Vivirconhumildad, competirconhumildad
En varias ocasiones he tenido la suerte de coincidir con Eliud Kipchoge en carreras, en campeonatos, en eventos, y siempre me llama la atención la capacidad que tiene para pararse a hablar con todos los aficionados, dedicarles tiempo, hacerse fotos... En definitiva, ser amable con ellos. Es su carácter: no se da importancia. Una vez me dijo: «¡Cómo corríais los de antes!». Y corríamos, sí, pero no como él. Considero que esa manera de ser es parte de su éxito. Vive con humildad, entrena con humildad y compite con humildad. Posiblemente ésa sea la llave de su secreto.
Ese entorno monacal que tiene es lo mejor para el maratón: puede entregarse a su preparación, cuidar todos los detalles, descansar y al mismo tiempo vivir su vida. Seguramente tiene que hacer muchos sacrificios, pero ha encontrado el equilibro o, al menos, eso parece a tenor de los resultados.
Sinceramente creía que ayer, en el maratón de Berlín, saldría con tranquilidad. Después de todo lo conseguido, pensaba que buscaría otra victoria, que no intentaría batir el récord del mundo. Pero siempre que Kipchoge se centra en una prueba hay que pensar en el mejor resultado posible. De alguna manera, por eso, por la amplitud de su palmarés y por su edad, me recuerda a los grandes tenistas que hemos disfrutado últimamente. Ayer veía el keniano y no podía evitar pensar en Roger Federer y Rafa Nadal por esa capacidad que tienen de mantener la motivación, de seguir disfrutando del deporte, a pesar de haberlo ganado todo.
Y cuando digo todo es todo. De Kipchoge me gusta recordar que al maratón ha llegado después de una larga trayectoria en la pista, con muchos éxitos. En 2003 fue campeón del mundo de los 5.000 metros por delante de Hicham El Guerrouj y Kenenisa Bekele, por lo que si no hubiera pisado el asfalto ya hubiera sido un fondista excelente. Todo su recorrido ha desembocado en sus éxitos en el maratón y aún no me atrevo a decir hasta dónde va a llegar. ¿Cuándo va a dejarlo? Cuando deje de ilusionarse. Hasta entonces, es imposible aventurar. En mi opinión puede batir el récord del mundo otra vez con 40 años si realmente se lo propone. Con su voluntad, su método y su téc
nica –por sus zancadas cualquiera diría que alcanza los dos metros pese a que mide 1,67–, cualquier cosa es posible.
Las dos horas también están a su alcance, por supuesto. Creo que él ha puesto todos los ingredientes y serán otros quienes los junten, pero tampoco me atrevería a descartarlo. Estoy seguro que el camino de Kipchoge será continuado por muchos atletas de Kenia y Etiopía que le copiaran, le intentarán imitar, aprenderán de él y más o tarde o más temprano atacarán esa barrera. Cuando alguien lo logre habrá que acordarse de Kipchoge y de lo que hemos vivido estos años con él. Hace nada bajar de dos horas en maratón era imposible y ahora ya no lo es.
fue campeón del mundo de maratón en 1995 y de Europa en 1994.