad como un mero apéndice del Emérito. Si el hecho de que descienda de todas las testas coronadas que se tenían repartida Europa hasta el mundo de ayer, como diría Zweig, no es suficiente para que reciba mayor considerac­ión de quienes han de velar por la preservaci­ón de nuestra Monarquía, al menos debiera tenerla por las «décadas de servicio a España y a los españoles» que se le reconocen en el Real Decreto de

2014 que le otorgó continuar de por vida en el uso del título de Reina con carácter honorífico. Exactament­e igual que a Don Juan Carlos el de Rey. Deja bien claro el mismo Decreto la perogrulla­da de que ambos siguen formando parte de la Familia Real. Aunque parece que poco se ha esforzado el Gobierno en imprimir el documento y enviárselo al pejiguero juez londinense que lleva el caso de Corinna y todavía no tiene claro si el Emérito es integrante de la Corona o si con su expatriaci­ón a Abu Dabi se ha metamorfos­eado de pronto en plebeyo.

No merece Doña Sofía que para ningunear al Emérito se la lleven a ella por delante del mismo plumazo

Cada quien es lo que es. Y si nadie, incluido el pérfido Sánchez, se ha atrevido a retirarle a Don Juan Carlos su título y menos aún a aprobar una ley que le saque de la Real Familia, están de más los numeritos como los del funeral londinense para que pareciera que el hoy ex jefe de Estado caído en desgracia acudía en calidad de primo en vez de como Rey que ha sido durante casi cuatro décadas y destacado miembro de la dinastía. Lo que tocaba era asumirlo y dejar el vodevil para evitar la inevitable foto. O haberle impedido que se plantara en las exequias. En todo caso, si el apestado es él, flaco favor se hace Zarzuela a sí misma dejando que metan en el mismo saco a Doña Sofía. Grima daban las declaracio­nes de tantos ministros tirando de argumentar­io para que calara que a la Corona, y por lo tanto a España, sólo la representa­ban Felipe y Letizia. Para ningunear a Juan Carlos se llevan por delante en el mismo plumazo a su mujer. No se lo merece una Reina educada en unos valores casi idénticos a los de Isabel II, quien siempre reclamó de los suyos, empezando por su marido, lealtad, no fidelidad. A Doña Sofía le faltó la lealtad de su esposo y le falta ahora la que merece de las institucio­nes.

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